Roberto Bolle: “No quiero hacer cosas simplemente bellas, sino que tengan fuerza”
Con esta primera y esperada visita a Buenos Aires, el Teatro Colón se sale de la lista de los grandes asuntos pendientes para la estrella italiana: un bailarín con vida de popstar
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Al día siguiente de su llegada a Buenos Aires -su esperada primera visita-, el italiano Roberto Bolle, lo que se llama una estrella con todas las letras en el mundo del espectáculo, recibe a LA NACION en el Teatro Colón, donde debutará este domingo con Caravaggio. Dejaba atrás una semana completa de funciones sobre la célebre mesa redonda del Bolero de Béjart y, casi sin descanso, avión mediante, ensaya ahora una obra que para él es “estreno total”. Sucede que aunque haya bailado en algunas galas internacionales fragmentos de este ballet contemporáneo de Mauro Bigonzetti, es la primera vez que asume el rol del pintor que lleva adelante la pieza, de forma integral. “Hay muchos personajes con los que Caravaggio dialoga. En un plano simbólico con la luz y la sombra. Y en un dueto muy fuerte y muy sensual con otra figura masculina, que es como un alter ego. Pero también se encuentra con los hombres y mujeres de la calle y se relaciona con ellos. Es un personaje retorcido, con un dolor y una incomodidad que le da una gran profundidad en su arte”, reflexiona el bailarín, de 48 años.
-¿Ha tenido contacto con sus cuadros personalmente?
-¡Sí! ¡Muchísimas veces! En Italia está por todas partes, no solamente en los museos. Tenemos las iglesias llenas de su arte extraordinario. Y Caravaggio es uno de mis pintores preferidos. Fue un revolucionario, por cómo supo usar la luz y la sombra y revolucionar el color.
-¿Cómo traduce Bigonzetti ese lenguaje de la plástica al movimiento?
-La obra tiene una base clásica, muchos personajes bailan en puntas, pero con un gesto contemporáneo. Creo que se puede explicar como “técnica clásica revisitada”, con movimientos mucho más libres y a la vez muy controlados. Trabaja mucho con los equilibrios fuera de eje y toda una expresividad que pasa por la parte superior de los cuerpos. Hay una gestualidad muy fuerte en los rostros y en las manos. Esa fuerza que le imprime a la coreografía la hace muy particular, es un sello de Bigonzetti. En los momentos más dramáticos logra ese pathos, esa llegada al público.
-¿Cómo se sale de un coreógrafo y se entra en otro? De Milán a Buenos Aires, de Béjart a Bigonzetti: ¿se siente el jet lag?
-No, porque disfruto mucho el cambio. En esta etapa de mi carrera, no quiero hacer cosas que sean simplemente bellas estéticamente. Quiero bailar cosas que tengan mucha fuerza y personalidad. Por eso hice el Bolero. Es una obra maestra, un ballet con una gran carga emotiva. No hay una historia, se trata del encuentro escénico de la fuerza y la música. Y en el caso de Caravaggio hay personajes definidos y hay una evolución. Me entusiasma poder debutar en un rol de dos actos con tanto compromiso emotivo, porque he bailado tantos papeles ya, que me quedan pocos sin hacer.
-¡Y por fin va a bailar en el Colón! Los intentos anteriores quedaron suspendidos por la pandemia y cambios en la programación. ¿Cómo fue la llegada a este teatro?
-Es uno de los teatros más bellos del mundo. Uno de los que me faltaba conocer, porque he trabajado en todos los grandes. Y he quedado fascinado por la belleza de la sala.
-¿Tiene una lista de teatros pendientes?
-Este era el último. Pero aclaro que eso no implica que esté pensando en mi retiro.
-¿Nunca se le pasa por la cabeza retirarse?
-Lo pensé mucho en el momento más restrictivo de la pandemia, porque se veía muy lejano y difícil el regreso a los escenarios. Entonces me pregunté cómo haría para volver. Porque nuestra profesión necesita mucho trabajo cotidiano, pero fue posible y estoy feliz de haberlo hecho.
"El Colón es uno de los teatros más bellos del mundo. Uno de los que me faltaba conocer, porque he trabajado en todos los grandes. Y he quedado fascinado por la belleza de la sala."
