Rutina sorprendente
La nueva novela de Iosi Havilio cuenta la vida de un hombre en crisis para dar luego vía libre a una trama insólita
Crear un mundo nuevo, a riesgo de que sea incomprensible para los otros, o recorrer caminos conocidos, a riesgo de diluir la voz propia en la marea de las tradiciones. En el equilibrio entre una posibilidad y la otra se juega el trabajo del escritor que intenta superar la mera eficacia para acercarse a ese fenómeno raro y esquivo que llamamos literatura. Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974) trabaja en esa fina línea desde su primer libro, busca una voz personal, se desmarca de sí mismo y abre nuevas vías, con avances y retrocesos, el riesgo necesario que implica intentar algo nuevo.
Opendoor (2006), Estocolmo (2010) y Paraísos (2012) iniciaron esa búsqueda: novelas de una prosa realista distante y personajes desafectados -o, en Estocolmo, sensibles hasta la parálisis-, que lograban el máximo de extrañeza en una paradójica contención. En La serenidad (2014), Havilio ensayó otro camino: el de componer una biografía sostenida en la pura vibración verbal, habitada menos por personajes que por puras funciones narrativas (El Protagonista, El Otro). En Pequeña flor, su reciente novela, la búsqueda cambia radicalmente.
Escrita en un solo párrafo de prosa velocísima y precisa, la novela narra la crisis personal de José. Desocupado por la explosión de la fábrica en la que trabajaba, el narrador comienza una vida dedicada a las tareas domésticas y el cuidado de su pequeña hija, Antonia, mientras Laura, su mujer, retoma el trabajo en una editorial. El cambio de roles comienza poco a poco a horadar la estabilidad de la pareja. La trama, realista más allá de cierta exasperación humorística, se quiebra por un hecho insólito. José visita a su vecino Guillermo para pedirle prestada una pala. Su jovial vecino lo distrae con su charla y su pasión por el jazz. Luego de una tarde de discos, Guillermo baila al ritmo de la canción "Pequeña flor", José pierde la paciencia e intenta irse pero un furor inesperado lo incita, en cambio, a matar a su vecino con la pala. Al día siguiente, para su estupor, el vecino reaparece vivo. Así nace una rutina en la que cada jueves José asesina con nuevos métodos a su vecino para verlo resucitar a la mañana.
A pesar de la insistencia de este muerto en gozar de buena salud, la novela sigue su libre recorrido: recuerdos de un amor por la literatura y una mujer rusas, investigaciones literarias sobre la resurrección, la relación de Laura con un grupo de psicodrama conducido por un émulo perverso y chanta de Alejandro Jodorowsky, la posibilidad de encontrar una nueva amante. Cada episodio produce alguna escena memorable. Aunque la impresión de leer Pequeña flor es la de enfrentarse a un texto escrito con "la consigna de improvisar lo más libremente posible", no puede evitarse tampoco la sensación de que ese tipo de libertad ya ha sido leída en otro lado. En el contexto de la literatura argentina, la prosa exacta, veloz y humorística, el absurdo que da por tierra con el realismo sin detener el fluir narrativo son el sello insoslayable de la pródiga obra de César Aira. Havilio es consciente de este diálogo con la tradición. Al menos si se tiene en cuenta el epígrafe del cuento "Help a él", de Fogwill, una reescritura de "El Aleph", de Borges. Otro Aleph aparece en el relato, entre las piernas de la pequeña Antonia, una cita que el narrador se niega expresamente a completar, pero que señala el anhelo de una literatura engendrada por el futuro.
No se trata de la mera copia del estilo de Aira sino de un intento de abrirlo a nuevas posibilidades. El rasgo central de esa síntesis es que Pequeña flor nunca pierde su tensión dramática, sostiene el pathos de los personajes y la densidad sensible de su relación amorosa, hasta que, al final de la novela, la incapacidad de matar de José vuelve a la trama de un modo sorprendente que deja el relato en suspenso.
La aventura de Havilio en tierra aireana es interesante y explota su evidente talento narrativo, pero la obra del autor de Ema la cautiva y sus gestos ya fatigados también por otros son de tal peso y pregnancia en la literatura del presente que resulta muy difícil leer Pequeña flor lejos de la sombra de su modelo.
Pequeña flor
Iosi Havilio
Random House
128 páginas
$ 129