Reabre Clásica y Moderna, con iniciales en el nombre, obras de arte y una polémica con editores
El próximo lunes, reinaugura la librería que inmortalizó Natu Poblet; la nueva dueña, la empresaria Raquel Rodrigo, es socia y amiga del designado Secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli
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“Queremos reinaugurar el 11, cuando comienza una nueva etapa de esperanza en el país”, dice la empresaria Raquel Rodrigo a LA NACION. La librería Clásica y Moderna (Callao 892), que “inmortalizó” Natu Poblet, reabre después de varios años de permanecer en “custodia judicial”, una vez que la familia de Alejandro Monod, viudo de Poblet (que había fallecido en 2017), ya no pudo hacerse cargo de las deudas con proveedores, el consorcio y la propietaria del local.
La librería había sido fundada hace 85 años por Francisco Poblet, y personalidades destacadas de la cultura como Bernardo Houssay, Mariano Castex, Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, Jorge Luis Borges, David Viñas, Alicia Steimberg, Silvia Plager, Ana María Shua, Oscar Barney Finn, Graciela Dufau y Santiago Kovadloff concurrieron con asiduidad a lo que se convirtió en un polo cultural. Después del desalojo, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires se había comprometido a colaborar en la reapertura, pero la pandemia desvaneció esa promesa.
Ahora es una empresaria la que reabrirá las puertas de C y M Libros, como pasará a llamarse el restaurante y librería, dado que la familia Monod, en 2021, registró el nombre de Clásica y Moderna. Durante la entrevista, varias personas entran al bar, donde se ajustan los últimos detalles, y quieren hablar con Rodrigo, entre ellos, el fotógrafo Silvio Fabrykant, que se acercó a obsequiarle un retrato de Natu Poblet. La nueva dueña agradece y le asegura que lo expondrá en la librería. También llega a C y M Libros el flamante director del Centro Cultural Borges, el productor y director Alberto Negrín, que trabaja con Rodrigo en otra recuperación: la del antiguo Teatro 35. “Eso es para otra nota”, sugiere Rodrigo.
Este sábado a la noche, se hará una “prueba piloto” antes de la reapertura oficial, prevista para el lunes al atardecer. “Vamos a hacer una cena -cuenta-. Ver cómo funciona todo en la barra, con los pedidos; tenemos unos días para ultimar detalles y ajustar cositas pequeñas”.
Rodrigo es amiga y socia de Leonardo Cifelli, el secretario de Cultura del gobierno de Javier Milei, que estará presente en la reapertura y dirá unas palabras. “Vamos a empezar cantando el Himno Nacional -anticipa la empresaria-. Van a venir un tenor y un pianista. ¿Por qué el Himno? Porque es un acto cultural. Sandra Mihanovich va a cantar ‘Honrar la vida’ y Santiago Kovadloff y el grupo Orfeo interpretarán dos temas”.
“Me quedaron muchas personas afuera -se disculpa-. Al obispo de Morón no lo pude invitar. Porque no es un ‘bandejeo’ sino una cena, cada invitado tiene su lugar reservado y solo hay espacio para 82 personas. Va a venir la presidenta de la Academia Argentina de Letras, mi amiga Alicia María Zorrilla, y quince académicos. De mi familia, solo mi esposo y mis tres hijos. La galería Praxis también pidió varios lugares. Terminamos temprano porque al día siguiente hay que ir a trabajar”. En C y M Libros se expondrán obras de artistas de Praxis; “debuta” Patrick Gläscher, con tres pinturas de gran formato que se podrán ver hasta finales de enero.
“Leo es mi gran amigo y con él y Ángel Malher produjimos Hello, Dolly!, que es lo último que hicimos antes de la pandemia -cuenta-. Y fui productora de Carmen Flores en la Argentina, de 2003 a 2019, cuando se retiró. A Leo y a Ángel los conocí en El Tropezón, igual que a Sandra Mihanovich”. No sabe si el presidente Javier Milei visitará la librería. “Estará muy ocupado ahora -responde-. Leo lo lleva a todos los teatros; su hermana Karina fue a El Tropezón y fuimos juntas a ver el homenaje de los Malher a Sandro; fue maravilloso lo que hicieron”. En C y M Libros está el piano de Sandro.
