Tras presentar su legado en arteba, la galería Rolf Art rescata en una muestra el trabajo de esta pionera del cine experimental en la Argentina, que formó un grupo con Narcisa Hirsch y Walther Mejía en los años 60
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Tambores japoneses, cantantes de ópera lírica y un desfile de modelos con los vestidos que usó a lo largo de su vida, muchos de ellos diseñados por ella misma. Así fue el espectáculo con el que Marie Louise Alemann celebró sus 70 años en Cemento, la célebre discoteca de Constitución fundada por su hija Katja con Omar Chabán. Esa celebración fue también la despedida de una carrera artística poco reconocida hasta ahora, cuando la galería Rolf Art le dedica una muestra tras haberla presentado en arteba como una de las pioneras del cine experimental y la performance en la Argentina.
“Se cansó de hacer cosas –dice a LA NACION Katja Alemann, heredera de la belleza y el talento performático de su madre-. Dijo: ‘Para qué, si al final solamente termino gastando plata’. Se dedicó a viajar y las películas siguieron su rumbo, hacia festivales internacionales”.
Un tesoro guardado en un armario fue lo que encontró Federico Windhausen, curador de la exposición actual, cuando conoció a Marie Louise en 2009. Llegó a ella por recomendación de Narcisa Hirsch, con quien integró un trío creativo en los años 60. Juntos hicieron películas como Marabunta (1967), registro de una acción que ofreció comida servida en un gigantesco esqueleto femenino al público que salía de ver la película Blow Up, en el Teatro Coliseo.
El tercer miembro de este grupo de vanguardia era Walther Mejía, un instructor de yoga de origen colombiano que colaboraba con ambas en las performances y sus registros. El vínculo con este último no terminó bien. “En la primera mitad de la década de 1970 tuvo un plan de secuestrar a Narcisa porque necesitaba la plata –asegura Windhausen-; lo descubrieron y se fue a vivir a España”.
Narcisa y Marie Louise, en cambio, mantuvieron una amistad larga y fecunda. “Como eran mujeres adineradas, tenían sus propias cámaras y podían controlar todas las etapas de la producción, algo que no era común en los años ‘70″, explica Windhausen, nacido en Tucumán y formado en cine en Estados Unidos. “Ellas decían que el suyo era un cine personal, no hablaban de que pudiera tener una dimensión política -agrega-. Pero en la obra de Alemann también había algo más oscuro”.
“No tires nada”, le recomendó el curador a Katja cuando falleció su madre, en 2015. Comenzó entonces a buscar fondos para digitalizar algunas de las 35 películas filmadas en 16mm y Súper-8 que Alemann conservaba junto a sus filmaciones caseras -y múltiples fotografías y documentos, que ahora se exhiben en Rolf Art- para mostrarlas en festivales de Mar del Plata, Londres, Toronto, Nueva York y México.
Entre esas cintas que se rescataron figura Umbrales (1980), sobre hombres homosexuales en la clandestinidad durante la dictadura, y el corto Vanessa (1974), un registro de la vedette Vanessa Show en el espectáculo de travestis “Europa en Buenos Aires”, en el bar Oráculo en La Boca. También Yo veo conejos (1967), película que Windhausen define como “una de las primeras de la primera ola importante de cine experimental en la Argentina”. En este caso, con una serie de retratos íntimos y autobiográficos, Alemann llevó al cine la experimentación con rostros que venía realizando desde que estudió fotografía en Nueva York a comienzos de la década de 1960.
El desarrollo de sus propias técnicas se refleja en la muestra, titulada Insistir en la mirada. “Según la artista -señala el curador, que trabajó en esta muestra con la asesoría de Cintia Mezza-, el reflejo humano de desviar la mirada en nuestras interacciones cotidianas se debe a nuestra comprensión del poder de la mirada y quizás, del resguardo para no ser totalmente vistos […] Esta exposición saca a la luz cómo la resistencia de Alemann a la mirada desviada unifica la temática diversa de su obra, que abarca el retrato personal y la alegoría política, cuestiones fundamentales de identidad y una amplia gama de experiencias corporales”.
Sin tabúes, esta mujer nacida en Alemania en 1927 llegó a Buenos Aires en 1949 tras haber trabajado para un circo y como modelo en Checoslovaquia. Mientras que en Uruguay fue una de las precursoras –junto a su hija- del nudismo en la playa Chihuahua, donde filmó varias películas, en la Argentina trabajó como periodista, crítica de cine, fotógrafa comercial y actriz, cofundó el Grupo Cine Experimental Argentino en el Instituto Goethe -donde se presentaron en plena dictadura obras de creadores alemanes de la década de 1970 como Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog y Werner Schroeter- y fue pionera de la danza butoh.
Esta última etapa de su vida se anticipa en Legítima defensa (1980), film incluido en la muestra de Rolf Art y en Cuerpos contacto, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, donde parece intentar defenderse con un palo de la mirada acechante de la cámara. “Llegó al butoh porque vio a la compañía Sankai Juku en París, a principios de los años ‘80, y se anticipó a los que trabajaron acá en esa línea –recuerda Katja-. Hizo dos espectáculos en Cemento y uno en Babilonia. Ella hacía todo, hasta su propio vestuario. Tenía un don para la belleza visual”.
Para entonces ya llevaba más de una década divorciada de un hombre 34 años mayor: Ernesto Alemann, editor del periódico Argentinisches Tageblatt y fundador del Colegio Pestalozzi, que militó contra el nazismo en la década de 1930 en la Argentina.
“Marie Louise era una hermosísima mujer, totalmente original”, recuerda Edgardo Giménez, autor del afiche que promocionó la primera muestra que reunió obras de Alemann, Hirsch y Mejía: Concepción, Vida, Muerte y Transfiguración se exhibió en 1967 en la galería Lirolay, e incluyó además fotografías de Aldo Sessa. “También hizo performances en Cemento –agrega el artista-, donde trabajaba con fuego: hacía cosas dentro de un círculo prendido con combustible. Se iba transformando a través de máscaras y vestuarios; veías distintas facetas suyas. Era un personaje bastante insólito: hacía cosas totalmente de cosecha propia; se parecía a ella misma y a nadie más”.
Para agendar:
Marie Louise Alemann: insistir en la mirada en Rolf Art (Esmeralda 1353), hasta el 18 de noviembre. De lunes a viernes de 11 a 19, con entrada gratis
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