Relatos despojados
Gianni Celati, uno de los escritores clave de la última narrativa italiana, reconstruye en Vidas erráticas, con restos cotidianos, un mundo del pasado
Ni bien terminado de un tirón Vidas erráticas, porque se lee con gusto, uno tiene la impresión de que los cuentos de Gianni Celati (Italia, 1937) se refieren deliberadamente a un mundo de fantasmas, acabado o en extinción: vagabundeos adolescentes por una pequeña ciudad del centro de Italia en los años cincuenta, conversaciones inútiles sobre grandes cuestiones, personajes y vidas insignificantes, debates absurdos entre intelectuales improvisados y obreros sindicalizados, asfixiantes círculos de provincia, amores comunes y corrientes. Y, sin embargo, al mismo tiempo, uno capta que ese mundo está latente (metamorfoseado quizás en tantas otras situaciones igualmente estériles) en cada esquina, en cada barrio, en todo lugar, en todo tiempo.
Era hora de que Celati llegara a nuestras tierras. Ningún escritor italiano ha sido tan coherente consigo mismo y con su público en las últimas décadas. Nacido en los años treinta y peregrino por ciudades de Emilia-Romaña, actualmente residente en Inglaterra, Celati representa ese filón irreverente de la cultura italiana, de raíz emiliano-romañola (como Fellini y Cavazzoni), que se opone a la visión sublimadora de la realidad, esa línea fundacional y aún vigente en Italia. Estos escritores se ubican, en cambio, del lado de Ariosto, que en el Orlando Furioso jugó con la lengua perdiéndose con sus personajes en los intersticios de la irracionalidad, la locura y el sinsentido. La técnica dominante de Ariosto era la digresión, así como para Celati, que tantas veces lo evoca, la estrategia consiste en sorprender al lector por medio de lo común, lo repetitivo, lo banal. Estos cuentos, verdadera micronovela de formación que prosigue en otros libros mayores (por ahora aparecieron dos de los tres anunciados), componen un cuadro más vasto, titulado Costumbres de los italianos. Celati tiene en su haber más de diez libros y documentales, y acaba de publicar, después de cuarenta años de idas y vueltas, una espléndida traducción de Ulises de Joyce, con una repercusión inusual en Europa.
En Vidas erráticas, predomina una prosa ligera y despojada, en apariencia pobre (como al autor se le aparece la vida), que conduce a un abismo que marea y da vértigo, en que la lengua, de pronto, como en una montaña rusa, se yergue a límites de una maestría impensada. Así, después de habernos contado la vida errática de Pucci, "joven flaquito, tímido y mal vestido", el narrador, que acelera y desacelera, haciéndonos reír desde el inicio, nos conduce hasta lo alto y, allí, suspendidos en el vacío, nos abandona, y sentencia: "Temeroso es el deseo que enfrenta, juntos, ansia y desazón".
Por eso, en ese mundo en ruinas, no hay nostalgia, remordimientos ni ninguna evocación ejemplar, como la del escritor del tercer cuento, que escribe una autobiografía prescindible y que resulta también él inútil, al modo de los fabulosos "escritores inútiles" de Cavazzoni. Se despliega, en vez, sobre los tres relatos, para protegerlos de toda memoria traicionera, capaz de idealizar incluso lo olvidable, el velo de la madurez irónica pero compasiva, que asigna al pasado su justo peso y a esas enésimas e insulsas escenas cotidianas de las que está hecha una vida, su justo valor. Una constatación final del narrador, voz autobiográfica y parte de esas experiencias arrastradas involuntariamente en el tiempo, resulta iluminadora: "Yo querría saber -nos declara- dónde fueron a parar todos, y si en verdad hemos existido, si ésta es entonces la vida. O si todo es un error, sólo relámpagos, escalofríos, qué sé yo".
Vidas erráticas
Por Gianni Celati
Periférica
Trad.: Francisco de Julio Carrobles
144 páginas
$ 235
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