Samanta Schweblin, Rodrigo Fresán y Alberto Fuguet, tres viajeros en San Isidro
Son viajeros frecuentes, aunque reconocen que viajan (casi) por obligación. Las presentaciones de libros en distintas ciudades, los festivales literarios, las conferencias y entrevistas públicas y las ferias en todo el mundo son compromisos que, a esta altura de sus respectivas carreras, no pueden eludir. La literatura los lleva a viajar pero no para escribir; más bien, para hablar sobre lo que escriben. Los argentinos Samanta Schweblin y Rodrigo Fresán y el chileno Alberto Fuguet coinciden: el oficio de escritor, en esta época, implica actividades sociales que interrumpen, por un tiempo, el proceso de escritura. Sobre los viajes y los viajeros, las crónicas en primera persona, las traducciones de sus textos a otras lenguas, entre otras cuestiones, dialogarán los tres autores en la segunda edición del Festival Leer, Literatura en el río, que se realiza este sábado y domingo en San Isidro.
Reunidos en el Museo Pueyrredón, Schweblin, Fresán y Fuguet compartieron una tarde de té con dulces criollos inspirados en las recetas del libro Cocina ecléctica, de Juana Manuela Gorriti, de fines del siglo XIX. A pedido de los organizadores, Eleonora Jaureguiberry, Subsecretaria de Cultura de San Isidro, y el editor y librero Fernando Pérez Morales, el cocinero Diego García Tedesco preparó alfajorcitos con dulce de leche, churros, tortas fritas y tostadas con dulces de frutas caseros. Además de un té negro delicioso, hubo chocolate caliente para la despedida.
Radicada en Alemania, Schweblin llegó al país después de una gira de trabajo por varias ciudades: primero, Zurich, donde participó del Festival de Literatura Argentina junto con Selva Almada, Claudia Piñeiro, Martín Caparrós, Alan Pauls y Beatriz Sarlo, entre otros. De ahí voló a Barcelona por unos días para dar clases en la universidad. Luego viajó a Chile, donde la directora peruana Claudia Llosa está filmando la versión cinematográfica de su novela Distancia de rescate, protagonizada por Dolores Fonzi y la española María Valverde. De Santiago a Buenos Aires. De Ezeiza a San Isidro. Todo en el mismo día.
"Estos últimos dos años han sido un poco desastrosos. Viajar me gusta y no me gusta. Me gusta estar en tránsito: desde el momento en que salgo de casa hasta que llego al hotel, que queda en algún lugar y no lo elegí yo. Todo ese tiempo me da mucho placer. Siento que hay algo de revancha cuando logro sacarle tiempo a ese tiempo que no sirve para nada", dice Schweblin, nominada por segunda vez al Man Booker Internacional, en este caso por el libro de cuentos Pájaros en la boca. Seria y algo tímida, revela que trata de aprovechar al máximo las horas en tránsito. "Entonces, hago cálculos: voy a tener unas doce horas libres, tengo que lograr leer tres libros, tomar notas y pasarlas a la computadora antes de que aterrice el avión".
Ahí nomás, surge la duda: ¿logra cumplir con ese objetivo? "Sí, claro. Es una optimización del tiempo de ese tiempo que no es tiempo que me divierte un montón. Despego de la tierra sin haber leído algo y cuando aterrizo ya lo tengo en la cabeza", responde muy segura. Lo que no le entusiasma tanto, reconoce, es lo que viene después: "Las charlas y presentaciones de libros me cansan, me abruma. Creo que lo hago muy mal. No me preparo, por ejemplo, para presentar los libros porque siento que es un precio que hay que pagar para algo que no sé si lo vale. Y lucho un poco con eso".
Fresán, que vive en Barcelona hace veinte años, cree que "antes no era tan así". Explica: "Tal vez Samantha nació en una etapa con todo eso ya instalado, pero cuando nosotros empezamos a escribir [lo mira a Fuguet, que nació en 1964, un año después que él] no había becas, festivales ni encuentros con lectores. El objetivo era bastante humilde. Es más: creo que no había ni lectores. Nos leímos entre nosotros. El círculo era de gente conocida. Nunca me terminé de acomodar a esta idea de escritor".
