Realidad y fantasía son puro cuento
CUANDO LIDIA VIVIA SE QUERIA MORIRPor Elvio E. Gandolfo(Perfil) - 195 páginas - ($ 16)
LA relativización de la "realidad" fue primero un tema filosófico (Hume, Kant), siguió como una cuestión científica (no hay identidad entre mundo físico y mundo percibido). Este que es hoy tema de debate entre quienes piensan el presente y lo proyectan a un futuro virtual en el que lo real ha desaparecido detrás del simulacro (Baudrillard, Augé), tuvo y tiene su contrapartida en la narrativa. Entre los que abjuraron del realismo y los que permanecieron fieles, está la ancha franja de los que, sin renunciar a contar una historia, consideran inaceptable hacerlo con el espesor, la impenetrabilidad física y la certeza de una concepción de lo real efectivamente superada. Las formas de evitarlo incluyen recursos "realmente ingenuos", como avisar cada tanto al lector que lo que está leyendo es ficción, otros que introducen elementos que mediatizan el relato respecto del narrador y, especialmente, textos muy interesantes donde el espesor de lo real se adelgaza hasta la transparencia.
Los cuentos de Cuando Lidia vivía se quería morir constituyen una especie de itinerario en ese sentido. En los tres que integran la primera parte, realistas, campea sin embargo en los personajes una especie de extrañamiento y se afirma la idea de que lo soñado, lo imaginado y lo sucedido pertenecen a dimensiones equiparables. En la segunda parte, lo extraño se apodera del material narrativo, aunque el efecto se debe, en buena medida, a una iluminación particular. La tercera parece transitar lo fantástico. Al principio del último cuento, "El momento del impacto", una ballena azul de 28 metros de longitud aparece a 452 metros de altura en el cielo de Rosario y cae aplastando a varias personas. La ballena cae de verdad, aunque no "realmente", porque las leyes de lo real no lo permiten. Quienes la vieron no podrán recordarlo por la misma causa. La tesis es que las cosas que suceden no lo hacen siempre en el ámbito de lo real (lo "fantástico" también sucede) y las trece páginas del texto son el relato de unos pocos segundos tan verdaderos como irreales.
En las piezas de este libro, el desarrollo suele prevalecer sobre el efecto final. En "El viaje", se narran las interminables peripecias del camino y su improbable fin. En "El manuscrito de Juan Abal" se describen minuciosamente la ciudad de las vacas voladoras y su funcionamiento. "Me saqué los anteojos nena" presenta el relato de una vida a través de los encuentros en diversos bares del mundo a lo largo de los años, todos ellos convocados desde un bar del futuro con sólo sacarse y ponerse los anteojos. Las posibilidades de salir de sí mismo, de dar y recibir amor son el tema de "Cuando Lidia vivía se quería morir", "El polvo del mediodía", "Con los pies en el agua" y "El sol y el hielo". Pero es en la relación del protagonista de "Filial" con su padre, donde el afecto humano conmueve más profundamente.
Tras la amplia diversidad temática y de tratamiento, una particular concepción del hombre y su realidad confiere sólida coherencia a este libro que constituye, también, una propuesta innovadora dentro del género.
Por Raúl Brasca
Más leídas de Cultura
“Enigma perpetuo”. A 30 años de la muerte de Liliana Maresca, nuevas miradas sobre su legado “provocador y desconcertante”
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Martín Caparrós. "Intenté ser todo lo impúdico que podía ser"