
Se hace camino al andar
Fue recordado en un homenaje el mecenas Marcelo De Ridder; premió la Academia de Bellas Artes a Celina Arauz de Pirovano y Samuel Paz
Marcelo De Ridder fue quizás el último gran mecenas que tuvo la Argentina. Desinteresadamente y por amor al arte contribuyó al desarrollo de los jóvenes artistas y a la formación de un gusto estético en sintonía con la producción de los centros internacionales.
En su memoria, Eduardo Bergara Leumann, sus amigos y familiares, le rindieron un homenaje el jueves en la ya legendaria Botica del Angel. Entre otros riesgos que tomó De Ridder en nombre del arte se cuenta el haber traído a nuestro país la primera muestra de arte abstracto, que mucho tuvo que ver en la formación de los coleccionistas vernáculos.
Para estimular a las nuevas generaciones creó el Premio Marcelo De Ridder a la joven pintura argentina (para artistas menores de 35 años) ganado, entre otros, por Carlos Torrallardona. Con la fundación del Instituto de Arte Moderno, cuando promediaba los años cuarenta, abrió el horizonte de la mirada a todos aquellos que frecuentaban el mundo de la plástica. Hombre de fortuna y fina sensibilidad, De Ridder organizó en el instituto muestras de Giacomo Manzú y Joaquín Torres García buscando acercar a esta remota ciudad movimientos y tendencias que resultarían decisivos en la primera mitad del siglo XX.
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Celina Arauz de Pirovano y Samuel Paz fueron premiados por la Academia Nacional de Bellas Artes durante un emotivo acto presidido por la presidenta de la institución, Rosa María Ravera. Más que un acto académico y formal, la reunión realizada en el salón Renacimiento del Museo Nacional de Arte Decorativo resultó una oportunidad única para valorar y disfrutar de la calidez, sencillez y elegancia de la distinguida Celina Arauz, que en pocas palabras y con mucho humor resumió los tramos salientes de una vida consagrada al arte, a la decoración y a la enfermería. Una extraña combinación que en su caso dio resultados extraordinarios. Con su marido, Ricardo Pirovano, trabajó en la casa Comte, recordada por la búsqueda constante de un estilo nacional en la creación de muebles con carácter y materiales afines con nuestra identidad. De esa recordada usina creativa salieron las decoraciones del hotel Llao Llao, en Bariloche, y del hotel Salta, tradicional reducto de la capital norteña.
No estuvo presente en el acto por razones de salud, pero la profesora Ravera evocó con afecto y admiración la impecable trayectoria de Samuel Paz, que fue por más de veinte años colaborador de Romero Brest en un tiempo fecundo para el arte en nuestro país. Erudito como pocos, una de las grandes virtudes de Samuel Paz ha sido siempre esa manera discreta de hacer las cosas, que esquiva deliberadamente el halago y el perfil alto. Por sus conocimientos y por su sensibilidad para aproximarse con ojo certero al hecho artístico es considerado en forma unánime una persona de consulta. En su nombre recibió la distinción el artista y académico Alejandro Puente.
Esa misma tarde, un miércoles de paro y piquetes, fue incorporado a la Academia Nacional de Bellas Artes el profesor, crítico y escritor Osvaldo Svanascini.