Reír y llorar, de la escena al castillo
El miércoles terminó el Festival de Cine Italiano. Se pasaron once películas. Vi dos. Eran biografías de sendos autores teatrales del sur de Italia de fines del siglo XIX y principios del XX: El rey de la risa (Qui rido io), de Mario Martone, y La extrañeza (La stranezza), de Roberto Andò. En ambas, el protagonista era el magnífico actor Toni Servillo.
En la primera, interpretaba al napolitano Eduardo Scarpetta, leyenda del teatro peninsular, capocomico y autor que cambió el gusto de su tiempo. Sus personajes se nutrían de la commedia dell’arte y, a la vez, se alejaban de ella. Además, Scarpetta dio origen a una dinastía de la escena, sus hijos, los hermanos Di Filippo. La segunda película era una obra maestra; Toni Servillo encarnaba al escritor y dramaturgo siciliano Luigi Pirandello. Hoy comentaré El rey de la risa; dejo La extrañeza para la próxima semana.
Eduardo Scarpetta (1853-1925) fue uno de los pioneros del teatro italiano moderno que aún tenía lazos profundos con la commedia dell’arte. Su familia era de origen modesto. Cuando su padre enfermó gravemente, debió buscar trabajo. Logró ingresar en la compañía teatral de Antonio Petito, el mejor Pulcinella del siglo XIX. Las representaciones se hacían en el teatro San Carlino, en dialecto napolitano. Petito, más tarde, creó un personaje nuevo, Felice Siosciammocca, compañero de andanzas de Pulcinella, para que lo interpretara Scarpetta.
Cuando murió Petito, en 1876, Scarpetta dejó la compañía. Por medio de un préstamo, reabrió el teatro San Carlino en 1880 y lo modernizó. El triunfo que le redituó una fortuna fue Na Santarella. Con esos ingresos construyó una magnífica villa de estilo Liberty, La Santarella, cuya fachada era la de un castillo con cuatro torres. En lo alto, puso una inscripción: “Qui rido io”.
La vida familiar de Scarpetta era un vaudeville. Se había casado con Rosa Di Fillippo, hija de un comerciante modesto. Con ella adoptó un hijo, Domenico, nacido de una relación prematrimonial de Rosa ¡con el rey Vittorio Emanuele! Pero Eduardo también tuvo un hijo biológico con su esposa, Vincenzo. Scarpetta fue padre de muchos hijos adulterinos, como Maria, con la maestra de música Francesca Giannetti; a la que adoptó. A ellos, se sumaron Titina, Eduardo y Giuseppe, nacidos de la relación de Eduardo padre con Luisa De Filippo, sobrina de Rosa. Esos tres hijos, nunca reconocidos, tomaron el apellido materno: Di Filippo. Los tres llegaron a ser figuras centrales del teatro nacional. Llamaban “tío” al padre.
El inefable actor Totò, amigo de Eduardo Di Filippo, llevaría al cine tres de las piezas de Scarpetta: Miseria y nobleza (con Sophia Loren); Un turco napolitano (1953), donde Totò interpreta a un desopilante falso eunuco; y El médico de los locos. Están en YouTube.
Un mal paso. Scarpetta vio en Roma La figlia di Iorio, una tragedia pastoral de Gabriele D’Annunzio. La pieza lo impresionó tanto que escribió una parodia, Il figlio di Iorio, autorizada verbalmente por el Vate que la leyó desternillándose de risa. La noche del estreno en Roma, fanáticos del poeta abuchearon durante la representación y decidieron hacerle juicio a Scarpetta, apoyados por el versátil D’Annunzio. El juicio duró años. El gran filósofo y escritor Benedetto Croce apoyó la causa de Scarpetta, sin dejar de señalar que la tragedia de D’Annunzio era una obra de arte mientras que la parodia de Scarpetta era muy menor, pero de ningún modo era un plagio. El alegato final estuvo a cargo del autor de El hijo de Iorio que convirtió su defensa en un monólogo hilarante. Al día siguiente, los diarios de toda Italia comentaron el triunfal despliegue histriónico y oratorio de Scarpetta.
Seguí leyendo
Otras noticias de Manuscrito
Más leídas de Cultura
Catalejo. El valor de las palabras
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
“Enigma perpetuo”. A 30 años de la muerte de Liliana Maresca, nuevas miradas sobre su legado “provocador y desconcertante”
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan