Recrear el microcentro, un desafío colectivo
El corazón porteño se revitalizó esta semana con un programa de intervenciones artísticas que unió voluntades públicas y privadas
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¿Usted está loco? ¿Quién va a venir?”, le preguntó sorprendido el agente inmobiliario al mostrarle el local. Era el año 1968, el de la “imaginación al poder”, y en la creativa cabeza de Luis Felipe Noé cobraba forma la idea de abrir un bar en pleno microcentro porteño. Desde la calle Reconquista se mudó una década después al Pasaje Tres Sargentos, a la vuelta de la esquina, donde aún funciona remodelado por sus nuevos dueños.
“Era un barrio de marineros y de mujeres ‘muy personales’, a las que respeto mucho –recordó días atrás “Yuyo”, uno de los artistas más consagrados de la Argentina–. Con un grupo de socios abrimos el Bárbaro, al que algunos por error llamaron el Bar o Bar. Me siento pionero de haber cambiado la calle Reconquista, que es una de las que han cambiado en el buen sentido. Inauguré y desarrollé mi carrera en Florida, que ya no es calle de galerías. Y Lavalle ya casi no es de cines, pero Reconquista ahora es una peatonal donde se celebra la fiesta de San Patricio”.
Con esas palabras recibidas con aplausos en el auditorio de una imponente torre diseñada por César Pelli quedó inaugurada su muestra El centro de la cuestión, que ocupa hasta abril la planta baja de la sede corporativa del Banco Macro. También la primera edición de Microcentro cuenta, ciclo gratuito con intervenciones artísticas multidisciplinarias presentado durante los últimos diez días hasta hoy por el Ministerio de Cultura de la Ciudad a través de Mecenazgo, con apoyo del Macro y en alianza de más de 45 instituciones públicas y privadas.
“No recuerdo que hayamos podido reunir a tantas instituciones en un mismo ámbito”, observó Javier Grosman, productor artístico de los festejos del Bicentenario y del armado de Tecnópolis, que dirige esta iniciativa ideada junto con Andrés Buhar, fundador de ArtHaus. “Esta es una oportunidad en tiempos de cambios profundos, pospandémicos. De colaborar en las trasformaciones para que palabras como gentrificación se conviertan en algo positivo. No es un evento, es la construcción de redes que tienen que seguir adelante”.
“La palabra que más escuchamos hoy es red”, coincidió Enrique Avogadro, ministro de Cultura del Gobierno de la Ciudad, al valorar la unión de voluntades que impulsaron este “proyecto transformador”. “El microcentro tal como lo conocíamos no existe más –reconoció–. Pero la cultura es un puente entre ese pasado ilustre y el presente muy relevante de las instituciones que están ahí”.
De galería pionera a Zara
¿A qué pasado se refiere? A la época en que la calle Florida era la usina cultural de Buenos Aires, sobre todo cuando funcionó allí el mítico Instituto Torcuato Di Tella. Ya en 1924 se había inaugurado a tres cuadras de distancia la galería Van Riel, la más antigua del país, con la presencia del presidente Marcelo T. de Alvear. Los más de 800 m2 con piso de damero blanco y negro que ocupaba en ese espacio de encuentro –que albergó también al Instituto de Arte Moderno y a la Asociación Ver y Estimar– dieron paso con el tiempo a un local de la marca de ropa Zara.
Al igual que Van Riel, que se mudó por los elevados costos, también buscaron nuevos destinos la galería Ruth Benzacar y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), otro subsuelo que antes alojaba la Librería Española y fue rediseñado por Clorindo Testa. Cerraron también casi todos los locales de la icónica Galería del Este, frecuentada por artistas y escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ernesto Sabato. Y en las cuadras cercanas se extrañan los lujos de la tienda Harrods, los ecos del under de Paladium y las convocantes inauguraciones de artistas jóvenes organizadas por Alberto Sendrós, que se mudaron a La Boca.
Algunos hitos resisten. Es el caso de Fundación Klemm, que conmemoró el año pasado los 80 años del nacimiento y los veinte de la muerte de su mentor, de Dadá Bistró o de Florida Garden, dos de los principales centros de reunión de creadores en distintas épocas. Como también resiste el deseo de vivir en la Argentina de algunos artistas pese a su proyección internacional, como es el caso de Noé, Guillermo Kuitca, Marta Minujín, Delia Cancela o Jorge Macchi.
“¿Usted está loco?”, o loca, les habrán preguntado por este motivo alguna vez, igual que a Noé aquel día de 1968. Poco más de medio siglo después le cuestionaron lo mismo a Buhar, cuando contaba en pandemia su idea de construir un centro cultural en el microcentro. Allí mismo, hoy a las 18, Tambor fantasma interpretará Timber, un concierto para ensamble de percusión con música del compositor estadounidense Michael Gordon, como parte de las actividades finales del programa. Un cierre que, en realidad, parece abrir una nueva etapa.
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