Sarmiento: diario de un viajero que se anotició de que sería presidente de la Argentina en las costas de Brasil
Se publica por primera vez la bitácora que escribió a bordo del vapor Merrimac, con las notas y los dibujos que realizó en el itinerario de Nueva York a Buenos Aires
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Uno de los escritos más cautivantes de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), Un viaje del vapor Merrimac. De Nueva York a Buenos Aires, se publica por primera vez. La edición de Los Lápices, sello de la localidad de Haedo, incluye los dibujos que el autor de Facundo hizo a lápiz en su bitácora durante el viaje por mar, a mediados de 1868. En una escala en Brasil del Merrimac, recibió la noticia de que había sido electo presidente de la Argentina. El manuscrito, destinado a Aurelia Vélez (hija mayor y secretaria de Dalmacio Vélez Sarsfield y promotora de la candidatura presidencial de su amante), se conserva en el Museo Histórico Sarmiento, en la ciudad de Buenos Aires.
Impresiones de su visita a Estados Unidos (donde premonitoriamente había sido recibido como a un jefe de Estado), con escenas que lo remontan a recuerdos de infancia; reflexiones sobre educación, moral, ciudades, naturaleza y mujeres (“Mi destino lo han entretejido, desde la cuna, mujeres, casi solo mujeres”, confiesa), pinceladas de personalidades nacionales y extranjeras (de Bartolomé Mitre a Juana Manso, y de Napoleón al presidente uruguayo Batlle), además de ponderaciones sobre sí mismo, sorprenden a los lectores por su frescura. “Solo en dos situaciones de la vida pongo en ejercicio todas mis facultades de cuerpo y de espíritu -escribe Sarmiento-. En campaña y en viaje”.
Durante la presidencia de Sarmiento, de 1868 a 1874, se fundaron 800 escuelas, públicas en su gran mayoría, y se creó la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). En su honor se celebra hoy, 11 de septiembre, el Día del Maestro en la Argentina.
El libro cuesta (hasta octubre) $ 3000, y su lectura habilita -además de placer- un juego de comparaciones con la literatura y la política del presente, donde resalta la grandeza de Sarmiento. Los Lápices publica libros no traducidos o descatalogados de autores clásicos, inéditos de autores contemporáneos y textos breves a precios “amigables”, como Un viaje del vapor Merrimac. Las tres colecciones tienen en común el motivo del viaje, real o simbólico.
“En 1868 Sarmiento regresa de Nueva York a Buenos Aires en el vapor Merrimac ante la posibilidad de ser elegido presidente -dice a LA NACION la editora María Valle-. Toma un cuaderno y construye un relato que contiene algo de lo vivido en Estados Unidos, la descripción de las mujeres que conoció allí y, a modo de diario de viaje, relata sus vivencias durante el trayecto. Lo peculiar es que todo lo que escribe va dirigido a quien fue su amiga, amante e interlocutora política por casi treinta años: Aurelia Vélez. En un texto que parece escribir como si pensara en voz alta, le cuenta a Aurelia sobre los pasajeros del barco, la naturaleza y los paisajes de los lugares donde hace escala, y manifiesta sus pensamientos de orden político”.
El cuaderno nunca había sido publicado como libro. “Fue editado por su nieto, Augusto Belín Sarmiento, al preparar las Obras Completas. Entendemos que Sarmiento no se propuso que lo fuera, aunque el diseño que le dio tiene mucho de libro: una portada, ilustraciones, la dedicatoria a Aurelia, epígrafes. Por todos estos motivos, nos animamos a decir que es uno de los textos más espontáneos de Sarmiento, menos pensado en función de su carrera política y más cercano a su intimidad”, dice la editora.
En las Obras Completas (de 53 tomos), el nieto de Sarmiento censuró aquello que hacía referencia a Aurelia Vélez; tampoco incluyó los dibujos. “Gracias al equipo del archivo del Museo Sarmiento, pudimos acceder al cuaderno y reconstruimos el texto original y a los dibujos que el sanjuanino hizo, y los incorporamos en los mismos lugares donde se ubican en el original”, dice Valle. La grafía original fue modificada (Sarmiento había propuesto una reforma ortográfica en la que cada letra debía representar un solo sonido); debido a la antigüedad del material, hay fragmentos o palabras que no pudieron ser reproducidos.
“Al menos dos dimensiones se juegan en el cuadernito de doscientas páginas en que Sarmiento escribió sus impresiones del viaje entre Nueva York y Buenos Aires, de regreso al país luego de tres años de ausencia: la del amor y la de la gloria -dice a LA NACION la investigadora Adriana Amante, directora del volumen Sarmiento de la Historia crítica de la literatura argentina-. De algo está seguro: sabe que Aurelia Vélez Sarsfield, la destinataria de este ‘diario tributo’, lo espera. Lo que todavía lo mantiene en vilo es si conseguirá ser elegido presidente, noticia que recibirá en las costas del Brasil, y que celebrará dejando el registro en el propio diario”.
