Reynols: los primeros argentinos en conquistar la tapa de la revista Wire, una biblia avant garde
La banda que capitanea el baterista con síndrome de Down Miguel Tomasín toca en museos, vende discos sin-disco y ahora es elegida por la publicación inglesa por expandir las barreras de la música
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Cuarenta años después de su primera publicación, la revista inglesa Wire, biblia del arte sonoro y el avant garde, puso en la tapa de su número 459 a un grupo argentino. Se trata de Reynols, un trío conceptual oculto tras la forma de una banda de rock que tiene más de 80 álbumes editados en todo el mundo excepto en la Argentina, donde solo salió el legendario “CD desmaterializado” Gordura Vegetal Hidrogenada (es decir, el packaging del disco, sin el disco adentro).
Wire, que ha tenido en tapa a figuras en el límite de la música popular y la vanguardia como Lou Reed, Björk o Scott Walker y se distribuye en todo el mundo, decidió que era tiempo de consagrar a este ensamble en el que Alan Courtis y Roberto Conlazo eligieron seguir la (i)lógica del baterista Miguel Tomasín, quien tiene síndrome de Down. A diferencia de otros proyectos artístico-culturales donde se busca normatizar a las personas con discapacidad, en Reynols son las decisiones de Tomasín las que guían las miles de horas de improvisación en las que se basan sus álbumes, piezas de culto en el circuito avant garde mundial. Sobre esta idea de inclusión y de expandir las barreras de la música es que los editores de la revista inglesa decidieron llevar a los artistas argentinos a la tapa del número de mayo. La periodista Emily Pothast entrevistó a lo largo de 2021 a Courtis y Conlazo vía zoom y agregó un cuestionario por mail para Tomasín, quien vive en Río Gallegos con su hermano, pero viajó para la producción de fotos. En la tapa los Reynols se ven como lo que son: el trío de Jimi Hendrix remixado por las ideas de John Cage.
“Nos enamoramos de Reynols en el momento que publicamos la primer entrevista en el número 197 en 2000″, dice Tony Harrington, uno de los responsables de la publicación. En conversación con el periodista Chris Moss, un inglés establecido entonces en Buenos Aires, la nota empezaba con una cita que define de forma rotunda la praxis del grupo: “Reynols es más un estado de gracia que una banda. El éxito y el fracaso son solo dos maneras de malinterpretar lo que hacemos”. Harrington recuerda que la primera mención a los argentinos fue con la review de un disco en colaboración con Pauline Oliveros (1932-2916), una acordeonista decisiva en el desarrollo de la música electrónica de posguerra que acuñó una práctica conocida como deep listening (escucha profunda) y a la que Reynols suscribe en sus improvisaciones. Harrington enumera los motivos que llevaron a Wire a poner a los argentinos en tapa: “Reynols habla por las cosas que esta revista cree fundamentales, la belleza del mejor arte de vanguardia y el absurdo de la vida de todos los días. La música que hacen es única. Por eso los elegimos”.
El reconocimiento a Reynols parece un acto de justicia poética luego de que a Courtis y Conlazo se les negara el ingreso al Reino Unido desde Francia, en 2003. Sin embargo, con los papeles de la burocracia inglesa hicieron una de sus mejores obras conceptuales, el disco simple Deportation Symphony. La obra consistió en colgar los formularios en largas sogas para tocarlas como si fueran una marimba que se acaricia en lugar de golpearla. Ese sonido procesado dio como resultado el disco dividido en dos lados: “Don’t cry for me England” y “Cry for me Argentina”. Una imagen icónica de Tomasín junto a Courtis y Conlazo con sus pasaportes rechazados fue elegida para la tapa. Harrington dice que no pensaron en este reportaje como una reparación, pero que podría verse como una respuesta necesaria a aquel episodio que no duda en describir como “vergonzoso”.
Si bien Wire insiste con la percepción de Reynols como banda de rock (en una forma muy extrema e inadaptada), si se siguen los pasos que dieron en los casi treinta años que llevan trabajando juntos es tiempo de pensarlos en una genealogía del arte conceptual y la performance argentina. Obras como Deportation Symphony o la grabación de sonidos en las tumbas del cementerio de Pere Lachaise (Francia) refieren más al universo de Alberto Greco que al de Charly García, por ejemplo. La lengua incomprensible en la que se expresa Tomasín cuando canta establece lazos con la glosolalia del cordobés Jorge Bonino y las escrituras ilegibles de León Ferrari o Mirtha Dermisache. Y más: los instrumentos intervenidos que utilizan pueden pensarse en la línea de Cage o como una perversión de Les Luthiers a manos de Quentin Tarantino. La idea de rock que explotan (en las fotos, en la performance) es, al fin, una suerte de rechazo a los formalismos de la escena de la música contemporánea.
Mientras Wire los pone en la portada, una muestra de documentos del grupo circula por Japón y está por editarse en Europa Plays The Audience, un simple con una parte de las dos performances que dieron en Malba en 2019. Se trata de otra pieza del catálogo neo dadá del grupo. Los artistas “tocan” al público, como si fueran los instrumentos de una filarmónica. El resultado es una pieza de ruidismo inaudita.
Desde Río Gallegos, Tomasín le dijo a LA NACION como se sentía viéndose ahora en la tapa de la prestigiosa revista inglesa. “¿El huevo o la gallina? Reynols primero”. Todo dicho. O no.
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