En 2018, Fresán hizo una extensa gira por nueve ciudades de Estados Unidos (Nueva York, Rochester, Ithaca, Chicago, Houston, San Francisco, Oakland, Berkeley y Portland) para acompañar La parte inventada, la primera parte de una ambiciosa trilogía que indaga la mente y las obsesiones de un escritor. En mayo pasado, el libro ganó el Best Translated Book Award a la mejor novela extranjera. El premio reconoció el trabajo de Fresán y también del traductor al inglés, Will Vanderhyden. La parte inventada, que se publicó en español en 2014, también reconocida en Francia en 2018 con el premio Roger Callois. El fondo del cielo, la segunda parte, salió en 2017. Y la tercera, La parte recordada, llegará en octubre de este año.
"Me gusta cada vez más escribir y cada vez menos ser escritor. Ahora vengo al país más seguido a acompañar los libros, pero llegué a pasar 14 años sin venir, por ejemplo. No me gusta viajar mucho. También es cierto que esta profesión es paradojal: es muy sedentaria pero, al mismo tiempo, somos muy nómades porque estamos viajando con la cabeza todo el tiempo. Hay una contradicción ahí", asegura Fresán, que cuenta sorprendido que tardó dos horas y media en llegar desde Ezeiza a San Isidro. "Vine desde España, ahora hay que pasar por Madrid porque no hay muchos vuelos directos. El viaje estuvo bien. A mí no me da miedo volar, pero me dan terror los aeropuertos. Cada vez la paso peor. Soy de la época en la que volar era toda una experiencia: te ponías tu mejor ropa, como para ir a misa. Ahora se ha banalizado bastante, aunque sigo pensando que volar es casi milagroso. Sigo sin entender cómo suben los aviones".
Sus compañeros de mesa se ríen y cuentan entre bromas que antes de la entrevista habían debatido entre ellos sobre el adjetivo "magistral" que acompaña la palabra clase. "Debería ser clase y listo. Nada de magistral. Lo de master class asusta porque suena a algo muy importante", opina Fuguet. Cuando LA NACION le pregunta cuál será el tema de su clase, a secas, el autor y cineasta chileno duda. "Es que estoy pensando sobre este tema de viajar para escribir o escribir para viajar. Yo viajo para escribir, voy lejos y me encierro y creo que de eso voy a hablar en el festival", adelanta. "A veces viajo a lugares horrorosos, donde probablemente no iría de paseo. Siento una atracción morbosa de ir a lugar que son poco atractivos. Todo el mundo va a Cancún; yo voy a Tijuana. Todo el mundo va a Quito; yo voy a Guayaquil. Y así. Eso me atrae: la fascinación de lugares que no son turísticos".
Fresán, por su parte, hablará el domingo a las 18, en el cierre del festival, sobre la obsesión de los autores norteamericanos por escribir la "gran novela", algo que, según cree, no sucede en la Argentina. "Acá tenemos una tradición cuentística y hasta la historia tiene una estructura más de cuento que de novela. Todas las grandes novelas argentinas como Rayuela, Adán Buenosayres, Sobre héroes y tumbas, Respiración artificial tienen una estructura muy atómica, son como cuentos que se juntan a jugar que son una novela. El género que reina en la Argentina es el cuento; incluso en los dos libros fundantes, El matadero y Facundo, que no se sabe de qué género es", dice el autor de Historia argentina, volumen de cuentos publicado en 1991, que inició su camino como "joven y talentoso escritor".
¿Su obra en proceso, la trilogía mencionada que está por concluir, no es acaso una "gran novela"? "Es más bien una autobiografía falsa, una pseudo memoria, un ensayo, una cosa amorfa, pero no es una novela", asegura Fresán. "La novela argentina más perfecta formalmente es El sueño de los héroes, de Bioy Casares, y si es una novela sobre una novela que trata de recordar lo que ocurrió durante un cuento. En ese caso, el cuento vuelve a matar a la novela".
