Remedios Varo, entre lo espiritual y la magia
Cuando se fue de España, en 1937, dejó atrás para siempre un país acosado por la guerra civil. Cuatro años más tarde huyó de la ocupación nazi en Francia al abordar en Marsella el buque Serpa Pinto, con destino a México.
Poco antes de morir, a comienzos de la década de 1960, Remedios Varo realizó un tríptico que sintetiza los hitos de la vida nómade de esta gran buscadora: una de las pinturas se titula La huída.
Varo se volvería célebre como una de las "tres brujas del arte". Junto con Kati Horna y Leonora Carrington, íntima amiga a la que había conocido en París, apeló al surrealismo para integrar múltiples intereses que incluyeron el misticismo, la alquimia, el psicoanálisis, la magia y la astrología.
Constelaciones se titulará justamente la muestra antológica que abrirá la temporada 2020 del Malba, centrada en esta etapa americana donde Varo alcanzó su madurez profesional. Incluirá Simpatía (La rabia del gato), obra de 1955 por la que Eduardo Costantini pagó este año 3,1 millones de dólares para sumarla a su colección personal, e Ícono (1945), otra pintura donada al museo por el empresario al fundarlo en 2001.
"Aquí se trata del tiempo", le escribió Varo a su hermano mayor, Rodrigo, en referencia a la obra El relojero (1955). "Por eso hay un relojero (que en cierta manera representa el tiempo ordinario nuestro) –agregó–, pero por la ventana entra una 'revelación’ y comprende de golpe muchísimas cosas".
El interés de la artista por la espiritualidad se reveló temprano, a mediados de la década de 1930, cuando integró en Barcelona el grupo de vanguardia catalana Logicofobista. Una variante del surrealismo, "fóbica a la lógica".
Nacida en Anglès en 1908, Varo había iniciado su formación a los 15 años en la madrileña Academia de Bellas Artes de San Fernando. A los 24, ya en Barcelona y casada con Gerardo Lizárraga –director artístico de la Walter Thompson Company–, trabajó ilustrando pócimas contra el insomnio y medicamentos para una empresa farmacéutica. Con su segundo marido, el poeta francés Benjamin Péret, accedió en París al círculo surrealista de André Breton que incluía a Carrington, Max Ernst y Joan Miró.
En México colaboró con Marc Chagall en el vestuario para el ballet Aleko, estrenado en el Palacio de Bellas Artes. En ese país conoció también a su tercer marido, el político austriaco Walter Gruen, quien tras la temprana muerte de Varo donaría su legado al Museo de Arte Moderno. Desde allí partirá al Malba, en otro viaje místico.
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