Retrato íntimo del artista
LOS OJOS Por Fernando García-(Planeta)-450 páginas-($ 45)
De la intimidad a la vida pública, de los orígenes humildes del aprendiz de pintor al artista consagrado, de Caballito a Nueva York, Fernando García persigue a Berni con la obsesión de un sabueso. Detrás de cada puerta, en cada rincón de su vida itinerante, entre sus amigos, enemigos, mujeres y amantes mete la nariz como si supiera de antemano que el largo catálogo de entrevistados iluminaría los aspectos menos conocidos de la existencia del artista argentino más importante del siglo XX, el más cotizado de la historia, un hombre que pasó a la categoría de mito por su capacidad para reinventar la materia de su obra, pero también porque la altísima cotización de sus cuadros lo convirtió en noticia el día en que Ramona espera y Gallina ciega orillaron el medio millón de dólares en las subastas de Nueva York.
Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni, de Fernando García, tiene valor documental y está resuelto con una alternancia deliberada entre el retrato del artista y del hombre que delata la profesión de García, periodista del diario Clarín , editor de la sección Cultura que asumió el riesgo de una biografía del pintor argentino más caro y más popular, el que convocó a 350.000 personas cuando el MNBA organizó una retrospectiva en tiempos de Jorge Glusberg.
García afila su instinto de cronista: contacta la gente justa, escucha, saca pocas conclusiones y pone en blanco sobre negro una documentación abrumadora en boca de personajes centrales como los hijos de Berni, Lily y José Luis. Las fuentes son múltiples: periodistas, artistas, galeristas y coleccionistas. El título de un cuadro y su imagen abren cada capítulo. No es un capricho sino un orden necesario para entender la vida desordenada, por momentos caótica, del hombre perseguido por el hambre de pintar, que en 1962 fue consagrado en la Bienal de Venecia con el Gran Premio Internacional de Grabado. La potencia creadora de Berni es paralela a su vitalidad, a su pasión por las mujeres en general y por la francesa Paule, la madre de Lily y figura importante en su vida, en particular. El recurso de la cronología pictórica sirve también para entender la evolución de la pintura: como Picasso, Berni parece siempre dispuesto a correr todos los riesgos y comenzar de cero. Deja la epopeya social de sus grandes frescos, como Manifestación o Desocupados para asumir otras preocupaciones estéticas. Cuando viaja a Nueva York, incorpora la atmósfera del pop y hace una lectura personal del arte concebido como una construcción con los deshechos de la sociedad de consumo, bandera que había enarbolado con éxito notable Rauschenberg. Escenas de la vida cotidiana, sus matrimonios, su compromiso político y cierto tardío histrionismo mediático terminan de dar forma al retrato que no está escrito desde el lugar del arte.
El autor no cae en la trampa de buscar interpretaciones y consecuencias de la creación de las series de Juanito Laguna y de Ramona Montiel , se detiene exactamente en el punto donde comienza la interpretación y deja hablar a los otros para demostrar con cuánta rapidez la leyenda se traga la verdad. Y en este caso se cumple de manera literal, porque el periodista cuenta que Berni, en un tonto accidente doméstico, murió atragantado con un bocado del bife de lomo que compartía con su amiga de turno y no con un hueso de pollo como asegura el rumor popular.
Queda por develar una incógnita, ¿la modelo del último cuadro, recostada en una playa, desnuda bajo un cielo nocturno atravesado por un avión, es Graciela Amor -como dice el libro- o es Adriana Rosenberg, cuyo retrato Berni había comenzado?