Ricardo Piglia modelo 70: los años en los que nació el escritor
Los años felices, segundo volumen de sus diarios, se ocupa de la época en la que el autor diseñó su proyecto literario
Así como el primer volumen de los diarios de Ricardo Piglia, que él traficó bajo el nombre de Emilio Renzi, su personaje de siempre, llevaba el aséptico subtítulo Años de formación, el segundo habla de Los años felices. Hay un doble fondo en esa designación. El período que cubren estos diarios es probablemente el más crucial (como si lo crucial tuviera grados) de la literatura de Piglia: los siete años que van de 1968 a 1975. En la superficie no parecen muy felices: son, como siempre, los años de las rupturas amorosas, pero también de la soledad, la estrechez económica y la violencia política. Sin embargo, por otro lado, son también los años en los que Piglia empieza a ser Piglia, el escritor que conocemos, o incluso mejor, que reconocemos. El que escribe y publica Nombre falso, el que empieza a prefigurar Respiración artificial.
"¿Qué es personal y qué es histórico en la vida de un individuo cualquiera?", pregunta (¿se pregunta?) Piglia en el prólogo. La historia es la generación y Piglia trata de desmarcarse de ella, o más bien de desviar el mainstream, que siempre es cómodo porque ofrece soluciones, en el que gira como una noria esa misma generación a la que pertenece. Veamos. Domingo 5 de enero de 1969: "Tampoco me gustan los estilos afectados que circulan en la narrativa de mi generación: todos escriben con la voz de otro (sobre todo la de Borges, Onetti y Cortázar); por mi lado, a pesar de todo, una voz propia que no será necesariamente la mía, es decir, la que uso en la vida. Escribir con la sinceridad de un sujeto al que no conozco y que sólo aparece -o se asoma- cuando escribo".
Esto había quedado claro ya en una anotación de 1965 incluida en Años de formación a propósito de su primer libro: "Formalmente y en su estilo, La invasión no tiene nada que ver con Borges [...] En ese me diferencio de todos los escritores, que en general le copian hasta el modo de escupir. Nada tampoco con Cortázar, la otra plaga. Temáticamente la influencia es Arlt -demasiadas delaciones". De ahí al "Homenaje a Roberto Arlt" de Nombre falso no hay más que un paso y pocos años. Piglia también escribe con la voz de otro, pero de otro que él mismo se inventó.
Podríamos detenernos aquí en otro caso: Arlt. El Arlt de Piglia es una invención de Piglia: el sí mismo como otro. Vayamos a las pruebas. Para eso hay que citar una anotación de enero de 1969. "«Sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido», Borges. Usaré esta cita como epígrafe de mi próximo libro." Seis años más tarde esa cita aparece en Nombre falso. Piglia cumplió con lo prometido. Y sin embargo... Borges quedó en el camino y la atribución de la cita cae en Roberto Arlt. No se puede imaginar un gesto literario más programático que éste: atribuir a Arlt lo que dijo Borges.
La historia
La circulación de los diarios de Piglia tuvo sus propias particularidades. Para empezar, lo primero que conocimos de ellos fueron sus entradas más tardías, las del período en el que dictó clases en Princeton, esas que la Galería Jorge Mara-La Ruche publicó en el formidable catálogo para la muestra con trabajos de Eduardo Stupía que se llamó, justamente, Fragmentos de un diario. Salió después, ya bajo el nombre de su personaje, el primer volumen Los diarios de Emilio Renzi. Este segundo volumen, que se distribuirá la semana que viene, es entonces un poco el eslabón perdido entre el escritor en el umbral del canon y el escritor adolescente que simplemente quiere escribir.
Lo fascinante vuelve a ser ahora el modo en el que Piglia pone en abismo su escritura y, al hacerlo, pone en abismo su propia vida. ¿O será al revés? Renzi reúne en una sola vida las varias vidas de Piglia -las que vivió y las que pudo haber vivido- y esa reunión es la que hizo posible el "laboratorio" que son los diarios, y El laboratorio del escritor fue uno de los títulos en los que había pensado.
Una anotación de septiembre de 1968, piensa en la "autoconstrucción de la vida (como obra de arte)". Es como si, en esa observación, el diario se definiera a sí mismo y definiera a la vez el proyecto pigliano entero. En lugar de hacer usar la vida para la ficción convirtió su propia vida en una ficción en la que nadie sabe dónde empieza (o termina) la ficción, y dónde empieza (o termina) la vida.
Que estos diarios lleguen a 1975 no es una casualidad. No hay casualidades en la literatura de Piglia, aun cuando él insista en le dominio del azar. "Pienso que lo mejor que he escrito en estos cuadernos ha sido el resultado de la espontaneidad y la improvisación (en sentido musical), nunca sé sobre qué voy a escribir, y a veces esa incertidumbre se convierte en estilo."
Pero ya sea causalidad o premeditación, el volumen dos de los diarios se detiene precisamente en el año en que se publicó Nombre falso. Ese volumen de relatos, su título incluso, es un programa. Casi podría decirse que ahí está, completo, aunque sin desarrollo, Piglia entero. Llegara el momento en que la crítica se detendrá a estudiar estos diarios no sólo en relación con sus libros sino también con los numerosos -innumerables- artículos periodísticos (en Extra, en Los libros, sobre todo) en los que Piglia se prodigaba en todos esos años. Diarios, artículos y libros se iluminan mutuamente, es decir, arman sistema. Un año antes de estos diarios, en junio de 1967, había escrito Piglia en Extra: "En la Argentina, en 1967, ser joven supone repudiar esa edad irresponsable en la que se aprenden (delicadamente) las reglas del juego":
Si algo explica este volumen de Los años felices, es que Piglia exhibe ya, muy temprano, la voluntad de hacer "una obra", única justificación además de los diarios como objeto de lectura para terceros. "Yo escribo estos cuadernos porque confío en que alguna vez tendrá sentido pasarlos a máquina y hacerlos publicar, porque yo habré justificado con mi obra la lectura de estos apuntes diarios y personales". Así se lee en una entrada de agosto de 1971.
En otra: "Respiración artificial. Una novela del puro presente, porque ese es mi tiempo natural y ese es el tiempo de este diario, no recordar, no pensar, dejar venir el futuro. Esa es la lógica de este cuaderno donde anoto en función del momento presente sin narración." La temporalidad deviene una obsesión. "¿Hay una historia?", dirá en 1988 la primera línea de lo que ya será la novela Respiración arificial.
Pero falta para eso, que será acaso pasto de Un día en la vida, el diario III, el que dará la ilusión de que el círculo se cierra. Pero el círculo no puede cerrarse. De nuevo: ¿hay una historia?
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