Rica fauna de pueblo
RUTAS ARGENTINAS Por Carlos Bernatek-Adriana Hidalgo-242 páginas-($16)
Pueblo de provincias donde el calor del verano no ofrece tregua ni siquiera de noche, pequeña caldera del diablo vernácula, Danel es el escenario que alberga y marca a los personajes de Rutas argentinas , última novela de Carlos Bernatek, finalista del Premio Planeta 1998. Pero sobre todo, Danel aparece como una opresiva geografía imaginaria de cuya chatura y falta de oportunidades todos, salvo los viejos y los resignados, buscan escapar con mayor o menor suerte.
En los primeros capítulos, un hombre llega al pueblo casi por casualidad, con la intención de arreglar su auto para continuar con una fuga imposible: acaba de robar un maletín lleno de dinero con el que planea dejar atrás su verdadera identidad para comenzar, bajo otro nombre, una nueva vida. A partir de allí, de manera episódica, el autor va enhebrando las historias de distintos habitantes de Danel: Toni, un mozo de restaurante que de pronto accede a la posibilidad de dejar el pueblo; Silva, un arribista hábil para seducir mujeres y obtener dinero fácil; Perla, una mujer todavía joven cuyo sueño de escapar la lleva al crimen y la locura; un sepulturero obsesionado con la taxidermia; una prostituta sin piernas y, entre otros, los viejos, que miran pasar la vida tras los cristales desde las mesas de casín del Excelsior, bar y hotel del pueblo. Todos ellos van conformando un mosaico de personajes heterogéneos y disparatados, cuyas historias absurdas se entrecruzan más para encarnar la medianía de Danel que para impulsar la trama. Son microhistorias que en algunos casos incluso se abren y cierran en sí mismas.
Bernatek tiene oficio de narrador, su pulso seguro le permite delinear en unas pocas líneas tipos humanos de trazo firme, a la vez que recrear distintos ambientes y atmósferas. El tono irónico de su prosa y un humor corrosivo remiten a Arlt, lo mismo que el lenguaje directo y áspero, dotado de una inmediatez que favorece la eficacia de la escritura. La fuerza expresiva del autor y buena parte del interés de la novela descansan en la intensidad con que se lanza sobre escenas y personajes.
En algunos tramos, sin embargo, el patetismo se empuja hasta límites dudosos, llevando el relato hacia una suerte de grotesco que plantea ciertos riesgos. Se narran escenas sórdidas o revulsivas que no resultan imprescindibles en el contexto y que interrumpen el flujo del relato cuando el lector advierte la mano del escritor detrás. No parece tratarse de golpes de efecto. Más bien es como si Bernatek hubiera recargado las tintas en su afán de mostrar el costado más sombrío de la naturaleza humana.
De cualquier modo, resulta muy lograda la pintura de Danel, paraje perdido envuelto en polvo y tedio que termina ocupando el lugar protagónico de la novela, hogar-prisión al que sus habitantes tributan su vida y su muerte. Entre todos ellos, sólo Toni parece preservar una recóndita pureza y será él quien, al final, realizará el acto más idealista de toda la novela.
Sin duda, ese Danel reconstruido desde las vidas anónimas de este puñado de personajes funciona como una metáfora de realidades más amplias y fácilmente reconocibles. No en vano quedan allí planteados el dinero como única vía de escape o salvación, la desesperanza, la resignación, la violencia, la muerte, y por sobre todo, esa vocación de irse lejos, alentada por la falta de horizontes de un pueblo que agoniza pero también por la inocente idealización de lugares o países ajenos y desconocidos.