Redescubriendo a Renart, con el arte en su apellido
Artista de culto de los años ‘60, la obra del mendocino atraviesa la ciudad: de la exhibición de su archivo en la galería Del Infinito, en Recoleta, al Museo de Arte Moderno, pasando por la gran muestra que le dedica en Puerto Madero Colección Amalita
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La vida humana sucede entre movimientos continuos de contracción y expansión. La contracción es el motor del parto, su síntoma previo, cuando el útero se mueve hacia sí mismo para luego relajarse, dilatarse y abrirse al alumbramiento, soltando una vida al mundo. Estos movimientos vitales pueden identificarse en la obra de Emilio Renart, artista mendocino (1925-1991) que tuvo una fuerte impronta en la escena artística argentina entre los años sesenta hasta finales de los ochenta. El arte que lleva en su apellido hoy vuelve a resonar en la conversación cultural gracias a dos muestras complementarias que lo ponen en primera plana.
La Colección Amalita presenta Alienígena. Emilio Renart y su práctica artística y social, una retrospectiva antológica curada por Sebastián Vidal Mackinson, que exhibe casi doscientas obras de colecciones privadas y públicas. Paralelamente, la galería Del Infinito impulsa una propuesta muy distinta en la muestra Constancia de la especie. El archivo de Emilio Renart. Con la curaduría de Javier Villa, la invitación es a conocer el archivo del artista.
Sumergirse en el universo de Renart es como volver al origen de la vida y desde allí expandirse al cosmos, para luego resquebrajarse y contraerse hacia el límite. A través de la estética singular que desarrolla, rozando por momentos el Informalismo, le da visualidad a la naturaleza del ser humano, que transcurre entre instantes de ensanchamiento, de quiebre y de ensimismamiento, poniéndole imagen a la condición efímera de la existencia. “El tema que ocupó la vida y el pensamiento de Renart fue siempre el ser; particularmente, la conciencia humana y su capacidad creativa”, dice el texto de Villa. La creatividad y la conservación, como manifestaciones de la pulsión vital, son dos conceptos clave para explorar en estas muestras.
Alienígena
“El concepto de creatividad une toda la exposición y la producción de Renart. Es algo que fue madurando y desarrollando a lo largo de casi más de tres décadas”, explica a LA NACIÓN Vidal Mackinson al empezar el recorrido en Colección Fortabat. En 1986 el artista publicaría incluso un libro sobre este tema; una copia del mismo puede verse en el archivo, en la galería.
“Renart lo postuló en tanto la potencia demarcadora que cada una y uno de nosotros posee como ser humano, herramienta con una capacidad asociativa de ideas única individual”, complementa el primer texto de sala en esta muestra que despliega el universo creativo del artista de manera cronológica, a través de tres núcleos demarcados cual “territorios”, según dice el curador.
En el primer espacio, el espectador recorrerá formas biológicas y cosmológicas en obras de los años sesenta: desde las figuras genitales de Integralismo. Bio-Cosmos N°3, hacia los cráteres de paisajes lunares y espaciales, y luego de vuelta hacia los micromundos de dibujos que evocan lo embrionario, la epidermis, lo celular y lo mamífero dando la sensación de salirse del cuadro, como una imagen ampliada con lupa. Mientras que muchas de las obras del artista en esta época parecen extralimitarse, otras efectivamente lo hacen. Es el caso, por ejemplo, de Integralismo. Bio-Cosmos N°1 -exhibida en la sala F del primer piso del Museo de Arte Moderno-, donde la pintura se integra con la escultura y literalmente el lienzo bidimensional se transforma en una estructura tridimensional que ocupa el espacio. Late una pulsión vital en estas obras que pujan por traspasar el límite. “Creo en el impulso cosmológico, por ser la fuente generatriz de la vida. Creo en la vida, porque genera la existencia (...). Creo en la humanidad, porque es mi pluralidad. Creo que todo lo dicho y en su fusión, porque determina la integridad. De ahí que creo en el Integralismo…en este caso: plástico”, escribió el artista en un catálogo del Instituto Di Tella en 1964.
En el siguiente núcleo se ven piezas de la década de los setenta que parecen tierra o tejidos epidérmicos fisurados, agrietados. En esta etapa también emerge la figura humana. Hay, por ejemplo, un cuerpo atrapado en un prisma, que está cayendo; es una escultura titulada Anverso Reverso (1979). Frente a ella, se ven cuatro cuadros a través de los cuales la cara de una persona desaparece. “Si bien él no hace una relación arte-política de una manera literal, en el contexto de la dictadura aparece el cuerpo”, comenta Vidal Mackinson. Un pasillo negro conduce a la obra Autorretrato, un rostro humano atrapado detrás del vidrio de un cuadro con manos empujan como queriendo salir. Mientras que en los años setenta hay una fuerza en las obras que llega a tocar la luna, en esta etapa esa fuerza queda contenida, rompiendo en ocasiones el plano o la superficie.
En la última parte se despliegan más de noventa esculturas de la serie Multimágenes, que fueron expuestas en 1983 en la galería Ruth Benzacar. Son bloques de veinticinco centímetros de poliuretano expandido. Cada imagen es distinta y se multiplica dentro del límite de la materia. La fuerza que en la etapa anterior parecía atrapada, encuentra ahora un nuevo cauce dentro del bloque. La finitud de la materia se tensiona con la potencia creativa, y el límite se convierte en motor para un movimiento hacia adentro. Según dice Javier Villa, en esta serie, la exploración es “la variación infinita de la creatividad con un límite de escala”.
Un archivo espectral
Mientras que en Fortabat Renart vuelve al presente como un alienígena a través de sus obras, el archivo en Del Infinito lo trae de manera “espectral”, sugiere a LA NACIÓN Julián Mizrahi, director del espacio. Registros fotográficos, positivos, negativos, bocetos y patentes, entre 1958 y 1989: “Las obras que fueron rotas o destruidas, aparecen”, continúa el galerista.
Estas piezas se presentan como testigos de la intención del artista de conservar lo creado, de permanecer en la memoria. “El miedo al anonimato, es el miedo a no ser recordado. Por consiguiente, y aunque en forma velada, es el miedo a morir”, escribió Renart en su libro Creatividad, que cita Villa en su texto.
Como con un material arqueológico, este archivo invita a excavar en las capas del artista, sus obras y procesos; nos ofrece una lupa para descubrir su estructura creativa, para hacer doble clic en su universo visual e intelectual. Una app que se puede descargar en el celular al ingresar a la galería permite transformar negativos con imágenes del artista y de su obra al positivo.
El archivo como un caleidoscopio hecho de pasado adquiere otra vigencia en el presente al abrirse a las nuevas lecturas del público contemporáneo. El espectador podrá desplegar un rol activo, encontrar los hilos conductores y elegir con ánimo detectivesco, cómo hilvanar la narrativa que se despliega en un espacio que tiene voz propia.
Para agendar
Alienígena. Emilio Renart y su práctica artística y social, puede verse en la Colección Fortabat de jueves a domingos de 12 a 20 en Olga Cossettini 141, Puerto Madero. Hasta el 28 de julio. Entrada $3000.
Emilio Renart. Constancia de la especie, puede verse en la galería Del Infinito de lunes a viernes de 10 a 18, en Av. Pte Manuel Quintana 325, PB.
La obra de Emilio Renart, Integralismo. Bio-Cosmos n°1, puede verse en la sala F del primer piso del Museo Moderno, en Av. San Juan 350.
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