Revistas literarias para todos y todas
La Argentina es un país de revistas literarias. ¿O debería decir fue? Mejor: podría trazarse una historia cultural y de las corrientes de pensamiento en la Argentina a través de las publicaciones que atravesaron de comienzo a fin el siglo pasado. ¿Y ahora? Ahora todo cambió. Y si la literatura va en camino de convertirse en una religión de algunos pocos fieles devotos, las publicaciones culturales que sobreviven lo hacen en formato digital. No es algo virtuoso ni deplorable: se trata ni más ni menos que del signo de los tiempos.
Hasta hace poco, esa porción de un pasado no tan lejano era prácticamente inaccesible, al menos para el público no especializado. Pero si fue el desarrollo tecnológico el que acabó con la mayor parte de estas empresas en papel, también es cierto que ofreció las herramientas para rescatar del olvido, y poner a disposición de todos, muchas de aquellas publicaciones que permanecían arrumbadas en bibliotecas o resguardadas en archivos privados.
La gestión de Horacio González en la Biblioteca Nacional convirtió a aquella institución en centro cultural y en dudoso albergue temporario del grupo Carta Abierta. Pero también llevó adelante una atendible labor editorial de rescate de títulos y autores. La Biblioteca cuenta hoy con una colección de ediciones facsimilares de revistas como Proa, Contorno, Los libros, Literal, La rosa blindada, El escarabajo de oro, El ornitorrinco y El grillo de papel, y en su página web se pueden consultar los volúmenes de Claridad, Sur, Forja, La abeja argentina y La moda.
Con la misma voluntad de sentido histórico un grupo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires, bajo la dirección de la crítica y docente Sylvia Saítta, ha creado el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira). En su página, además de ensayos sobre algunas de esas publicaciones, se pueden encontrar escaneos de muy buena calidad de Nervio, Crítica y Crisis. Por ahora son diez las revistas disponibles, entre las que figura El cielo. Su ficha dice: "Muy rara. Su colección (octubre de 1968-noviembre/diciembre de 1969) consta de tres números, publicados con frecuencia irregular. Fue dirigida por Arturo Carrera y César Aira, quienes habían llegado a Buenos Aires algo más de un año antes de fundar la revista".
Aira y Carrera, hoy dos de los escritores más importantes de la Argentina, tenían entonces 19 y 20 años. Sus biografías sorprenden por lo escuetas. Aira: "Nació en Coronel Pringles en 1949. Totalmente inédito". Carrera: "Nació en Coronel Pringles en 1948. Publicó Las sombras que se deben decir (poemas)". Allí desplegaron su primer gesto público de inserción en la tradición literaria argentina: seleccionaron, tradujeron y mezclaron sus nombres con los de sus lecturas preferidas, amigos y personajes de la época: Lewis Carroll, Henri Michaux, Artaud, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Marta Minujín, Luis Felipe Noé, Edgardo Cozarinsky y Ernesto Sabato. Quien se aventure en esas páginas podrá descubrir, entre otras joyas, dos narraciones surrealistas de Aira que llevan el curioso nombre de "Drácula en su dracumóvil, Frankenstein a pie".
El autor es crítico literiario y periodista