Revalorizar la ciudad y el patrimonio
La sala llena y el entusiasmo del público confirmaron que el tema del patrimonio ha salido definitivamente del cauce de los expertos, para ingresar en la agenda del ciudadano común, de la gente que vive en la ciudad, la ama y quiere lo mejor para ella. Misión cumplida para la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, la Cátedra Unesco y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, responsables de la convocatoria a un día de reflexión, sobre la relación entre progreso y preservación, turismo y cultura, negocio y dinámicas autosustentables.
Que Buenos Aires tiene un patrimonio arquitectónico valioso no es una novedad. Que ese patrimonio exige una mirada integradora, capaz de privilegiar nuestra identidad por encima de clichés marketineros, es un serio trabajo por hacer. Es el momento de pensar en el largo plazo; en una estrategia que potencie las iniciativas privadas, públicas, estatales y de las ONG, planteó con rigor Nelly Arrieta de Blaquier, presidenta de los amigos del MNBA.
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Voces autorizadas exploraron ayer desde distintos ángulos el presente y el futuro del patrimonio porteño. Hablaron Daniel Schavelzon, Fabio Grementieri, Teresa Anchorena, Luis Grossman y Carlos Moreno, entre otros. El círculo se cerró en la demanda urgente planteada por Grementieri de crear un "catálogo nacional" de lo que tenemos, un listado con categorías según el valor del edificio, monumento, parque, calle, vereda, fachada en el tejido total de la ciudad. Esta clasificación debería señalar con luz roja los edificios "intocables" (como el Kavanagh), con amarilla aquellos que admiten intervenciones controladas y con luz verde los que tienen vía libre al cambio. El mundo está lleno de ejemplos: desde París, que avanza hacia el Grand París impulsado por Sarkozy, y Madrid, que ofrece beneficios a los frentistas que arreglan sus fachadas, hasta la revalorización de La Habana vieja, como un punto neurálgico de la "cubanidad".
El debate de fondo ha sido siempre una cuestión de intereses que enfrenta a la piqueta del negocio inmobiliario con los defensores del patrimonio. Sin embargo, el ministro de Cultura y Turismo de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, habló en el cierre de la jornada sobre la posibilidad de conciliar ambas posiciones. Algo queda claro: los proyectos deben ser autosustentables, de tal forma que, más allá de las buenas intenciones de las autoridades de turno, tengan la curiosidad garantizada.
Un caso es el de la confitería El Molino, cuya puesta a punto derramaría beneficios a una zona denigrada por piquetes, carpas y manifestaciones de todo tipo. Panelistas y organizadores coincidieron en que tenemos por delante una oportunidad única para poner en valor nuestro patrimonio con la celebración de los bicentenarios de la Revolución de Mayo y de la Independencia. Que no sea ésta otra oportunidad perdida, porque si lo es será una nueva frustración para la generación que tiene hoy en sus manos responsabilidades en la dirigencia.