Ricardo Romero: “Es un error del ser humano creer que puede controlar lo que crea”
“¿Y vos qué harías si supieras que esta noche, a las tres en punto, se acaba el mundo?”, dispara “Big Rip”, una novela de ochocientas páginas repleta de personajes y teorías científicas escrita en una residencia de la Villa Marguerite Yourcenar
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Algo se rompió. Por eso flotan en el espacio más de cuatro mil satélites, un televisor de 14 pulgadas, el guante de un astronauta. Hay más cosas a la deriva, pero ya no importan. Sucedió la fractura. Antes, alguien preguntó: “¿Y vos qué harías si supieras que esta noche, a las tres en punto, se acaba el mundo?”. Lo dijo un personaje de Big Rip (Alfaguara), la nueva novela de Ricardo Romero (Paraná, 1976). Una historia de largo aliento de ochocientas páginas, donde el volumen también está dado tierra adentro de la historia, en los múltiples cruces de todo: muchos personajes, teorías científicas, y quien dice ciencia y literatura, trae a cuento a la ciencia ficción, aunque la novela es realista con elementos de lo fantástico, del terror. Y está el trabajo con la palabra. “Si yo voy a hablar de esta fractura -dice Romero-, necesito que el lenguaje también se comprometa. Si no pasa lo que con la ciencia ficción mainstream, de cine o tv, donde el relato es uniforme, pero el mundo se está destruyendo”. Romero nació en Entre Ríos, estudió Letras en Córdoba y finalmente se quedó en Buenos Aires en 2002. Al año de instalarse, empezó a dirigir la revista Oliverio. Entre varios de sus títulos publicados se destacan El síndrome de Rasputín, Historia de Roque Rey, La habitación del presidente.
Es editor. Recibió el Primer premio del Fondo Nacional de Las Artes. Docente en la UNA, donde da taller de narrativa y de géneros, a cargo de la comisión de ciencia ficción. Entonces, conocedor del paño, resalta: “El título es una teoría científica. No es novela de ciencia ficción, pero tiene géneros. Es como decía Levrero, que se molestaba cuando lo señalaban como autor de ciencia ficción o fantástico y él decía que era un autor realista, porque la realidad es muy extraña”. En la novela, un personaje le pregunta a otro si sabe lo que es el Big Bang. “El principio del universo”, le responden. Explica, luego, que el fin del mundo va a ser un Big Crunch. “A la gran explosión del principio, la sigue la gran implosión del final. El universo se va a comprimir hasta volver a ser una partícula”. Y todo transcurre en la que podría ser alguna provincia como Buenas Aires o Córdoba.
Lo que la ciencia sabe, lo que no, y las palabras
“Big Rip que es el gran desgarramiento -dice Romero-. El universo se está expandiendo a una velocidad en que crece; los científicos creen que crece porque lo que empuja es la energía oscura. Entre la energía oscura y la materia oscura hay un 95 por ciento del universo que no sabemos qué es. El resto es materia y energía, que sí conocemos, dominado por la ley de gravedad, que es la que mantiene unido el universo y lo que se desgarraría”. Hay palabras que suelen asociarse a otra, como músculo y desgarro. Entonces, el sentido puede bajarse del abstracto del espacio hasta el dolor humano. “Me interesaba trabajar con la experiencia del desgarro -resalta-, que es prepandémica. La pandemia sólo acentuó y aceleró algunos de los procesos que ya estaban instaurados”. Y a propósito de lo que al mundo le tocó atravesar, considera que a partir de la pandemia se empezó a habitar una distopía. “Lo que necesitamos es trabajar esta sensibilidad para ir enfrentando todos los cambios que vienen, sean sociales, íntimos, políticos”. Piensa en el diálogo como una herramienta para enfrentarlos. “Tratar de que no nos coma vivos ni tampoco rechazarlo de cuajo. Con la tecnología es más claro: no es que la tecnología nos convierte en algo mejor o peor, es una herramienta que se va a ir transformando en la medida en que le demos distintos usos, ahí se juega algo importante en lo político y lo poético. Adónde empieza una persona y dónde termina, hoy. Con el celular en el bolsillo, todos somos cyborgs”. Aparece la idea de que alguien maneje los hilos y subraya que él no es paranoico. “Pensemos en Internet, cómo funciona en todos los canales expresivos, incluso en las redes sociales. A pesar de que ellos manejen los contenidos, se filtraron muchas cosas que no van a poder manejar. Es un error del ser humano creer que puede controlar lo que crea”.
"Adónde empieza una persona y dónde termina, hoy. Con el celular en el bolsillo, todos somos cyborgs."
Para el autor, la tecnología es una herramienta, no necesariamente “el mal, el enemigo”. Lo relaciona con las propias elecciones, y dice: “¿Qué tipo de doctrina condiciona tu vida? Hay un discurso que estás eligiendo; a partir de eso algo va a estar bien y algo mal. Estamos en un momento de tantas transformaciones que es difícil aferrarse a una doctrina, tenemos que estar permeables y atentos, para convivir y encontrar la mejor manera. Si buscamos la mera supervivencia, podemos sobrevivir encerrándonos en nuestra doctrina, pero la convivencia es otra cosa y es algo más inestable y complejo; además de algo muy hermoso”.
En Big Rip, los personajes se transforman como la materia misma, así ocurre con Tomás y Alfonso. A los cinco años, Tomás pierde a su familia en un accidente y se obsesiona con dos cosas, “la existencia de los fantasmas y la suya”; Alfonso nota que “la tartamudez que descubrió en su trato con tanta gente extraña le marcó el camino”. Ambos, en la tercera parte de la novela, serán Theodoro y Charles. Dar cuenta de ese cambio, implica asumir que hay secretos. Una joven se enamora de un obrero que trabaja para su padre arquitecto, algo sucede, y nadie vuelve a ser quien fue. A propósitos de los secretos, se lee en la novela: “El único puente que no une con todos lo que alguna vez fuimos, no es la memoria, porque cada vez que convocamos un recuerdo, lo falseamos; el único puente son los secretos, porque sólo ellos permanecen iguales así mismos”. En la tercera parte, hay una continuidad de lo que se viene contando, pero años después. “Otra vez esta idea de la transformación. Estamos habitando momentos de transformaciones, no solo pandémicas. El feminismo trajo muchas y no sólo para las mujeres, para nosotros también. Se está transformando el lenguaje, la manera en que nos percibimos y que percibimos a los otros. Me parece un momento muy vigorizante”.
Empezó a escribir la novela en la residencia para escritores de la Villa Marguerite Yourcenar, Francia, en 2016. La terminó en cuatro años. Pero, el gen de la historia lo llevó dentro por años y es una frase que se repite a lo largo de la novela: “Un vaso con lava sobre la mesa de luz”. Dice Romero sobre esto: “Esa frase tiene 20 años. Yo sabía que era el principio de una novela que no podía escribir, intenté un par de veces y no salía. Hasta que en esa residencia ya no hubo vuelta atrás. Es como la escena primordial”.
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