“Seré, pues, presidente -se dice Sarmiento-. Hubiera deseado que mi pobre madre viviese para que se gozase en la exaltación de su Domingo”.
Para Amante, no es tanto Vélez la que impone su deseo de saberlo todo. “Es Sarmiento el que desencadena una vez más su deseo irrefrenable de contarlo todo -afirma-. Así, las impresiones de viaje se sucederán con su siempre cuidada caligrafía; solo ocasionalmente el trazo se mostrará un tanto más tembloroso que lo habitual en él, probablemente debido a los movimientos del barco. Sarmiento lo ha escrito siempre con lápiz, por lo que resulta lógico que el dibujo se vuelva en el diario una continuación de la escritura por otros medios. No debería extrañarnos porque, aunque no sea su faceta más difundida, no solo consideraba el dibujo una habilidad edificante y formadora de civilidad, sino que además lo practicaba él mismo con particular destreza”.
Amante prepara para Eduner/UNL una edición crítica de Campaña en el Ejército Grande, de Sarmiento. “Una página quiero destacar: al pasar por Brasil, como ya le ha sucedido las dos veces anteriores que visitó ese país, entra en éxtasis y lo escribe: ‘la eterna gloria de Bahía’ está en ‘lo hiperbólico, superlativo, incomparable y dulce de sus naranjas’, que pueden medir, y es lo que los pasajeros del Merrimac efectivamente comprueban, ‘17 pulgadas inglesas de circunferencia’. A este escritor, que es un maestro de la descripción, parecen no bastarle esta vez las palabras, y dibujará entonces una naranja gigante, a la que le hará, con evidente cuidado y delectación, el sombreado que le da volumen. La naranja se irá de pauta: no le bastará tampoco a Sarmiento una página de su cuadernito; invadirá con su dibujo la página siguiente, y entonces la caligrafía se acomodará a la desmesura, y el margen de lo escrito hará una comba para acoplarse al dibujo armoniosamente. Sí: caligrafía y dibujo, otras dos dimensiones que nos permiten repensar el ideario estético del autor del Facundo”.
En Sarmiento. Maestro de América, constructor de la Nación, el historiador y expresidente de la Academia Nacional de la Historia Miguel Ángel De Marco destacó las páginas de Un viaje del vapor Merrimac. “El grafómano Sarmiento se había provisto de un grueso cuaderno en el que quiso registrar las incidencias del viaje y tuvo una destinataria: Aurelia Vélez. […] Las primeras hojas están dedicadas al recuerdo de lo que él llamó ‘las mujeres de Sarmiento’. A aquellas que habían marcado otrora su vida pero estaban siempre presentes, comenzando por su madre, sumaba a quienes habían signado su existencia en los Estados Unidos: Mary Mann, Ida Wickersham, Kate Dodget, a la que había tratado y admirado en Chicago, y Lucy L. Smith, la ‘niña feliz, libre, rica’, a quien Bartolito Mitre había festejado en Ann Arbor y a la que Sarmiento atribuía un papel providencial en la recepción de su título de Michigan, porque él había ido a aquella ciudad para acompañar a su secretario”.
Según De Marco, el mar ejercía en Sarmiento, “nacido al pie de la áspera montaña, una atracción irresistible”. No por nada una de las embarcaciones más preciadas del país lleva el nombre de Fragata Presidente Sarmiento. “Amaba la inmensidad azul y los barcos -se lee en su biografía-. Era uno de los políticos que más habían viajado. Entre sus predecesores, ni Urquiza ni Derqui ni Mitre habían contado con el tiempo, las posibilidades o los recursos para surcar una y otra vez el océano. A Sarmiento le fascinaba la inmensidad: ‘¡Oh! el mar; ¡cómo se dilatan los pulmones respirando sus saludables brisas! Me siento vivir. Cómo se agranda el horizonte. En el buque, sobre mar sin límites, deja uno de ser grey, pueblo, especie humana. En mi casa, en tierra, estoy sobre un planeta. Aquí; Dios, el mar, el pensamiento’. Lo atraían las tempestades y los días en que el agua era ‘¡mar azul de leche! Llanura inmensa, serena’”. También comparó el barco de vapor con “un hotel que marcha” y a las toninas con “potros” del mar. Más maravillas sarmientinas en la flamante edición de Un viaje del vapor Merrimac.
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