Museos en la mira. Asaltos, robos hormiga y de guante blanco: casos memorables que hicieron historia
Mientras se investiga la desaparición de piezas de la colección del Museo de Arte Decorativo, un repaso por los grandes golpes al arte y el patrimonio en nuestro país, el mundo y hasta en la ficción
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Quien roba un museo nos despoja de bienes culturales irremplazables: le roba a toda la sociedad. Recientemente, el Museo Nacional de Arte Decorativo cerró sus puertas para esclarecer el robo de dos cuadros, tres jarrones y seis objetos de vidrio, piezas históricas sustraídas mediante la modalidad de “robo hormiga”.
Mientras en el museo que funciona en el Palacio Errázuriz Alvear, diseñado en 1911 por el arquitecto René Sergent en estilo neoclásico francés, la investigación recién da sus primeros pasos, hay otros casos protagonizados por valiosas piezas de arte que aún no se lograron dilucidar. Por ejemplo, no se encontraron las quince obras de Antonio Berni, robadas con armas largas, en 2008, cuando eran trasladadas desde Munro hasta la casa de José Antonio Berni, hijo del artista.
Estas pinturas expoliadas por piratas de asfalto iban a entregarse en comodato al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Lo más abrumador del caso es que mientras la justicia condenó a los culpables directos del delito, y hasta cumplieron su condena, aún no se tienen pistas de las pinturas del padre de Juanito Laguna y Ramona Montiel.
Navidad en el museo
El 25 de diciembre de 1980, mientras todos celebraban la Navidad tras el brindis, el MNBA fue blanco del mayor robo de pinturas de la historia argentina. Los delincuentes entraron por el techo a través de unos andamios que se habían colocado en el interior del museo para una reforma edilicia. Un dato ilustra el desdén de entonces hacia el patrimonio nacional: no había alarmas y, por la noche, apenas dos empleados de seguridad cuidaban todas las salas del mayor museo del país (hoy la seguridad nocturna del museo incluye diez vigilantes).
Los delincuentes se llevaron 16 obras de Henri Matisse, Auguste Renoir, Paul Cézanne, Paul Gauguin, Charles Lebourg, Juan Manuel Blanes, Honoré Daumier, Edgar Degas, Auguste Rodin y Eugène Boudin. Robaron también objetos de porcelana y jade. Junto con las pinturas y las acuarelas, el total del botín está valuado en unos 20 millones de dólares.
Retrato de mujer de Renoir, El llamado de Gaugin y Recodo del camino de Cézanne, tres de aquellos cuadros, fueron encontrados 25 años después en París y repatriados por Interpol. Se llegó a la conclusión de que el hombre de origen taiwanés que llevó las piezas a Francia regresó a la isla contrarreloj cuando se dio cuenta de que había sido descubierto. Desde el Departamento de Protección de Patrimonio Cultural (Policía Federal-Interpol), estipulan que las obras robadas se encuentran actualmente en Taiwán. A pesar de que año tras año se pide colaboración para avanzar con la investigación, las autoridades de ese país aún no dieron ninguna respuesta ni ayuda.
Gordon, líder de una banda que traficaba arte
En noviembre de 1983, un grupo de delincuentes a cara descubierta robó el Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estévez, en Rosario. Encañonaron a un empleado de limpieza, ingresaron a las salas y seleccionaron obras de El Greco, José de Ribera, Francisco de Goya, Bartolomé Esteban Murillo y Alonso Sánchez Coello. Sacaron las telas de sus respectivos bastidores y, acto seguido, escaparon.
Por el modus operandi, los investigadores establecieron un vínculo entre este robo y el asalto perpetrado en el museo Castagnino de Rosario, en 1987, donde se llevaron Felipe II de Tiziano, Retrato de hombres con Pelliza de El Veronés, Paisaje con frailes y lavanderas de Magnasco, Un evangelista de El Greco, y Palomas y pollos y Bandidos matando a hombres y mujeres, estas dos últimas de Goya. De este conjunto de obras sólo se logró recuperar, con la cooperación del FBI, Palomas y pollos, de Goya, en Miami.
Los investigadores determinaron que ambos golpes fueron realizados por la banda de Aníbal Gordon, quien había integrado la Triple A de López Rega, fue miembro de grupos de tarea en la dictadura y responsable del Centro Clandestino de Detención conocido como Automotores Orletti.
Finalmente, una pintura sustraída por esa banda fue recuperada en 1995. Retrato de doña María Teresa Ruiz de Apodaca y Sesma, de Goya, estaba en manos de Ernesto Guzmán, lugarteniente y chofer de Gordon, quien fue detenido cuando intentaba huir por las calles del barrio de Belgrano con la tela oculta en su camioneta. Además, se logró recuperar Santa Catalina de Murillo, cuando intentaban venderla en Uruguay.
Un van Gogh en manos de la Camorra
El Museo de Van Gogh, en Ámsterdam, sufrió dos atracos inolvidables. En 1991, los ladrones se llevaron 20 cuadros, entre los que se encontraban Los Girasoles, famosa creación cuya proyección puede verse actualmente en Imagine Van Gogh. Las piezas se encontraron en apenas media hora adentro de un vehículo, a tres kilómetros del lugar. En 2002, el mismo museo sufrió un nuevo robo: se llevaron Vista de la playa de Scheveningen y Salida de la iglesia de Nuenen, ambos lienzos se recuperaron catorce años después.
