Reza Deghati: la búsqueda de la belleza en la vida de Fuerte Apache
El legendario fotógrafo iraní dictó un taller a adolescentes del barrio bonaerense, que expondrán su trabajo en la Bienalsur; algunas lecciones que no se olvidan
“Precaución, te estás acercando a una zona peligrosa”, dice una automatizada voz femenina con acento español en el GPS. Reza, legendario fotógrafo de guerra iraní, de 64 años, no puede menos que sonreír cuando escucha la alerta. El auto en el que viajamos está arribando al barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache. Nos acercamos a la mole de edificios donde viven más de 35.000 personas. Reza se reencontrará allí con chicos de entre 12 y 18 años a los que les enseñará algo más que fotografía: les dará herramientas para que cuenten su historia con una cámara.
Las 25 construcciones descascaradas fueron creadas en tiempos de dictadura con el objetivo de erradicar la villa 31. "Hay una fuerte sociabilidad en el barrio. El problema es que el Estado que lo crea luego abandona el espacio público. Las consecuencias son la delincuencia, la droga, el abandono de las escuelas", observa Domingo Rizzo Patrón, un joven arquitecto que está aquí desde hace meses, investigando para su tesis sobre grandes complejos habitacionales, y que se ha acercado al trabajo que la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) realiza en el barrio.
A Reza seguramente le causa gracia la advertencia del GPS al rememorar algunas de las escalofriantes situaciones de peligro que atravesó durante su vida de fotógrafo. En su país natal sufrió cárcel y tortura antes de la caída del régimen autocrático del sha en los años 70. Exiliado en Francia, cubriría la heroica resistencia de los talibanes afganos en contra de la invasión rusa en la década de los 80. Más guerras en Siria, Ruanda.
¿Qué podría amedrentarlo en Fuerte Apache? Deghati ya estuvo aquí, en febrero. Camina tranquilo, con su inseparable cámara digital al hombro, hacia la capilla donde tendrá lugar la segunda reunión de este reencuentro con un numeroso grupo de chicas y chicos de escuelas secundarias que están participando, junto con otros de la villa 21-24, de un taller que tiene una ambiciosa meta: mostrar la realidad de la juventud argentina en 2017 al mundo entero. Esta idea se materializará en una muestra de fotografías que tendrá su primera exhibición durante septiembre próximo en la histórica plaza San Martín del centro de la ciudad y que forma parte del inmenso proyecto de la primera Bienal de Arte Contemporáneo de América del Sur (Bienalsur), compuesta por los doce países de la región, ideada y gestionada por la Untref.
Estamos en la sala de actos de la capilla Stella Maris, en el borde mismo de Fuerte Apache. El lugar está frío y apenas iluminado. Afuera, Reza se sienta sobre un trozo de mampostería a tomar mate frente al paisaje de los edificios, mientras responde las preguntas de la TV Pública y del corresponsal del diario El País, de Madrid. Pequeños grupos de chicas van llegando, con risa tímida por la presencia de la prensa. Los varones vienen solos, cuando el taller está por comenzar. Ésta será la segunda y última reunión en la que el maestro impartirá una clase de fotografía a estos adolescentes que nunca antes habían tenido una experiencia con una cámara.
Seis facilitadores (jóvenes fotógrafos profesionales elegidos por Reza) son los encargados de hacer el seguimiento en forma personal o a través de cadenas de WhatsApp de las tareas acordadas hace una semana, cuando tuvieron dos jornadas de trabajo en la sede universitaria de Caseros. Las consignas a fotografiar fueron claras: 1) A través de mi ventanita. 2) Hermanos, familia. 3) Mi mejor amigo. 4) Autorretrato con espejo.
Alrededor de treinta y cinco participantes están sentados a una inmensa mesa en la sala de actos. En un extremo, Reza da las primeras indicaciones: "Todos deben guardar sus celulares en las bolsitas plásticas que les fueron entregadas. Sobre la mesa solamente deben estar sus cuadernos, sus cámaras y los libros". Los mira tranquilamente uno por uno, hasta que todos están dispuestos y atentos. "Quería decirles: los extrañé mucho estos días que pasaron". En ese primer momento, con esa única frase, Reza logra una conexión afectiva que permanecerá constante y sin distracciones durante las tres horas que dure la reunión.