-En sus redes sociales muestra muchos momentos de trabajo y la gente, que lo sigue y responde con cariño. Pero también aparecen opiniones invasivas sobre su cuerpo, su alimentación o su entrenamiento. ¿Cuánto le afectan o no esas opiniones?
-La verdad es que no me influyen porque provienen de gente que no me conoce. No pueden acusarme de sufrir anorexia, me gusta comer. Yo disfruto mucho de la cocina.
-¿Le gusta cocinar? ¿Con qué plato agasaja a sus invitados?
-Si vienen a mi casa los puedo recibir con un risotto. El que me gusta más es el risotto alla zucca (con calabaza naranja). En la región del Piamonte, de la que yo vengo, se produce mucho arroz y es un plato con mucha tradición familiar.
-Ha vivido en muchas ciudades y viajado mucho, ¿adónde siente que queda su casa?
-Puedo andar por el mundo, pero desde los 12 años que vivo en Milán, allí está la base para todos mis proyectos. Cuando regrese de Buenos Aires voy a participar allí de la Gala Fracci [en homenaje a la legendaria bailarina Carla Fracci, que murió en mayo de 2021]. Y luego todo julio de estaré de gira por Italia con Bolle and Friends [su formato de espectáculo de gala con invitados]. El verano es perfecto para bailar en estadios y espacios al aire libre. La Arena de Verona, por ejemplo, es un lugar hermoso y monumental que puede albergar varios miles de personas.
-¿Es el primer bailarín que saca el ballet a aire libre en Italia?
-No, ya se había hecho antes. Carla Fracci y la compañía de Béjart lo habían hecho tiempo atrás, pero se había cortado un poco la costumbre. Cuando fui por primera vez a la Arena de Verona, me dijeron que no había este tipo de espectáculos hacía 20 años. Es hermoso poder recuperar la popularidad de la danza y llevarla a esos lugares.
-¿Se siente un popstar en esos espacios?
-Un poco sí [risas]. Cuando tomé conciencia de la cantidad de espectadores que reúnen estas galas, me sentí un poco así, porque la energía de tanta gente junta disfrutando es muy arrolladora. Pero la vida cotidiana del bailarín, la disciplina y el rigor del entrenamiento no permiten excesos.
-Y en cuanto a la popularidad ¿Puede circular por la calle libremente sin que lo aborden los fans?
-En Italia no puedo caminar por la calle sin camuflarme. Por eso disfruto los viajes también. Acá sé que puedo salir tranquilo del teatro.
-En su página web está disponible todo tipo de merchandising con su autógrafo. Una novela gráfica, bolsas de tela, tazas, botellas recargables y remeras con su rostro. Poner en circulación tantos productos para los fans lo libera un poco del abordaje en la calle.
-Lamentablemente no, porque en cuanto me reconocen quieren una selfie. De eso no se puede escapar.
-La fama también da poder. ¿Levanta el teléfono y todos dicen que sí?
-Sí, pero no creo sea por mí. Es por la oportunidad de bailar en esos espacios que son inolvidables en la carrera de cualquier bailarín. El teatro Antiguo de Taormina, o las Termas de Caracalla son lugares increíbles.
-Muchos de los amigos convocados son varones. ¿Están bailando más que las mujeres?
-No, pero es cierto que tienen un espacio destacado. En el programa de Bolle and Friends hay un dueto entre varones y varios solos.
-¿Cambió la percepción de la sociedad sobre los bailarines varones?
-Sí y se nota muchísimo. Es algo que puede verse en el número de chicos que entran a las academias de danza. Cuando yo empecé de pequeño éramos uno o dos, ahora hay diez. Creo que se ha naturalizado que los varones bailen, también por la influencia de los shows de talentos en la televisión. Ya es cada vez más habitual y eso es muy importante para la cultura de masas.
-Hablando de la danza en televisión. ¿Hay planes de hacer nuevamente el show de año nuevo en la Televisión italiana?
-Todavía no lo sé, pero como se graba unas semanas antes, creo que lo confirmaré en un par de meses. Cuando empezamos hace siete años ni me imaginaba que podía hacer un show televisivo tan grande en una fecha central como el primer día del año y llegar a todas las casas. Eso cambió la percepción del público que no era balletómano.
-¿Cuáles son sus planes para el resto del año?
