Roger-Pol Droit: "No podemos ver la vida desde afuera"
Interlocutor privilegiado de Michel Foucault, el pensador francés busca estrategias novedosas, y aun insólitas, de acercar la filosofía a los problemas de la vida cotidiana
Roger-Pol Droit es un filósofo atípico que reniega de los intelectuales, medio en broma, medio en serio. Hace tiempo que llegó a la conclusión de que hay que fiarse menos de la cabeza y más del corazón. Que reflexionar está muy bien, sí; pero que lo importante es sentir.
Destacado pensador, su obra abarca ambiciosos ensayos; sesudos trabajos de investigación sobre las tradiciones filosóficas chinas, indias y tibetanas, así como obras divulgativas. Apuesta por experimentos como proponer al lector una serie de ejercicios insólitos que lo descoloquen y lo conduzcan a una reflexión.
El asombro, defiende con ahínco, conduce a la filosofía. Correr por un cementerio. Llamarnos por teléfono a nosotros mismos. Beber y orinar al mismo tiempo. Éstos son algunos de los experimentos que propone al lector para despertar un cuestionamiento de lo establecido. Lo hizo en 101 experiencias de filosofía cotidiana, libro de fitness filosófico -cosas del marketing editorial- con el que vendió 100.000 ejemplares en Francia y que acaba de salir en España. Y en su nueva obra, Si sólo me quedara una hora de vida (Paidós), se somete a sí mismo a uno de sus experimentos: imaginar qué haría si sólo le quedara una hora de vida para descubrir qué es lo esencial. La vocación experimental no lo abandona y factura una obra con querencia poética a caballo entre el ensayo, la filosofía y una literatura que denomina jazzy, es decir, en la que improvisa y se deja llevar. "Es un juego serio", afirma Droit (París, 1949), que fue consejero de actividades filosóficas en la Unesco entre 1993 y 1999, en una sala del Instituto Francés de Madrid.
-Es usted un filósofo que recurre al humor y a lo insólito. ¿No hay necesidad de ser serio para construir argumentos de peso?
-Uno de los errores en los que incurrimos es confundir lo serio con lo aburrido. Se pueden decir cosas importantes con un tono ligero, incluso divertido. Creo que en lo insólito hay un valor filosófico al descolocar la mirada. El asombro es el punto de partida de la filosofía. Nos falta asombro.
En Si sólo me quedara una hora de vida elige usted el momento final para hablar sobre lo que es importante en la vida.
-Opté por esta aproximación para intentar llegar a un momento de verdad. Imaginemos que nos quedan 3600 segundos por delante. Es una ficción que nos pone frente a lo que no queremos ver: el carácter finito de nuestra existencia. Si nos queda una hora, ¿qué decidimos hacer de esencial? Uso este dispositivo para exponer lo que me parece más importante de lo que he comprendido de la vida.
-¿Y qué comprendió de la vida?
-Lo primero, que hay que elegirla. No la podemos ver desde afuera, estamos inmersos en ella. No sabemos exactamente de qué se trata, pero lo que podemos decir es lo que nos enseñan nuestras sensaciones. ¿Qué me ha enseñado la vida? La duda, la ignorancia y la confianza en las sensaciones físicas.
-Parece que la gente busca cada vez más respuestas en los filósofos en una especie de búsqueda de la felicidad.
-Hay una especie de imperativo de ser feliz, en todas partes, todo el tiempo. Resulta sospechoso: cuando te lo repiten tantas veces es que algo no funciona. En la obsesión actual por la felicidad, hay un síntoma del deseo de eliminar lo negativo. Pero no hay vida sin aspectos negativos, y positivos. La idea de una felicidad sostenida, sin estrés, sin angustias, no me parece muy humana ni interesante. Es algo con lo que se sueña en una época que es, efectivamente, angustiada, fragmentada. Hay que ser feliz en casa, con la pareja, en el trabajo, en la cama, en las vacaciones... ese imperativo permanente me parece un imperativo de control social.
-En 101 experiencias... recurre a puntos de partida insólitos para desencadenar experiencias filosóficas. ¿Es eso una extravagancia?
-No, no lo creo. Intento suscitar asombro, generar un clic.
-¿Hay una voluntad de provocación?
-A veces sí, a veces no. No obligatoriamente. Hubo una que suscitó muchos comentarios que fue la de beber mientras meas. ¿Es eso filosofía? Por supuesto que no, no estoy loco. Pero si se proponen cosas asombrosas, insólitas, que hacen que uno reflexione sobre una cuestión, no es filosofía propiamente dicha, pero es una puesta en marcha hacia la filosofía.