Retratos de la historia americana
Se exhiben obras de Joaquín Ezequiel Linares, un pintor de la violencia y el poder
Joaquín Ezequiel Linares había nacido en 1927 en Buenos Aires, pero tuvo un nuevo nacimiento al radicarse en Tucumán, "ese Macondo de nuestro país", como lo denominó, y que lo hechizó a los 35 años.
Algo de ese hechizo se puede ver en estos días en el Museo Sívori (Av. Infanta Isabel 555), donde se presenta la exposición antológica Crónica de una Pasión Americana, que permite recorrer sus impactantes pinturas y las series de toda una trayectoria que la muerte interrumpió en 2001.
"Aquí llega Ezequiel para medirnos a través del temblor de sus criaturas; aquí nos suelta el soplo de su genio", expresa en el catálogo de la muestra Alberto Petrina, director nacional de Patrimonio y Museos, quien curó la exposición junto con Claudia Epstein, directora de Artes Visuales del Ente Cultural de Tucumán y alumna de Linares.
En la serie del Virreinato del Río de la Plata se ven virreyes, virreinas, bufones, perros, sirvientes, con rostros borrosos, cabezas rapadas, cuerpos estáticos. Volverá al tema diez años después, a mediados de los 70, con la serie del Neovirreinato, de colores más estridentes y metálicos, pero igual de barroca, crítica y con esos personajes casi siniestros.
El faro de Tucumán
Linares había partido a Tucumán en 1962, luego de regresar de Europa, donde había estado con una beca del Fondo Nacional de las Artes.
Entre 1946 y 1952, la Universidad Nacional de Tucumán alcanzó un alto nivel académico y proyección internacional. El Instituto Superior de Artes supo reunir por entonces a figuras como el artista Lino Enea Spilimbergo y los grabadores Pompeyo Audivert y Víctor Rebuffo. Una década después, Linares llegaría para ocupar la cátedra del santiagueño Ramón Gómez Cornet.
Si bien el primer impacto frente a los grandes lienzos de Linares puede traer a la memoria la figuración del inglés Bacon, la impresión se desvanece enseguida tras sus contenidos que remiten a América latina y a la Argentina de su tiempo, y al particular uso del color y de la línea. Linares era también un gran dibujante.
"No le serán ajenas ni la abstracción ni la nueva figuración, como tampoco la influencia por entonces insoslayable del pop art", señala Petrina, que a su vez indica que estas expresiones son "sólo instrumentos que el artista maneja a su antojo de modo de alcanzar su propia perspectiva".
Con la serie El Jardín de la República, Linares anticiparía los años violentos del país en los 70, al igual que con la impactante serie La larga Noche Latinoamericana. Entre 1980 y 1984 se fue a Madrid. En esos años expuso en esa ciudad, en Roma y Milán, y fue invitado especial de la Bienal de Venecia.
Obtuvo el Primer Premio I Salón Nacional de Arte Moderno, del Museo Nacional de Bellas Artes (1959); el Gran Premio LXII Salón Nacional de Artes Plásticas (1973), y el Gran Premio de Honor Salón Nacional de Santa Fe, entre otros. La muestra se puede ver hasta el 7 de marzo.