Reapareció Vargas Llosa: mientras su separación de Preysler alimenta horas de televisión, el escritor lee “Madame Bovary”
Como si nada hubiera pasado y tras 48 horas de silencio, el premio Nobel lee en voz alta un fragmento en francés del clásico de Flaubert; el video lo compartió en Twitter su hijo Álvaro, que acompaña a su padre en Madrid
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MADRID.– En francés, con perfecta pronunciación y cadencia, Mario Vargas Llosa leyó plácido desde el sillón de su hogar un fragmento de la edición de 1857 de Madame Bovary, la primera de la célebre novela realista. El flamante miembro de la Academia Francesa de las Letras, reapareció en público en un video que grabó su hijo Álvaro y que compartió en las redes sociales. Esta es su primera aparición pública, elíptica y elegante, donde omite referirse al tema que alimenta horas y horas de los medios de comunicación: su separación definitiva de Isabel Preysler, con quien llevaba 8 años de relación.
Leyendo en voz alta la primera edición de Madame Bovary (1857) para despedir el año: pic.twitter.com/qlj5Y389qB
— Álvaro Vargas Llosa (@AlvaroVargasLl) December 30, 2022
Las bocas que hoy hablan de Vargas Llosa por TV, sin jamás haberlo leído, desconocen que gracias a él y a su ensayo La orgía perpetua, sobre Madame Bovary, podemos entender y definir el estilo indirecto libre, la innovación que lleva a cabo Gustave Flaubert con su monumental novela sobre una mujer a quien las malas lecturas, como al Quijote, tanto dañan. La definición y descripción del autor y crítico literario sobre esta técnica es evaluada en asignaturas donde se imparte la novela a alumnos de Humanidades.
A través de la entrañable Emma y sus peripecias frente a Charles, Leon, Rodolphe, Lheureux, Homais, entre otros, apareció Vargas Llosa, también víctima de un escarnio público como la trágica heroína. Desconocen también quienes especulan en los medios con fuentes e interpretaciones –¿hay fuente mejor que un texto canónico escrito por un autor de prestigio que domina la técnica y la retórica y que conoce los laberintos del propio y otro lenguaje?– que es el autor de La verdad de las mentiras, donde analiza los límites entre la realidad y la ficción, y cómo lo autobiográfico es solo uno de los innumerables elementos del discurso a la hora de estudia un texto y un personaje.
Vargas Llosa se encuentra en su piso de la calle Flora, en Madrid, y espera a que pase la tormenta, para volver a dar sus paseos por la ciudad. Preysler está en los Estados Unidos desde la semana pasada y no regresará a España hasta Reyes. Hace algunas semanas, mientras ocurría otro vendaval de escándalos de gran escala, dimes y diretes –la separación de Tamara, hija de Preysler, poco después de anunciar su compromiso– las guardias periodísticas apostadas en la mansión de la socialité, en las afueras de la capital, no detectaron que se comenzaban a retirar pertenencias del escritor de aquella residencia, después de ocho años juntos.
Fuentes cercanas al escritor han salido a desterrar el argumento de los celos como motivo de la separación, pues le brinda una pésima imagen al Premio Nobel de Literatura. Los hijos del autor se mantienen cautos en sus declaraciones y hasta el momento lo habían hecho en las redes sociales, mientras, por el contrario, Ana Boyer, hija de Preysler, realizó unas publicaciones en Navidad que dan al menos qué pensar: en una foto de la mesa de Noche Buena publicada en Instagram ubica en primer plano una servilleta con las iniciales bordadas en dorado “BP”, es decir, Boyer-Preysler. Esta imagen es interpretada en los programas de la pantalla chica como una señal, como el fin de la era “Vargas Llosa-Preysler”. Se llenan horas y horas de TV estudiando esta ruptura como, esta vez sí, un vaticinio de aquella frivolidad que el escritor denunciaba en La civilización del espectáculo hace una década.
En las últimas horas en la televisión española se empezó a barajar una nueva hipótesis como una parodia de la buena crítica literaria o de los estudios literarios serios. En 2021 Vargas Llosa publicó un cuento inédito en la revista Letras Libres. En el relato “Los vientos”, ambientado en un Madrid distópico, el narrador expresa: “Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita. Nunca me perdonó, por supuesto, jamás pude amistarme con ella y, para colmo, ella se casó con Sanabria, un buen amigo del barrio. Es el único episodio de mi remoto pasado que mi memoria no ha olvidado; y me atormenta todavía, sobre todo en las noches. Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí. ¿Por qué sigo diciendo «pichula», algo que no dice nadie en España?”. Estas líneas fueron interpretadas por panelistas de TV como un texto autobiográfico, como si narrador y escritor fueran la misma entidad.
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