-Después de la gira por Italia, en agosto voy a bailar en una Gala Internacional en Melbourne, Australia. Y en septiembre tenemos en Milán una nueva edición del festival On dance con clases abiertas gratuitas, workshops para profesionales y noches de danza. Desde que lo comenzamos en 2018 ha crecido mucho la convocatoria. El año pasado tuvimos más de 1600 bailarines provenientes de toda Italia para il Ballo in Bianco, que es una clase al aire libre en la que todos nos vestimos de blanco.
-Y en noviembre tiene funciones de Onegin en la Scala. ¿Es uno de sus roles preferidos?
-No podría elegir un solo rol, porque hice muchos. Y a lo largo de la carrera he ido cambiando mis preferencias también. En este momento, lo que más me gusta es el Bolero de Béjart, con la potencia de los instrumentos musicales que se van sumando y la fuerza los cuerpos que se unen en la danza. Es una explosión de intensidad.
-El rol es fuertemente identificado con el bailarín argentino Jorge Donn. ¿Fue un desafío entrar en un rol que el público asocia con un bailarín en especial?
-El público se renueva y además ya ha pasado mucho tiempo desde su estreno en el cine. Creo que Jorge Donn fue una referencia más para mí que para el público. Al inicio, una referencia conflictiva, pero creo que después logré hacerlo mío.
-¿Cómo fue el encuentro con el Ballet Estable del Teatro Colón?
-He visto un gran entusiasmo de la compañía por probar cosas diferentes. Venían de hacer El lago de los cisnes, un clásico absoluto. Es un contraste difícil, pero están muy entusiasmados.
-¿Trajo una lista de cosas para hacer en Buenos Aires en su tiempo libre?
-No, porque Mauro Bigonzetti ya estuvo como veinte veces aquí y me prometió que me va a llevar por todas partes, así que confío plenamente en él.
-¿Comerán un asado? ¿Probarán vinos argentinos?
-Soy vegetariano, sólo como algo de pescado de vez en cuando, así que la parte de ir a comer un asado no me interesa.
-¡Eso sí que es un problema! [risas] ¡La identidad nacional está basada en el asado y el fútbol!
-¡Lo sé! ¡Estoy condenado! [Risas] Ni el vino ni el fútbol me dan curiosidad. Pero si me gusta el tango y tengo muchas ganas de ir a una milonga y ver bailar a los tangueros.
-¿Ha bailado tango en el escenario?
-Sí, pero lo he bailado desde donde lo abordamos los bailarines clásicos. Por eso quiero ver como son los lugares tradicionales con sus códigos.
-¿Qué es lo que más extraña cuando viaja?
-Mi casa en general, porque es un espacio que hice a mi medida, que tiene mi decoración y no es impersonal como los cuartos de hotel. Es muy luminosa y tengo una terraza con plantas y flores. Así que disfruto de estar tranquilo y sentarme a disfrutar un chocolate.
-¿Se imagina en un futuro más tiempo allí?
-Me imagino un futuro más tranquilo, pero no tanto. Porque me gusta mucho viajar, no sólo por trabajo. Me gusta conocer lugares nuevos. En mayo, por ejemplo, estuve en Camboya y visité muchos templos. No es que sienta que tengo que trabajar todo el tiempo, pero me gusta estar en movimiento.
-Hablamos de iglesias y de templos. ¿Lo espiritual tiene un lugar importante en su vida?
-Sí. En algunos lugares o momentos siento que me conecto con algo superior, por eso me gusta frecuentar espacios espirituales, donde hay paz y una atmósfera que conecta con lo interior. Yo creo que nuestra profesión ya nos conecta con algo superior, porque el arte es un puente entre lo humano y lo divino.
Traducción de Morgana Marchesi
Para agendar
Caravaggio. Ballet en dos actos, con coreografía de Mauro Bigonzetti y música de Bruno Moretti, sobre Monteverdi. Por el Ballet Estable del Colón, con dirección de Mario Galizzi. Las ocho funciones se realizarán el domingo 28, a las 17; y el martes 30 y miércoles 31, a las 20, con los bailarines invitados Roberto Bolle y Maria Khoreva en los roles principales. En las funciones de 1°, 2 y 3 de junio, el papel de Caravaggio lo asumirá Juan Pablo Ledo, mientras que el 4, a las 17, y el 6, a las 20, será interpretado por Federico Fernández; siempre, con Camila Bocca como la Luz. Entradas desde $ 2000 (de pie) hasta $23.100 (plateas).
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