La final estaba escrita: curiosidades y datos insólitos sobre los mundiales
En las librerías se consigue un “seleccionado” de títulos sobre fútbol, ideales para descubrir si hubo otras finales en la historia tan intensas como la del domingo
- 8 minutos de lectura'
Como suele ocurrir cada cuatro años, las editoriales publican un seleccionado de títulos para disfrutar (o soportar) la espera entre un partido y otro, y entre una Copa del Mundo y la siguiente.
Una de las reediciones actualizadas es Historias insólitas de los mundiales de fútbol (Planeta, $4100), del periodista Luciano Wernicke. Como indica el subtítulo, Curiosidades y casos increíbles de Uruguay 1930 a Qatar 2022, el autor presenta historias de los campeonatos que, aunque parezcan inverosímiles, ocurrieron. Muchas son sobre finales.
“Para el Mundial de Uruguay 1930, la FIFA comunicó que en los partidos se usarían pelotas argentinas -dice a LA NACION-. ‘Se estudiaron las propuestas de pelotas de juego y se resolvió por unanimidad adoptar las de industria argentina’, publicó el matutino La Prensa. Dos días más tarde, el mismo diario indicó que el comité ejecutivo del campeonato había dispuesto en una de sus reuniones utilizar para todos los partidos del certamen pelotas de fabricación argentina, pero tal resolución se vio sometida a una delicada cuestión, debido a que el ministro de industria uruguayo intercedió para que también pudieran emplearse pelotas uruguayas sin tiento. Y se dispuso que se llevaran a la cancha pelotas de ambos tipos, para que los capitanes y jueces, de común acuerdo, eligieran la que tuvieran por más conveniente”.
Ambos balones eran similares, cuenta Wernicke. “De cuero, color marrón oscuro, con gajos rectangulares y con costura exterior. La única diferencia era su tamaño: el oriental era un poco más grande. Salvo en los encuentros en los que intervino Uruguay, en todos los demás los equipos prefirieron los balones argentinos. En la final entre el seleccionado local y su clásico rival rioplatense, como los capitanes no se pusieron de acuerdo, el árbitro belga Jan Langenus determinó que se usaran las dos pelotas: la visitante en el primer tiempo y la oriental en el segundo. No son pocos los que atribuyeron a esta peculiaridad la victoria final uruguaya por cuatro a dos: el primer tiempo había culminado 2 a 1 a favor de los argentinos”.
“Qatar 2022 ha ratificado que el Mundial de Fútbol no es solo una cita deportiva, sino también un espacio donde conviven aspectos culturales, sociales, políticos y económicos -sostiene Wernicke-. Las historias de mi libro relatan, por supuesto, las grandes hazañas futboleras, pero también casos increíbles como el de un hombre que apostó a su esposa en un partido u otro que se lanzó a nadar a un río repleto de cocodrilos para ganar un concurso que otorgaba dos entradas para una final”.
Esta será la primera final mundialista entre la Argentina y Francia, y la undécima entre un equipo europeo y uno sudamericano. “Los sudamericanos se imponen 7-3 -consigna-. Hace sesenta años que un seleccionado no gana dos finales consecutivas, como pasó con Brasil en 1958 y 1962″, concluye, ilusionado.
El sello Clave Intelectual (nuevo nombre de Capital Intelectual, como comunicó días atrás José Natanson, director del Grupo Insud) relanzó Historias secretas de los mundiales, del periodista Alejandro Fabbri ($4200), donde recorre 92 años de historia y 21 mundiales. “Esa fue la idea -escribe el autor-. Reunir, comprimir y contar historias con todos sus condimentos. Agrias, dulces, llamativas y exitosas. También hay espacio para personajes inolvidables que troncharon sus vidas por el destino, la fatalidad o errores humanos. El fútbol es único también en sus narraciones”.
En el epílogo, Fabbri reflexiona sobre la relación de los argentinos con el fútbol. “Los argentinos somos especiales -afirma-. Amamos nuestra tierra, practicamos un patriotismo relativo, nos enojamos con suma facilidad cuando algo no sale como nosotros queremos, pero al mismo tiempo nos inflamamos de pasión cuando hablamos de fútbol y creemos ser los mejores cuando la Copa del Mundo se divisa en el horizonte. En esos momentos ganamos todas las discusiones, no tenemos miedo a los adjetivos descalificativos y a la subestimación de cualquier rival, por más que tenga una historia grande y haya ganado mucho o poco. Es claro que la creencia de que somos especiales en el fútbol la tenemos metida en la cabeza desde hace muchísimo tiempo”. Según el autor, hay una tendencia a la victimización más que a la autocrítica. “Somos los campeones de la teoría conspirativa”, asegura.
