Reivindicando a Bruce Springsteen
Su nuevo disco fue recibido con entusiasmo por el periodismo especializado y por el público. Aquí no se lo toma muy en serio, a pesar del aporte a la música popular que viene haciendo desde hace décadas
Bruce Springsteen no es Bob Dylan. No lo es en muchos aspectos, desde la más obvia verdad de Perogrullo hasta algo muy llamativo. Prueben lo siguiente: digan, en la Argentina, en un ambiente medianamente enterado de los grandes nombres de la historia del rock, que Bob Dylan les parece un artista notable. No recibirán quejas ni objeciones. Tal vez, algún bostezo por decir algo previsible (o, raramente, algún ataque, en general con fundamentos no por objetables menos interesantes, contra Dylan). Ahora prueben decir que Bruce Springsteen les parece un gran artista. Ya estamos en otro terreno. Pueden aparecer gestos de desaprobación, muecas de superioridad que transmiten esta idea: ¿cómo te va a gustar eso? Para hacer una generalización injusta, a Dylan para atacarlo se lo conoce, se lo escucha; frente a Springsteen nos topamos con prejuicios de toda clase.
Pero no vamos a seguir con este escenario de ficción (basado en rigurosos casos reales). Citemos a Nick Hornby, que en su pequeño gran libro 31 canciones dice que el tema que más veces escuchó en su vida es "Thunder Road", de Springsteen (unas 1500 veces de 1975 a 2000; la cuenta siguió creciendo después). Si este país tuviera más gusto por Springsteen, como lo tienen España o Inglaterra, sería raro aclarar en un suplemento cultural de un diario que "Thunder Road" es de Springsteen, pero acá se hace imperioso.
Sigamos con el inglés Hornby: "Aunque no soy americano, ni ya muy joven, odio los coches y puedo comprender por qué tanta gente encuentra a Springsteen histriónico y grandilocuente (pero no por qué lo encuentran machista o patriotero o tonto: este tipo de juicios ignorantes han atormentado a Springsteen durante la mayor parte de su carrera, y provienen de unos listos que en realidad son mucho más tontos de lo que él ha sido jamás). "Thunder Road" logra, de alguna forma, hablar por mí".
Ya hace varios días que el nuevo disco de Springsteen, Wrecking Ball , recibe comentarios mayormente positivos, algunos superlativos, en el mundo del periodismo sobre rock. Para quienes lean en inglés, es muy recomendable la discusión de Jon Pareles y Jon Caramanica en The New York Times. A Springsteen, como el enorme artista popular que es, se lo toma en serio en muchos medios del mundo. Aquí, en general, no ocupa demasiado lugar en los medios, al menos no tanto lugar como el que ocupa en América del Norte y Europa. Hay algunas excepciones en la Argentina, por supuesto. Notablemente, la de Mariana Enriquez en Radar . Ella suele escribir sobre Springsteen con pasión y sobrado conocimiento.
Springsteen ha de ser, entre los artistas de rock más vendidos de las últimas cuatro décadas, el que menos ha venido a la Argentina: una sola vez, dentro de la gira de Amnesty de 1988. No son pocos los que afirman que fueron a ese concierto en River principalmente por Sting y/o por Peter Gabriel. De hecho, el ex Police y el ex Genesis vinieron muchas otras veces a la Argentina. Tienen su público. En ese concierto de Amnesty, se sabe que muchos asistentes se fueron después de ver a Sting y a Peter Gabriel. Springsteen, como correspondía, era el número más importante del evento, el anunciado en primer lugar de la gira y el que cerraba los conciertos. Pero no era -no es- visto de esa forma en la Argentina. Si uno pone en Google "Amnesty 1988 Buenos Aires" puede encontrarse con informaciones como ésta: "El evento trajo a Sting, Peter Gabriel y Tracy Chapman, entre otros". Entre otros. Entre otros. Entre otros: Bruce Springsteen & The E Street Band.
Ésta no es una nota fría, no es una nota ecuánime, es una nota sorprendida por el poco predicamento de quien, según no pocos críticos e investigadores, "salvó el rock" en los años 70. Un artista popular no en un sentido meramente masivo, que vende mucho, o que responde a lo que un partido político considera "arte popular", que suele ser todo aquello que le conviene desde algún ángulo. No: Springsteen es un gran artista popular porque pasa en limpio, potencia y da forma, con una energía en permanente renovación, alegrías y angustias colectivas e individuales, para las más diversas catarsis de quienes quieran escucharlo. Como John Ford, cuenta la historia, las historias, de los Estados Unidos de América.
