Rodolfo Enrique Fogwill
Años atrás, Fogwill contó que había escrito Los pichiciegos en lo que tardan en consumirse dos días y medio y doce gramos de cocaína, a partir de un comentario de su madre sobre el hundimiento de un barco inglés, en Malvinas. La anécdota se hizo muy conocida. En una visita a su madre, ella le dijo: "¡Hundimos un barco!". Fogwill convirtió: Mamá hundió un barco. La frase dio origen a la novela.
Casi 30 años después, ya sin recurrir a los estimulantes ("cero absoluto, hace más de diez años que no me drogo"), Fogwill escribe entre las seis y las siete de la mañana ("cuando me despierta la vejiga") y no precisa más que treinta o cuarenta minutos para producir entre tres y cuatro carillas. "Me burlo de los que temen a la página en blanco. Antes que a la página en blanco, yo le temo a la página en negro, a preguntarme: ¿cómo pude haber escrito esta estupidez?"
No escribe a mano porque no entiende su letra y es un precursor entre los escritores argentinos que redactan en computadora. "Yo pude acceder a la máquina IBM con bochita en 1976, que para mí era como para otros tener una Mont Blanc. Me sentí globalizado. En 1979 tuve mi primer procesador de palabras. Y escribo en computadora desde que apareció la Commodore." Hoy utiliza una notebook y una configuración del procesador de palabras, por lo menos singular. "Trabajo con fondo oscuro, azul, en Word. En Linux, fondo negro y letra blanca. En Word, uso tipografía automática. Tamaño 10, formato Arial. La letra la ves blanca sobre azul." El uso intensivo de la computadora, sin embargo, le produce una curiosa reacción cutánea. "A pesar de que uso el fondo oscuro, cuando escribo me tengo que poner Bagovit A en la cara porque la luz de la pantalla te reseca la piel", dice.
En cuanto a la composición de la trama y de los personajes, Fogwill se declara un escéptico. "No existen los personajes. Invento en el momento. No soy de los que saben la última frase, ni soy de los que les ponen nombre a los personajes. Ahora todos tienen un nombre y un apellido. ¡¿Por qué no les ponen el DNI también?!"
Tampoco le gusta la idea de redactar en las mesas de café. "Ése es un goce perverso y burgués del escritorzuelo", dice. Sin embargo, no necesita la comodidad y el silencio de un estudio para producir. "Puedo escribir en lugares públicos, como en aeropuertos o el Club Ciudad. Pero mi mejor cuento lo escribí en un barco. Cuando salió la Smith Corona a pila, me compré un transformador, la conecté en la batería del barco y escribí ‘Muchacha punk’ en la noche de Navidad de 1978."