“Golazo editorial” para la hinchada de los lectores, Operativo Tilcara 86. Diez días que valieron un mundial (Sudestada, $1900), del periodista Juan Ignacio Provéndola, reconstruye la historia de la insólita “pretemporada” que se le ocurrió hacer al director técnico Carlos Salvador Bilardo en la previa del Mundial de México en 1986. El libro, cosecha 2022, tiene un prólogo del periodista Gustavo Veiga.
“En un pueblo entonces ignoto de tres mil habitantes a más de dos mil metros sobre el mar es donde Bilardo decidió en enero de 1986 escribir una de las historias más alucinantes de nuestro fútbol -dice Provéndola a LA NACION-. En Tilcara comenzó el auténtico kilómetro cero de un camino que concluyó seis meses después, con la consagración en el estadio Azteca. Fueron diez días de adaptación ante un clima hostil y condiciones austeras: las mismas que se vivirían en México; a la Quebrada viajaron catorce jugadores, doce de ellos luego convocados al Mundial”.
Según cuenta el autor, el “mito” sobre una supuesta promesa incumplida a la Virgen de Copacabana tapó durante mucho tiempo un relato más profundo e interesante. “Eso lo que procuré reparar con Operativo Tilcara 86, un libro de lectura rápida pero que me llevó cinco años de trabajo hasta la publicación”. ¿En qué se parece este episodio a lo que ahora se vive con la selección nacional? “En que, en ambos casos, y como siempre, el fútbol es ciencia y religión, razón y fe -responde Provéndola-. Hacer y también creer”.
Hay en la “biblioteca mundialista” una novela. En ¿Podrán los robots dominar el fútbol mundial? (Uoiea!, $2300), de Nicolás Guglielmetti, se narra la historia de Toro, un futbolista argentino que falló en la final del Mundial de Fútbol de 2014 y que con su error decepcionó a todo un pueblo. Entre la ciencia ficción y la “conspiranoia”, se desenmascara un plan secreto para que la Argentina perdiera ese partido contra Alemania. Es, también, una novela sobre la amistad entre Nico y el futbolista.
“La idea se gestó en 2014 tras la final que el seleccionado perdió con Alemania -dice Guglielmetti a LA NACION sobre su tercera novela-. Ahí empecé a percibir el hostigamiento de los haters de las redes sociales para con algunos jugadores del equipo de Alejandro Sabella y esto me dio pie para la construcción de un personaje que diera cuenta de la condena social a la que ciertos jugadores fueron sometidos. Quise construir un personaje al que toda la marea de exitismo se le viniera en contra a tal punto de tener que exiliarse. Prosperó como una ‘biografía no autorizada’ hasta que, charlando con Mat Guillán, editor de Uoiea!, decidimos redireccionar la trama con una teoría conspirativa en que el árbitro principal de esa final era ni más ni menos que un robot dirigido por la propia FIFA para perjudicarnos”.
Guglielmetti admite que está subido a la Scaloneta desde la primera hora. “La derrota con Arabia Saudita primero me desconcertó y luego puso en evidencia lo que el libro quería plantear a través de la introducción de las nuevas tecnologías en el fútbol -asegura-. El VAR y los offsides automáticos le privaron el triunfo a la selección en aquel primer encuentro y la sometieron a una presión de jugar cada partido siguiente como si no hubiera mañana. Eso, y haber perdido el invicto tras 35 partidos, nos bajó a tierra y nos fortaleció mentalmente; a las puertas de una final me parece que nos deja en una mejor posición con respecto a Francia que viene casi sin despeinarse. El equipo de Lionel Scaloni trascendió el exitismo y para los ‘escalonistas’ lo que venga el domingo es una yapa que incluso deseamos más por Messi que por nosotros mismos. Espero que el domingo triunfen los humanos y que los que tienen la camiseta celeste y blanca puedan poner la rúbrica a tanto derroche de coraje y humanidad”.
Entre los grandes escritores sudamericanos que amaron el fútbol está el uruguayo Eduardo Galeano. Su pasión por el deporte se comprueba en uno de sus “clásicos”: Cerrado por fútbol ($4190). “El título del libro refiere a una situación entrañable: al comienzo de cada Mundial y durante todo el mes, él colgaba en la puerta de su casa un cartelito con esa advertencia, hecho a mano y recubierto con plástico transparente para protegerlo de la lluvia”, cuenta el director editorial Carlos Díaz en una nota preliminar.
Este volumen, con prólogo del periodista Ezequiel Fernández Moores (donde cuenta que Messi le envió una camiseta firmada al escritor) e ilustraciones de Rep, se complementa con El fútbol a sol y sombra ($4990), otro libro de Galeano para disfrutar antes y después del nuevo capítulo de la historia de los mundiales que se escribirá este domingo.
Otras noticias de Arte y Cultura
Más leídas de Cultura
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
“Enigma perpetuo”. A 30 años de la muerte de Liliana Maresca, nuevas miradas sobre su legado “provocador y desconcertante”
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
Esta tarde. Se presentó un libro que recorre vida y obra de un notable médico en el Museo Mitre