Repatriar los restos de Borges sería un “caso difícil”
Tras la manifestación de los familiares del escritor de retomar las acciones para que su cuerpo descanse en el cementerio de la Recoleta, distintos especialistas explican cómo sería el largo y complejo camino de vericuetos detrás de esta posibilidad
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El deseo expresado por los sobrinos nietos de Borges de repatriar los restos mortales del escritor argentino, que desde 1986 se hallan en el cementerio ginebrino de Planpalais, recogió en las últimas semanas apoyos y críticas. En diálogo con LA NACION, Mariana de Torre, nieta de Norah Borges y de Guillermo de Torre, había dicho que su padre, el editor y escritor Miguel de Torre Borges había batallado judicialmente junto con la hermana de Borges para traerlos al país. La viuda del autor de Ficciones, María Kodama, se había opuesto a ese reclamo, alegando que el escritor había querido ser sepultado en Suiza.
Si bien los seis sobrinos nietos manifestaron que “le tocarían el timbre” a la canciller Diana Mondino, consideraron luego que no sería este el momento oportuno. “Habría que probar la voluntad de Georgie de ser enterrado en la Recoleta”, dijo Mariana de Torre al ser consultada. El embajador de la Argentina en Suiza, Gustavo Martínez Pandiani, confirmó a este diario que no había recibido ninguna solicitud al respecto. Fuentes de la Cancillería Argentina indicaron que para comenzar los trámites de repatriación en un caso como este los interesados deberían contar con un dictamen judicial. Pero los sobrinos nietos hicieron saber que no acudirían a la Justicia.
¿Cuáles serían entonces las opciones y los procedimientos a seguir si se persistiera en idea de traer los restos de Jorge Luis Borges a la Argentina? En diálogo con LA NACION, el doctor Julio César Rivera, socio de Marval, especialista en arbitraje doméstico e internacional, conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y profesor de derecho civil, indica que el cementerio de Ginebra, “ante una falta de manifestación explícita y clara del fallecido o de su cónyuge o conviviente, lo más probable es que exija una sentencia judicial que autorice la exhumación y el traslado de los restos a la República Argentina”. Rivera destaca que uno de los primeros temas a dilucidar es la definición del tribunal competente. “Lo cierto es que la sucesión de Borges tramitó en la Argentina, en los tribunales civiles de la ciudad de Buenos Aires, y por eso se supone que su último domicilio propiamente dicho estuvo en esta ciudad; estos serían los tribunales competentes para entender en la acción que se promoviera para repatriar los restos”, explica el letrado.
“De acuerdo con el artículo 61° del Código Civil, la disposición de los restos pertenece en primer lugar al propio sujeto y si este no lo hubiere hecho, a la cónyuge o conviviente -detalla Rivera-. Lo mismo establece casi expresamente el derecho suizo. En este caso parece no haber una manifestación de voluntad de Borges, pero sí de la señora Kodama. Si la parte que lo pretende consigue acreditar de algún modo que la voluntad de Borges era reposar en la Recoleta en la misma bóveda de sus ancestros, probablemente obtengan una sentencia favorable. De todos modos, esa sentencia va a tener que contar con el execuátur en Suiza. La ley de derecho internacional privado de ese país exige acreditar que el tribunal que dictó la sentencia sea competente; luego, examinará las demás condiciones de procedencia del execuátur como con cualquier otra sentencia extranjera”.
El letrado lo resume así: “Es un camino largo y complejo, lleno de dificultades que, a lo mejor en el caso se allanan por la naturaleza del personaje del que se trata, su vinculación con la cultura argentina y el universal reconocimiento que tiene. Habría que profundizar en la posibilidad de que haya una resolución administrativa del Poder Ejecutivo en alguna de sus ramas, pidiendo al cementerio suizo que autorice la exhumación y la repatriación de los restos, como pasó con los del general José de San Martín, hace muchísimos años”. Desde su muerte en 1850 y antes del regreso de sus restos a Buenos Aires, el cuerpo embalsamado del Libertador descansó en una de las capillas de Notre-Dame de Boulogne y fue trasladado por decisión de sus hijos a Brunoy, en las afueras de París. Recién en 1880 regresó a la capital argentina, tal como había sido su voluntad expresada: “Desearía que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.
