Reemplazarán el primer mapamundi de la historia por una réplica para asegurar su conservación
La Carta de Juan de la Cosa, fechada en 1500, incluye el contorno de América y es el mapa más valioso que se conserva en España en su Museo Naval y estuvo desaparecido más de 300 años
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MADRID.- Gabinete de crisis de los técnicos del Museo Naval de Madrid ante el mapa más valioso que se conserva en España. La llamada Carta de Juan de la Cosa (1500), el primer mapamundi de la historia donde se representa América, necesita cuidados especiales para evitar la degradación que le ocasionaron siglos de traslados y malas exposiciones. El museo estudia sustituirlo por una copia en 3D que ha realizado la empresa española Factum Foundation. Los elementos dibujados en color rojo en este pergamino, un rectángulo irregular de 93 centímetros de alto por 183 de ancho, han perdido intensidad por su deficiente conservación durante siglos ―fue robado por las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia― y su exposición directa a la luz en la tienda de un comerciante francés en el siglo XIX. Sin embargo, las tonalidades verdes y azules se conservan bien.
Desde 2020 se halla en una vitrina bioclimática que mantiene constantes temperatura y humedad, además de contar con un filtro que evita los rayos UVA e infrarrojos. El traslado a otra ubicación del mapa ―que fue declarado secreto por los Reyes Católicos, ya que era la llave que abría a otras naciones el conocimiento del Atlántico― resulta muy problemático por las vibraciones o cambios de temperatura que pudiera sufrir, por lo que los técnicos siguen estudiando cómo hacerlo. “Es complicado moverlo. De hecho, ni siquiera se presta ya a otros museos desde hace muchos años, a pesar de las numerosas peticiones que tenemos. Es la pieza, sin duda, más reclamada”, afirma Juan Escrigas, capitán de Navío y director del museo.
Lo pintó en el Puerto de Santa María (Cádiz) Juan de la Cosa, un piloto y cartógrafo que viajó con Colón en al menos dos travesías, a petición del obispo Juan Rodríguez de Fonseca. El prelado quería mostrar a los Reyes Católicos los nuevos descubrimientos geográficos realizados entre 1492 y 1500. La carta representa correctamente el ecuador terrestre y el trópico de Cáncer, aunque contiene errores en distancias y latitudes, sobre todo en el Nuevo Mundo y las Antillas.
La carta náutica, que está firmada por su autor, está compuesta por dos pergaminos unidos y sobre ella se plasman todos los territorios del globo conocidos a finales del siglo XV. Incluye figuras masculinas de diversos monarcas del mundo, tres imágenes a caballo ―los Reyes Magos―, monumentos destacados de diferentes países, embarcaciones de la época y caras de soplones que representan a los vientos, según lo describe la web de Biblioteca Virtual de Defensa.
Para Defensa, “su mérito e importancia radica en ser la más antigua obra cartográfica que se conserva en que aparece el continente americano; se aprecian en ella los descubrimientos llevados a cabo por Colón en sus tres viajes de 1492,1493 y 1498, así como los de Ojeda, Vespucio, el propio Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón y Juan Caboto”.
El obispo Fonseca, que llevaba años recopilando información cartográfica, se lo mostró a los Reyes Católicos en 1503. Pero a partir de 1514 se perdió su rastro, que no se recuperó hasta 1832 en Francia. Ese año, el embajador holandés, el barón Charles de Walckenaer, lo compró a un chamarilero parisino y se lo mostró al explorador prusiano Alexander von Humboldt, que quedó maravillado y lo dio a conocer. Al morir Walckenaer, sus bienes salieron a subasta y el Ministerio de Marina español lo adquirió. El Gobierno lo había calificado como “el más interesante bosquejo geográfico que nos ha legado la Edad Media”. La oferta española superó a las de la Biblioteca Nacional de Francia y del Museo Británico. Se pagaron 4.321 francos. El mapa fue trasladado al desaparecido Palacio de Godoy, en las proximidades del Palacio Real de Madrid, y posteriormente al Museo Naval, donde se encuentra actualmente.
En noviembre de 1936, iniciada la Guerra Civil, fue llevado a Valencia para protegerlo, donde estuvo hasta terminar la contienda. Desde entonces, relata Luisa Martín-Meras, en su estudio La carta de Juan de la Cosa: interpretación e historia, “ha salido en muy raras ocasiones de su emplazamiento, una vez en 1952 a la exposición organizada por la Real Sociedad Geográfica en Madrid, en 1958 a la exposición del IV centenario de la muerte de Carlos V en Madrid y en los años 70 a Nueva York”. Nunca ha sido restaurado.
En 1987, el Museo del Prado lo sometió a un análisis mediante radiografías, rayos infrarrojos y fluorescencia ultravioleta. El resultado puso de manifiesto que los pigmentos utilizados estaban conformes a la fecha de realización que aparece en la carta y que no se apreciaba ningún repinte posterior. Berta Gasca, directora técnica del museo, admite que la sustitución del mapa original por el facsímil permitiría iluminarlo directamente y que los visitantes pudieran admirar todos sus trazos. “Hay mucha gente que se queja de que no se puede ver bien porque ningún foco lo ilumina”, señala.
Se mantiene en una urna con constantes fijas de humedad y temperatura gracias a una sustancia llamada Propadyn, recubierto por un cristal que filtra los rayos ultravioleta y que fue fabricado a prueba de impactos. La anterior urna, fabricada en 1992, fue sustituida por otra en 2020 para integrar las últimas tecnologías de conservación.
Actualmente, el facsímil que sustituirá al mapa, no antes de 2025 o 2026, se encuentra en una exposición en Londres. José María Moreno, jefe de la Colección Cartográfica del Museo Naval, recuerda que es habitual la sustitución de algunas piezas “para que descansen”. “En el caso de los libros, por ejemplo, hasta cambiamos las páginas que se muestran al público para que no estén siempre expuestas las mismas a la luz. Trabajamos por el mantenimiento íntegro de nuestro patrimonio”, subraya, al tiempo que el director del museo concluye: “El mapa de Juan de la Cosa es nuestra niña bonita. Nuestra joya, y por eso lo cuidamos con el máximo esmero para siguientes generaciones”.
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