Esta es una historia protagonizada por libros y por tres hermanas, hijas de judíos alemanes que llegaron a la Argentina a fines de los años treinta, cuando el nazismo convocaba simpatías entre la población alemana para avanzar en un plan mortífero. Las tres hermanas Hilb heredaron de sus padres el amor por los libros y, con el tiempo, escribieron, ilustraron y publicaron sus propias historias. El lobo Rodolfo y Una familia para Rodolfo (Alfaguara) llevan la firma de las tres. Nora, ilustradora y autora de literatura para chicos, vive en Cariló; Vera, psicóloga y escritora, reside en Barcelona, y Claudia, socióloga y ensayista sobre la violencia política y la democracia, en Palermo. Entre las tres comparten relatos, comentan las ilustraciones de Nora y hacen las correcciones de los libros que escriben juntas por Skype. Sin que lo imaginaran, a las tres las esperaba un episodio novelesco.
A comienzos de este año, Nora encontró en su bandeja de entrada un mail que tenía remitente alemán. El correo estaba escrito por un bibliotecario, que le preguntaba si ella era hija de Claus Hilb. La carta, escrita en inglés, empezaba así: "Estimada señora Hilb: mi nombre es Sebastian Finsterwalder, trabajo en la Biblioteca Central y Regional de Berlín en el campo de la investigación de procedencias. El objetivo de nuestro trabajo es identificar en el catálogo de nuestra biblioteca los libros saqueados por los nazis, que fueron robados a sus dueños entre 1933 y 1945 o que tuvieron que ser vendidos para financiar la emigración. Intentamos identificar estos libros para devolverlos a sus legítimos dueños, las familias de los perseguidos por el régimen nazi".
En la investigación, llevada a cabo en Berlín, los bibliotecarios detectives (y también reparadores de un pasado funesto) habían encontrado un libro con el sello "Claus H [ilb], Berlin W 62, Kurfürstenstraße 88". Finsterwalder, que trabaja en el programa de restituciones de libros desde 2002, tenía sus conjeturas a la hora de redactar el correo electrónico. Si su investigación era correcta, Claus Hilb había sido perseguido bajo las leyes de Nuremberg. En efecto, a la edad de 16 años, el padre de las Hilb había emigrado a Uruguay en 1939, y luego se mudó a la Argentina, donde cambió su nombre por el de Juan Nicolás Hilb. El señor Hilb falleció en Buenos Aires en 1988. Finsterwalder y su equipo habían hallado un libro con un autógrafo y una libreta de Robert Hilb. Uno de los libros recuperados reúne un conjunto de leyendas populares tirolesas.
A partir de entonces, con algunos vacíos por completar en la historia, las Hilb y el bibliotecario berlinés concertaron el modo de restituir los libros a las herederas, que se concretó cuando Claudia, meses atrás, viajó a Alemania. La analista de los "usos del pasado" no imaginaba que el pasado del pasado retornaría de manera tan bella (y tan triste) bajo la forma de libros. "Pese a recuperar algo que había sido de mi padre, la sensación de pérdida fue mayor", reveló. De fuerte impronta humanitaria, el programa de las bibliotecas alemanas construye un puente entre el dolor y la memoria. En la Argentina aún no existe uno similar.
Pero eso no sería todo. Gracias a la tarea de Finsterwalder, las Hilb descubrieron que su madre, que tenía nueve años al emigrar, y su padre, de dieciséis, llegaron a la Argentina en el mismo barco: el Cap Arcona. Como dos desconocidos, los futuros padres de las tres hermanas cruzaron el océano, alejándose de la guerra y el odio. Los libros recuperados, quizás de poco valor comercial, tienen un peso simbólico incalculable. Y comunican, a la vez, un mensaje sobre el sentido de las bibliotecas públicas.
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