Sobre Kentukis, la última novela de Schweblin, Fresán dice: "Es una novela de viajes inmóviles. Tiene una estructura internacional". Completa la autora: "Kentukis sucede en veintipico de ciudades en todo el mundo y a la gran mayoría de los lugares yo los conocía por razones literarias. Ya por cuestiones argumentales, surgieron pueblitos más recónditos, a los que nunca hubiera llegado si el argumento no lo hubiera necesitado, como por ejemplo, Surumu, el límite entre Brasil y Venezuela, al que nunca fui y por eso tuve que hacer una investigación con gente del lugar. Pero no conozco solo alrededor del diez por ciento de los lugares de la trama".
Fuguet, a quien le fascina conocer lugares que creyó que nunca conocería, se puso una meta en este viaje: ya que está parando en San Isidro, quiere pasar los tres días de su estadía en esa zona y no ir al centro de Buenos Aires. "Vine desde Santiago. Es un viaje corto pero igual dura como 9 horas porque tenés que llegar tres horas antes al aeropuerto, viajar hasta el hotel, en fin, pero estoy feliz. Elijo lugares que disfruto, que me dé morbo, en todos los sentidos de la palabra. Que sea un lugar muy patético o realmente uno donde nunca había estado, como San Isidro. Me encanta Buenos Aires, pero esta vez mi meta es no ir a la ciudad y quedarme a conocer esta zona, donde tal vez nunca vendría porque en los viajes uno no tiene tiempo para recorrer".
También director de cine, Fuguet estrena una película el 4 de abril en Chile y otra el 6 en el Bafici porteño. O sea que, en tres semanas, volverá al país. "Ahora prefiero más acompañar mis películas que mis libros. Me parece que a las películas les hace mejor; los libros, en cambio, se la pueden arreglar solos. La gran diferencia con los festivales de cine es que no es necesario dar una master class porque la película habla por uno. En las ferias de libros o festivales literarios uno se da cuenta que muchos no leyeron tu libro y que, tal vez, al conocerte nunca lo van a leer".
Fresán acota: "Los libros son la mejor parte de uno, se supone. La mejor imagen de uno mismo que uno puede ofrecer en términos ideales". "Sí, pero hay autores que tienen más millas que páginas", remata el chileno.
"Es que otra paradoja de la profesión de escritor es que los viajes te los ofrecen de grande. Tendría que ocurrir entre los 18 y los 20 años para formarte como escritor, tener experiencias, conocer un montón de gente, volver a tu casa y ponerte a escribir. Y ya no viajar –insiste Fresán–. A los 40, 50 años, yo quiero estar en casa. Más desde que tengo un hijo, que ahora tiene 12, y mi mujer ya no me puede acompañar tanto como antes. Para que veas mi grado de fobia a los viajes, mi récord absoluto fue ir desde Barcelona a Brasil a dar una conferencia y volver en el día. Fue genial porque no llegué a tener ni jet lag".
Un festival junto al río
Con el lema Viajeros, la segunda edición del festival Leer. Literatura en el río, reunirá durante dos días a escritores, lectores y un centenar de sellos en una feria de libros atendida por editores. Habrá clases magistrales, talleres para chicos y un cierre musical con Julieta Venegas. Todo gratuito, de 12 a 20, en el Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro (Del Barco Centenera y el río).
Los hits de la programación
SÁBADO
Los relatos de viajeros, de Sarmiento a Mirko Marley. Participan Liliana Villanueva, Christian Kupchik, María Sonia Cristoff y Rodrigo Fresán. A las 14, en el auditorio.
Samanta Schweblin en conversación con Cecilia Szperling. A las 15.30.
Pasado y futuro de las cartas. Con María Negroni, Talata Rodríguez y Alberto Fuguet. Coordina: Eleonora Jaureguiberry A las 17.
Clase magistral de Alberto Fuguet. A las 18.30.
DOMINGO
El viaje idiomático, traficantes de palabras. Con Natalia Litvinova y Samanta Schweblin. Coordina: Virginia Cosin. A las 17.
Clase magistral de Rodrigo Fresán. A las 18.
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