Enseñar un nuevo lenguaje
Antes, en el auto, el visitante contaba conmovido lo que le sucedió con una estudiante en la villa 21-24. "Ella me envió un mensaje y me dijo que quería presentarme a una amiga suya para que integrara el taller. Le dije que ya no era posible, todos los grupos estaban conformados y trabajando. Pero insistió y me contó la historia de esa chica de 17 años: tiene terribles problemas emocionales, por lo que estuvo tres años bajo tratamiento psicológico en un hospital; abandonó la escuela, vive en una familia disgregada. «Es la única manera que tenés para salir de esta situación», le contó. La chica tomó el compromiso que le propuse y ahora viene al taller. Yo no voy a enseñarle fotografía, voy a enseñarle un nuevo lenguaje que depende de una cámara. Ella tendrá que decidir qué historia va a escribir con esa nueva herramienta. Y debe ser consciente de que todo el mundo verá la Argentina a través de sus ojos."
Durante la reunión previa en la Untref, además de entregarle a cada participante una cámara digital, les distribuyeron varios libros del iraní, para que los leyeran con sus familias durante la semana. Una de las primeras tareas de esta última reunión fue contar qué habían visto y qué les llamó más la atención. Un chico se paró junto al maestro con uno de sus libros (War and Peace, de 2008). Reza, sentado en una silla, le da pie: "Ahora vos sos el maestro y yo soy tu estudiante. Contanos lo que más te impresionó de estas fotos". El joven señala una imagen que muestra a un niño somalí, víctima de la hambruna. Es piel y huesos, apoya su cabeza sobre sus rodillas, vencido por el sufrimiento. Entonces Reza cuenta su historia: "No podía entender esta experiencia. Me avergonzaba la idea de ir a fotografiar a este pobre niño y no compartir algo de sus sensaciones. Volví a mi casa, en París, pasé 72 horas sin probar bocado, reflexionando sobre ese sufrimiento".
Llega el momento de mostrar las fotografías que han tomado durante la semana. Tres chicas levantan la mano para proyectar sus imágenes. Se ven todas las fotos, una por una. Está prohibido borrar imágenes y usar flash. Una de ellas muestra las escenas del interior de su vivienda. En el centro, una puerta abierta y frente a ella, de espaldas, se dibuja la figura de un perro que mira hacia el exterior. En el cuarto, aparece una pila inmensa de ropa desordenada que se amontona sobre una cama. La chica tiene diez hermanos vivos y cuatro muertos. Uno de ellos, su preferido, es el motivo de la mayoría de sus fotos. El niño es discapacitado y está en silla de ruedas. "Yo quería que saliera mi perro y no toda esa ropa", se lamenta, avergonzada. Pero Reza la felicita, le dice que no se preocupe y que, al contrario, enfoque su cámara hacia esa ropa y haga una "bonita" composición, porque eso es su vida también.
Reza se maravilla frente a la última imagen que muestra esta chica: un espejo circular de marco rojo, apoyado sobre una pared de chapa, madera y concreto roto, refleja una frágil arboleda en el fondo de un terreno. El contraste tonal es impactante. Puedo ver las caritas de asombro de estos estudiantes que sin pestañear siguen la proyección desde la penumbra. Sus vidas se revelan a través de estos arbolitos, que con toda su belleza simbolizan, en este preciso momento, la romántica búsqueda de un predicador incansable de la fotografía.
Perfil internacional
Reza Deghati
Fotógrafo
Origen: Tabriz, Irán, 1952
- Por más de tres décadas, sus coberturas fotográficas en todo el mundo fueron tapa de la revista National Geographic.
- En 2001 fundó AINA, ONG para impulsar el desarrollo de la sociedad civil a través de la educación, la comunicación y la diseminación democrática de la información.
- Fue condecorado como Caballero de la Orden del Mérito por el gobierno francés; recibió el Premio Príncipe de Asturias y es Doctor Honoris Causa de la Universidad Americana de París.
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