Son muchas las conexiones entre Springsteen y el cine, y él es un espectador que puede aparecer en un festival e interesarse por un pequeño documental (dato chequeado, de buena fuente). En cuanto a Ford, es su director favorito. The Searchers ( Más corazón que odio , 1956) fue nombrada muchas veces por Springsteen como una de sus películas preferidas. La homenajeó con fotos en sus discos, como en Darkness on the Edge of Town (1978). Allí aparece apoyado en el marco de la puerta, como John Wayne en el emblemático final de la película. Y, entre otras relaciones temáticas, de ambiente, de conexión con la propia historia (la canción "Factory" con los primeros minutos de Qué verde era mi valle ), se destaca la que hay entre Viñas de ira , que Ford hizo a partir del libro de John Steinbeck, y la canción "The Ghost of Tom Joad". Tom Joad (Henry Fonda en la película), hijo de una familia errante en busca de trabajo durante la Gran Depresión, le dice a su madre, al despedirse: "Mamá, donde haya un policía pegándole a un hombre/ donde un bebé recién nacido llore de hambre/ donde haya una pelea contra la sangre y el odio en el aire/ buscame que voy a estar ahí/ donde haya alguien peleando por un lugar donde quedarse/ o por un trabajo decente o por una ayuda/ donde haya alguien luchando por ser libre/ mirá en sus ojos que me vas a ver". (Traducción propia)
Ésa es parte de la letra de la canción que da título al disco de 1995, uno de los trabajos más sombríos de Springsteen, junto con Nebraska (1982) y Devils & Dust (2005). Nebraska era acústico, cuando la moda de hacer acústicos no había llegado. De hecho, para la serie de discos MTV Unplugged , éxito de los años 90, Springsteen (The Boss, "El Jefe") hizo una canción acústica y después enchufó todo. Por eso tachó el "Un" del título.
Otro disco con componentes sombríos es el flamante Wrecking Ball , signado por los efectos de la depresión actual y sus consecuencias dañinas para el país soñado y cantado infinidad de veces por Springsteen. Wrecking Ball , con dardos explícitos contra la especulación financiera, tal vez sea el disco hecho con más enojo en toda la carrera de Springsteen. Su disco posterior al 9/11, The Rising (2002), aceptaba el dolor y lo convertía en una clase de esperanza menos lejana que la que se vislumbra en Wrecking Ball, que reacciona con furia ante la crisis y el tropezón (¿caída?) del sueño americano. Una canción como "Death to my Hometown" no sólo remite a "My Hometown", canción de Springsteen de los años 80: es también un síntoma de que la imagen mítica del pequeño pueblo de la América profunda se ha desdibujado. No sólo la imagen mítica: sobre todo, su economía y su vida reales.
De todos modos, en los discos de Springsteen el horizonte nunca es completamente de derrota, y el cinismo le es desconocido. Así, aunque "We Take Care of Our Own", la adictiva canción que abre el disco, comienza con sirenas que gritan urgencia y se pregunta dónde quedaron los sueños ("¿dónde quedó la promesa?"), es también un llamado de atención, para despertarse. No por nada cuando el disco se va cerrando (la secuencia de este álbum, en un tiempo en el que se escucha mayormente en cualquier orden, es importante), aparece una nueva versión (por primera vez en estudio) de "Land of Hope and Dreams" ("Tierra de sueños y esperanza"). En la crítica -superlativa- de Wrecking Ball publicada en la Rolling Stone , David Fricke dijo sobre "Land of Hope and Dreams": "El nuevo arreglo es como si Phil Spector hubiera ido a la iglesia con ayuda de Curtis Mayfield. Y se consigue resurrección también. Clarence Clemons (que murió el año pasado) toca el saxo, una hermosa extensión de su vida con Springsteen".
El disco, firmado por Bruce sin la E Street Band, deja escuchar, entre otras influencias, procesadas sin perder la identidad, hip hop y gospel . Wrecking Ball , como la inmensa mayoría de los de Springsteen, es un disco estupendo. Lo más flojo de su carrera está -hay consenso- en el díptico Lucky Town y Human Touch , de 1992. Este último, según la guía AllMusic, fue el único de los discos de Springsteen que no aspiró a la grandeza.
Para quienes todavía no crean en Springsteen, van otras palabras de Nick Hornby: "Un artista que puede convencerte de la verdad de lo que canta en cualquier versión es un artista capaz de muchísimas cosas". La convicción que transmite Springsteen está ahí, es evidente; pero si tienen dudas y desconocen sus discos, antes de llegar a Wrecking Ball escuchen Born to Run , el disco de 1975 que lo convirtió en un fenómeno tal que las revistas Time y Newsweek le dedicaron sus tapas al mismo tiempo.
Un año antes de la aparición de ese disco, el crítico Jon Landau había escrito: "He visto el futuro del rock and roll y se llama Bruce Springsteen". Landau pasaría a ser productor, mánager e influencia decisiva para Springsteen, ya en Born to Run . Efectivamente, Springsteen se convertiría en uno de los artistas cruciales de los últimos 40 años, aunque muchos no se hayan enterado por estos lares de que así como Dylan es el gran poeta del rock, Springsteen es el gran prosista.