El periodista Fabián Spagnoli, que en la adolescencia había entrevistado a Borges, es especialista en derecho internacional privado. “Si Borges no expresó, en su declaración de última voluntad o testamento, el lugar dónde quería ser enterrado o cremado, estamos ante un caso problemático -dice a LA NACION-. Se debería consultar la legislación del cantón de Ginebra para analizar qué indica sobre el entierro de las personas que fallecen en ese territorio. También hay que recordar que Borges era ciudadano argentino: ¿entonces con qué documentación falleció en Suiza? Debido a su reconocimiento, ¿tenía un ‘estatus especial’ de residencia en Ginebra? Si fue así, prevalece la legislación helvética. Por otro lado, ubicándonos en la Argentina, hay que analizar qué potestad tienen sus familiares y analizar el testamento, para ver, si entre líneas, se puede obtener alguna indicación sobre su última voluntad”. Para Spagnoli este también es “caso difícil”.
El doctor Fernando Soto, abogado y amigo de Kodama, contó a este diario que, en un capítulo del libro que Random House publicará próximamente, la viuda del escritor revela que Borges había iniciado los trámites para convertirse en ciudadano suizo. El capítulo en cuestión se titula “Suiza. La decisión de no volver”. Según le dijo Kodama a Soto, la Argentina “había instigado” a Borges al exilio. “María siempre se opuso rotundamente a los intentos de repatriación, como el de la diputada kirchnerista María Beatriz Lenz, en 2009, que fue repudiado incluso por algunos legisladores de su partido y debió ser retirado”, recordó Soto.
En su último testamento, Borges legó la mayoría de los bienes a Kodama; a su hermana Norah, significativamente, legó la parte que le correspondía a él en la bóveda familiar. En la Recoleta descansan los restos mortales de la madre de Borges, Leonor Acevedo; su hermana y su cuñado, y el coronel Isidoro Suárez, bisabuelo del escritor. Pero no especificó el lugar donde quería ser enterrado. Sin embargo, en una carta escrita a máquina enviada a la agencia española EFE, fechada el 6 de mayo de 1986, dos meses antes de su muerte, Borges había manifestado su deseo de quedarse en Suiza y no regresar a la Argentina.
Esta semana, el presidente del Consejo de Administración de la Fundación Sur, Juan Javier Negri, publicó una carta de lectores en LA NACION sobre el tema. “A fines del año pasado, los medios se hicieron eco de las declaraciones de algunos descendientes de Jorge Luis Borges, por las cuales hicieron pública su intención de repatriar los restos de su ilustre antepasado, que, por el momento, descansan en el cementerio de Plainpalais en Ginebra. Manifestaron también que, para lograr su cometido, interesarían al gobierno nacional y consultarían con los herederos de María Kodama, viuda del escritor y recientemente fallecida. Este diario se hizo eco de la sensata reacción de uno de sus lectores, que mediante una carta a nuestro director y publicada en estas páginas puso la cuestión en su correcta dimensión: los sobrinos de María Kodama no han heredado derecho alguno para disponer de un cadáver. Borges reposa en Suiza en virtud de disposiciones tomadas legítima y oportunamente por él y por su viuda. No cabe a terceros cuestionarlas de la manera en que se lo ha hecho y mucho menos ante las autoridades ante las que se ha planteado la cuestión. Las disposiciones de última voluntad de cualquier persona se ventilan ante los jueces de su último domicilio, dice la ley argentina. Serán las autoridades ginebrinas, por consiguiente, quienes tendrán la palabra final sobre el asunto. Para ello, seguramente, recurrirán a lo que establecen las disposiciones aplicables, sin dejarse llevar por argumentos basados en posibles interpretaciones subjetivas acerca de la que pudo haber sido la voluntad última del difunto”.