Recuerdo de Ruth Benzacar
Trajín de feria, muchas ventas y el bullicio mundialista del triunfo del jogo bonito. Esta edición de arteBA es la más exitosa de su historia y marca el derrotero de lo que será en 2011 la celebración del 20° aniversario.
Ayer hubo una pausa para recordar a Ruth Benzacar, que murió horas después del cierre de arteBa 2000. Pasar revista a su vida, en las palabras de Jorge Macchi, Pacho O’Donnell, Javier Villa y Pablo Siquier, fue como repasar lo sucedido en el mundo del arte en el último medio siglo, desde que la vigorosa Ruth abrió su casa de la calle Valle para vender cuadros, cuando un revés puso patas para arriba las finanzas familiares.
De esa parte entrañable de la saga se ocupó Ariel, su hijo, y del legado profesional, Orly, que tomó la antorcha de la galería de Florida 1000.
El mejor homenaje fueron las palabras de Javier Villa, un crítico que no la conoció, pero dijo tres verdades de puño: que era una mujer que sostenía la mirada, capaz de correr riesgos y de cuidar a sus artistas. Un homenaje paralelo es el éxito de arteBA; cristaliza su sueño de crear un mercado para el arte contemporáneo argentino. Macchi y Siquier debutaron en Florida 1000. Sus obras están en grandes museos y han representado al país en las bienales de San Pablo y Venecia. Sus carreras han demostrado que sostener la mirada, correr riesgos y cuidar de los artistas es un ejercicio necesario para encarar con profesionalismo una actividad que trata con una materia frágil y eterna como el arte mismo.
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