De 44 años, Octave Durham, artífice del último de estos delitos y con condena cumplida, confesó: “No robé Los girasoles porque no cabían en la bolsa”. Lo dijo en un documental del programa Brandpunt, en la televisión pública holandesa, estrenado cuando las dos pinturas regresaron a la institución de Ámsterdam. El asalto le demandó poco más de tres minutos: decidió dejar Los comedores de patatas y Los girasoles, dos estandartes del artista, porque le resultaron muy grandes para huir por una claraboya del tejado por donde había ingresado. Justamente al escaparse, dañó una de las obras.
Los dos cuadros robados fueron comprados por la Camorra. En manos de la organización delictiva, la obra devino mero objeto de cambio, otorgado a la fiscalía de Nápoles para lograr de la reducción de la pena de Raffaele Imperiale, un narcotraficante que le había comprado la pieza a Durham.
Retrato de una dama robada y abandonada
Tras casi 23 años de haber desaparecido en un misterioso robo, Retrato de una dama de Gustav Klimt reapareció en la Galería Ricci Oddi en Piacenza (Italia) donde había estado hasta que en 1997 fue robada cuando estaba por trasladarse para una exposición. La pieza, que en aquel momento se estimaba en un valor de 66 millones dólares, fue encontrada por unos obreros, que hacían tareas de refacción, adentro de una bolsa de basura, en la cavidad de un muro, protegida con una chapa cubierta de hiedra. Se cree que los delincuentes la dejaron en ese escondite para recuperarla más tarde, pero con la gran repercusión internacional del caso se echaron atrás.
La más enigmática y popular
El 21 de agosto de 1911, un día en el que el Louvre estaba cerrado, Vincenzo Peruggia, antiguo empleado del museo que justificó el atraco por las burlas que padecía al ser inmigrante, se llevó con absoluta calma La Gioconda, el retrato que Leonardo Da Vinci hizo de Lisa Gherardini, una mujer joven, esposa de Francesco del Giocondo, rico comerciante de seda florentino.
Vestido con un traje blanco como el que usaban los trabajadores del Louvre, Peruggia descolgó el cuadro, lo escondió y se fue caminando. Antes de que la obra fuera hallada, la policía siguió varias pistas sin éxito.
Llegaron a meter presos a los jóvenes Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire como sospechosos del robo. Ambos tenían antecedentes por un caso en el que el genial malagueño había comprado, por intermedio del poeta, dos estatuillas ibéricas que habían sido robadas del museo de París. Pero por el caso de la Mona Lisa ambos artistas fueron declarados inocentes y puestos en libertad a los pocos días.
Tras dos años, la pintura más famosa fue recuperada cuando atraparon a Peruggia tras entregarle la pintura a Alfredo Geri, un anticuario de Florencia.
Para muchos especialistas el robo potenció la fama de la mujer florentina de inigualable rictus, cuya imagen además ha sido ampliamente copiada. ”De repente se transformó en una celebridad al estilo de estrellas de cine y cantantes”, escribió Darian Leader, autor de Robar la Mona Lisa: lo que el arte no nos permite ver.
Los medios cubrieron ampliamente el robo; la gente asistió al museo sólo para ver el hueco que había quedado en la pared donde antes colgaba la obra de Leonardo. Ninguna de las grandes joyas del Louvre —La libertad guiando al pueblo de Delacroix y La balsa de Medusa de Gericault— alcanzaron jamás la popularidad de la enigmática dama.
Como un thriller
Robar un museo es vulnerar un espacio cuasi sagrado, que alberga no sólo obras de valor económico incalculable, sino de una magnitud simbólica e histórica imposibles de reponer. Las inquietudes se suceden: cómo planifican un robo; quién gozará de la obra en absoluta soledad; cómo es el perfil de la persona que se atreve a comprar una joya de la historia del arte que sabe que ha sido expoliada. Además: qué destino tendrá ese original. ¿Se harán varias falsificaciones para introducirlas como auténticas en el mercado ilegal? ¿Puede el hampa utilizar obras de arte robadas como moneda de cambio para negociar su libertad?
Esta última cuestión se incluye en la miniserie Esto es un atraco: El mayor robo de arte del mundo, en Netflix, que pone el foco en el robo en el museo Isabella Stewart Gardner, en Boston, en 1990. Se trata de uno de los mayores robos de la historia del arte, que incluyó, entre 13 piezas de la colección valuadas en unos 500 millones de dólares, El concierto de Johannes Vermeer y La tormenta del mar de Galilea, la única marina de Rembrandt.
En Topkapi, de Jules Dassin, diseñan un plan para robar una valiosa daga en un museo de Estambul; El tren, de John Frankenheimer, está cargado de tesoros de arte; La emboscada, de Jon Amiel, con Sean Connery y Catherine Zeta-Jones; El robo más grande jamás contado de Daniel Monzón y otra comedia española La banda Picasso de Fernando Colomo, entre muchas otras películas, llevaron al cine el imaginario de los robos a los museos.
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