Sara Mesa: "La narrativa española se está ocupando ahora de la periferia"
La escritora madrileña, que presenta su libro Mala letra, devela su proceso creativo y reflexiona acerca del modo en que sus colegas retratan hoy a su país
Cuánto me gustaría ahora -si es que aún vive- decirle a aquel maestro que a pesar de tomar mal el lápiz, y con mi mala letra incluso, llegué a hacerme escritora", señala la española Sara Mesa al recordar una experiencia traumática de su infancia en la que se inspira el título de su último libro de relatos: Mala letra (Anagrama). "No aprendes y no quieres aprender, me gritaba, al final vas a convertirte en una analfabeta." La pequeña Sara tragaba saliva y contenía las lágrimas antes de volver a intentarlo. Así lo describe en "Marmo", uno de los once relatos de este volumen.
"Eso fue tal como lo cuento allí", dijo a LA NACION durante su primera visita a Buenos Aires para promocionar ese libro.
A los 40 años, Mesa lleva una década desde que comenzó a escribir y publicar sin descanso. Y a obtener reconocimiento por ello. Es autora, entre otras obras, de las novelas Un incendio invisible, que obtuvo el galardón Málaga de Novela en 2011, y Cicatriz, que recibió el premio El Ojo Crítico de Narrativa el año pasado, y del poemario Este jilguero agenda, distinguido con el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.
En las solapas de sus libros no figura que estudió periodismo y filología, porque ella considera que "eso no suma ni resta a la hora de escribir". De jovencita se veía a sí misma viajando para hacer entrevistas. Pero no se dio, y lo poco que pudo conocer de la profesión periodística no la sedujo. "Los premios me sirvieron para ir haciéndome un lugar y llegar a Anagrama, donde en España cualquier escritor sueña llegar".
-¿Por qué en tus libros aparece tanto la relación niño-adulto?
-Realmente, no lo sé. Es cierto que he notado una evolución natural en mi escritura que me ha llevado a centrarme en esa etapa de la vida. Quizá tenga que ver con que haya llegado a los cuarenta años, un momento adecuado para hacer un balance. Curiosamente, me parecen más importantes la infancia y la adolescencia que la treintena que tengo, porque son etapas sobre las que tendemos a pensar que están en dirección a algo y que en sí mismas no son nada; como si un niño fuese un proyecto de hombre y una niña un proyecto de mujer. Sin embargo, el niño tiene una entidad en sí misma. Son etapas en las que se producen conflictos internos sobre los que me interesa escribir, como la inseguridad, la perplejidad, la rebeldía y el autodescubrimiento, porque de alguna manera terminas asumiendo quién eres.
-¿Cómo elegís los temas sobre los que escribís?
-No hay una elección consciente, sino que, de pronto, me empiezan a salir este tipo de personajes y de ambientes. Y veo que hay un interés real en mí porque se reiteran.
-¿Es decir que primero escribís y después viene la reflexión sobre lo que produjiste?
-Sí, en mi escritura siempre es así. Mucho tiempo después de haber publicado algo me doy cuenta de cómo se repiten los temas y cuáles son los que están adentro de mí. No digo que sea una escritura impulsiva o irracional, pero sí que hay una etapa de conocimiento y análisis a la que llego después. Incluso a raíz de las entrevistas que me hacen o de la lectura que otros hacen de lo que escribo.
-Entonces, ¿de dónden nacen tus novelas o cuentos?
-En mí es un proceso un poco borroso y difícil de explicar. Todo surge en torno de una imagen más o menos desarrollada que te asalta de pronto. Yo dejo que esa imagen se vaya formando a otro nivel de conciencia. Lo asimilo al mundo del sueño y a esa sensación con la que nos despertamos: nos quedan retazos de alguna cosa que intentamos reconstruir con mucho esfuerzo mental. Sería algo así.
-¿Eso sería la inspiración?
-No, porque la inspiración es como algo que te viene de afuera. Y no es eso. Está dentro nuestro, pero está en otro nivel de conciencia. A esa parte de trabajo también la llamo escribir. Cuando me preguntan cuánto tardé en escribir algo tengo que pensar cuándo se me ocurrió esa idea que te asalta tan fuerte como una obsesión y en torno de la cual luego montas una historia. Y cuando me siento a escribir esa historia sigue siendo borrosa; hay que perfilarla y va cambiando. Es muy complicado explicar cómo es mi proceso.
-Decís que no hay diferencia entre escribir novelas y escribir cuentos.
-Sí, porque mi actitud es la misma al escribir una novela o un cuento. Mis novelas son cortas y técnicamente se parecen a un cuento. Claro que el cuento desenfoca más.
-¿Desenfoca?
-Sí, se va a algún detalle exterior que al lector le permite llegar al núcleo y la novela tiene un desarrollo un poco mas amplio. No sé, yo soy narradora. Si alguna capacidad tengo es la de contar historias por escrito. Y me manejo entre una tensión breve o media, no creo estar capacitada para una respiración más larga. Cada escritor tiene su respiración. Y también va en función de los temas y de la atmósfera en la que se escribe. Mi mundo es pequeño, con pocos personajes, los escenarios están un poco desdibujados y se ajustan bien a esa tensión.
-Y también imaginás lugares, como la ciudad llamada Cárdenas.
-Sí, lugares imaginados que me sirven para manejar todas las variables del cuento o la novela con absoluta libertad. Y también me permiten prescindir de toda esa, para mí, tediosa tarea de documentación.
-Te ocupás de cuestiones cotidianas que pueden vivir personajes del común de la gente.
-En líneas generales me da la sensación de que la novela se asentaba en un mundo más burgués y de clase media y ahora aparecen personajes que habían sido descuidados. La narrativa en España se está ocupando de la periferia, que había estado descuidada, y ahora son protagonistas de las historias personajes que antes quedaban afuera. Se ha abierto un fenómeno nuevo. No sabría decir por qué. Algunos escritores lo hacen de manera oportunista porque por la crisis social y económica mucha gente ha perdido su trabajo, el índice de pobreza ha subido muchísimo y de pronto en la escuela hubo que dar el desayuno a los niños porque no lo tenían en su casa. El escritor que no se haya preocupado de eso antes, no sé hasta qué punto no es un oportunista. Pero también hay otros que lo están haciendo muy bien y eso es necesario.
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