Rematarán uno de los últimos autorretratos de Rembrandt en manos privadas
"El gran fotógrafo del rostro humano". Así definió el crítico Robert Hughes a Rembrandt van Rijn, el artista holandés que fue enterrado en una tumba sin nombre, tras haberlo perdido todo. A tres siglos y medio de su muerte, sin embargo, uno de sus últimos autorretratos que quedan en manos privadas -y el "único con probabilidades de salir al mercado"- será rematado en Sotheby’s de Londres el 28 de julio, con un valor estimado entre 15, 2 y 20,3 millones de dólares.
"Ningún rostro de un artista es tan reconocible como el de Rembrandt", dice la casa de subastas sobre el hombre que dejó unos 80 autorretratos, varios de los cuales integran la imperdible muestra que puede recorrerse en forma virtual en 360º en el madrileño museo Thyssen-Bornemisza. Podría objetarse que quizás sea otro pintor holandés, Vincent Van Gogh, quien ocupe ese puesto.
Si bien la mayoría de las obras legadas por Rembrandt pertenecen a las colecciones de los principales museos del mundo -como La ronda nocturna, retrato de mosqueteros que integra la colección permanente del Rijksmuseum- según Sotheby’s quedan tres en manos privadas. Una de ellas, vendida en Sotheby’s de Londres en 2003, pertenece a la colección Leiden de Nueva York, y otra está en préstamo a largo plazo en la Galería Nacional de Escocia.
La que se rematará ahora es la más antigua de las tres: de pequeñas dimensiones, fue pintada en 1632, cuando el artista tenía 26 años. Acababa de radicarse en Ámsterdam y pintó entonces una de sus obras más famosas: La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, propiedad del museo Mauritshuis de La Haya.
La pintura lo muestra vestido de manera formal, con un cuello blanco y un sombrero negro, algo atípico en sus autorretratos. "Tal vez eligió vestirse así como una suerte de carta de presentación, para sugerir que era igual a los clientes que retrataba", dice el comunicado difundido por Sotheby’s.
Otra teoría, sin embargo, es arriesgada por la casa de subastas: señala que fue pintada en el momento en que Rembrandt cortejaba a su gran musa y futura mujer, Saskia van Uylenburgh, y "es probable que haya pintado este autorretrato sensible y portátil para enviarlo a la lejana Leeuwarden, para probar a sus desconfiados parientes que este elegante pretendiente sería un marido próspero y apropiado".
Cuando lo enterraron en Ámsterdam en 1669, a los 63 años y en una tumba sin nombre, Rembrandt van Rijn había perdido todo. Vio morir a cuatro hijos, a su esposa y a su amante, además de verse obligado a vender su casa, su taller de grabado, su colección de antigüedades y la mayoría de sus pinturas para pagar deudas. Con el mismo talento que demostró para retratar las emociones ajenas supo reflejar también su propio dolor en los últimos autorretratos, cada vez más sombríos.
En 2009, el retrato de un hombre pintado por Rembrandt en 1658 fue vendido en Christie’s de Nueva York por 33,2 millones de dólares, lo que marcó un récord para su legado en subastas.