Reinventarse, el gran desafío de los museos
Su día internacional, celebrado esta semana, invitó a repensar el rol de las instituciones
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Una mujer sostenía en alto la cabeza de una esfinge. Un joven, otra de un hipopótamo archivada como “Egipto, 1390-1352 a.C.” Era abril de 2017 y el artista rosarino Adrián Villar Rojas acababa de convertir la terraza del Museo Metropolitano de Nueva York en un “Ready Made de la cultura universal”, titulado El teatro de la desaparición. La instalación incluía un centenar de réplicas en 3D de objetos de distintas civilizaciones, tomados de la colección de uno de los museos más importantes del mundo.
El arte, una vez más, cuestionaba el pasado y se adelantaba al futuro: tres años más tarde, la pandemia obligaba a repensar el rol de los museos ante la amenaza de su propia extinción. También la forma en que las instituciones desafían sus propios límites para exhibir su patrimonio, con salas cerradas durante meses ante la expansión del coronavirus.
En el momento más incierto nació hace un año RAME, la Red Argentina de Museos y Espacios de Arte. Impulsada por cuatro de las principales instituciones culturales del país, busca “fortalecer el trabajo colaborativo” en todo el país.
“El futuro de los museos: recuperar y reimaginar” fue la consigna lanzada por el Consejo Internacional de Museos (ICOM) para celebrar esta semana el Día Internacional de los Museos. Nada fácil cosechar entusiasmo, en un contexto tan desafiante. Aun así, con la escena porteña nuevamente paralizada, se debatió sobre el tema en “Tan lejos, tan cerca”, encuentro virtual que unió experiencias similares de la Argentina y de Europa. “Es una oportunidad de resignificar las distancias”, dijo al presentar la charla Viviana Usubiaga, directora nacional de Gestión Patrimonial. Se refirió así a las posibilidades abiertas por la tecnología y las redes de cooperación, que permitieron trascender las limitaciones físicas.
En el momento más incierto nació hace un año RAME, la Red Argentina de Museos y Espacios de Arte. Impulsada por cuatro de las principales instituciones culturales del país –el Malba, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y Fundación Proa–, busca “fortalecer el trabajo colaborativo” en todo el país.
“Probablemente nunca hemos tenido una sinergia tan grande”, reconoció Marisa Baldasarre, directora nacional de Museos, mientras moderaba el encuentro que reunió a un centenar de personas de dos continentes. Entre ellos los directores de dos museos muy distantes, el Terry de Tilcara y el Dauphinois de Grenoble, que sin embargo revelaron coincidencias. Ambos señalaron que el hecho de no estar ubicados en grandes ciudades permite una “relación más íntima” con sus comunidades, lo que representa “una potencia y una oportunidad”.
“La pandemia transformó la forma en que nos relacionamos”, señaló Juan Ignacio Muñoz desde Tilcara, ciudad jujeña de 10.000 habitantes. “Generalmente el público se compone de turistas –agregó–. Y como los turistas son distintos, el museo no cambia. Y un museo que no cambia, desaparece para la comunidad local”. Habló entonces sobre el compromiso de acercarse a “los grupos más afectados, como los niños y los adultos mayores” y de convertir el hogar del fallecido pintor José Antonio Terry en un espacio que pudiera ser “habitado” en lugar de “visitado”. El clima de la Quebrada de Humahuaca permitió realizar, por ejemplo, ceremonias populares al aire libre.
Desde los Alpes franceses, Olivier Cogne coincidió en que las exposiciones temporarias impiden que los museos se “fosilicen”. Alojado en un antiguo convento, el que él dirige cuenta entre sus hitos históricos haber involucrado a los vecinos en la producción de muestras dedicadas a los inmigrantes italianos o al tema de “la diferencia”.
Integrar la diversidad fue clave para Feda Baeza, quien asumió en mayo de 2020 la dirección del Palais de Glace. Todo estaba por hacerse en una institución cuya sede permanecía cerrada por refacciones desde principios de 2018, y que debió mudarse de forma provisoria a la Manzana de las Luces. En este caso, las limitaciones físicas no impidieron que nuevos ciclos virtuales lograran ampliar la programación, que abarcó “las producciones estéticas de otras comunidades a las que no se estaba escuchando”.
La expansión digital también implicó ganar audiencias para el Museo de la Historia del Traje. “A partir de la pandemia todos tuvimos que empezar a pensar cómo nos reinventábamos –dijo desde Buenos Aires su directora, Vicky Salías–. Sabemos que tenemos que seguir llegando a este público”. Coincidió así con su par en el Museo del Traje de Madrid: “Muchos consideran que los museos son elitistas, e intentamos revertir eso –observó Helena López–. A través de lo virtual se accede a jóvenes que probablemente no vengan, y se rompe la barrera de lo local”.
Claro que, como observó Muñoz, “en las pantallas todo se reduce a una dimensión, hay un recorte de la experiencia sensible. El gran desafío es utilizar esas herramientas para acercarnos al público, pero sin perder de vista el territorio”.
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