“Tengo pasión por la recuperación de las joyas de Buenos Aires -dice Rodrigo-. Me pasó en 2017 cuando reabrió El Tropezón, que fue una experiencia maravillosa. Nosotros queríamos comprar el estacionamiento que estaba al lado y nos vendieron toda la unidad; nos hablaban de un local comercial y era El Tropezón, no sé si lo sabían o no. Nos enteramos un mes después de haberlo comprado, al ver una placa que decía que ahí había funcionado el antiguo restaurante”. Docente de catequesis en una institución del Obispado de Morón y representante del Instituto Profesora Virginia Gamba (que ella fundó), no se dedicaba a la actividad gastronómica hasta que “tropezó” con El Tropezón. “Me entusiasmé con ese tesoro de Buenos Aires, fundado en 1896”, recuerda.
Tanto su “mano derecha” en C y M Libros como la librera, Ayelén Coto y Salomé Quiroga, respectivamente, son exalumnas suyas. “Es un equipo -define-. Además de la ‘reina del lugar’, que es la librería, queremos recuperar el buen gusto, y para eso, en la gastronomía está el chef Adrián Aguilera, y en la barra, Alan Pintos”. La parte estructural del local estaba “sumamente dañada y sin mantenimiento”, describe Rodrigo, que invitó a la dueña del local (”una persona amorosa”) a El Tropezón para que comprobara su afán en la recuperación de un lugar histórico.
El ministro de Cultura porteño saliente, Enrique Avogadro, fue a visitar a Rodrigo en Callao 892 y le dijo que la ciudad de Buenos Aires tenía líneas de apoyo a emprendimientos culturales. “Le agradecí, pero no quiero nada. No me sobra, ni soy millonaria pero no quiero que luego digan que me dieron dinero para abrir el lugar”. Avogadro y la nueva ministra de Cultura porteña, Gabriela Ricardes, asistirán el lunes al acto de inauguración. “No invité a Jorge Macri porque no tengo más lugar”, aclara.
“La respuesta de los vecinos es increíble -dice, emocionada-. La gente abre la puerta, saca fotos, me agradece. Eso me da mucha fuerza”. Las actividades culturales, los conciertos y shows teatrales volverán a partir de marzo. “Kovadloff ya puso fecha con Orfeo”, anticipa.
“Soy muy creyente y creo que Dios recompensa con el ciento por uno -afirma-. Siempre me recompensó con creces. Estoy muy emocionada porque Dios ha buscado a alguien para que reabriera este lugar y me eligió a mí. Y puedo dar trabajo a mucha gente: el equipo es por lo menos de veinte personas. Dar trabajo e ilusionar a los jóvenes con el futuro”.
Cuando se puso a mirar la propiedad, a finales de 2022, sentía que en el país había mucha desesperanza. “Y en medio de eso pensaba cómo podía ser que un lugar así, que en otros países vale oro, estuviera cerrado. Ahora prometen una nueva Argentina y esta reapertura se suma a eso”.
Tras agradecer a su familia (“son de perfil muy bajo”), sostiene que el lunes empieza otro país. “Lo necesitamos, necesitamos que le vaya bien al gobierno y al país -expresa-. Los políticos son servidores públicos. Iba a inaugurar en otro momento, pero con mi esposo decidimos que el 11 era el día clave: empezar una etapa con la nueva realidad y con esperanza”.
¿A quién pertenecen los libros?
Cuando Clásica y Moderna cerró, los casi seis mil libros de la librería quedaron dentro del local. Con el anuncio de la reapertura, los editores se comunicaron con la empresaria para reclamarle los ejemplares. “Los libros estaban en consignación y los dueños anteriores les quedaron debiendo a todos -dice Rodrigo-. Y con los reclamos judiciales, la Justicia determinó una custodia, por lo que no se pudo vender ni alquilar por años. Al pagar, se destrabó la custodia y el precio es la suma de todo lo que había acá adentro. O se subastaba o se pagaba todo el paquete, que es lo que hice. Todo lo que está acá adentro me lo entregó el juzgado: los 5536 libros, las vitrinas, el aire acondicionado, el mobiliario, todo me lo entregó el juzgado”. Rodrigo no pudo informar de qué juzgado se trataba.
“Los acreedores tienen que reclamarle a Clásica y Moderna SA -sugiere-. Ahora empiezo una relación desde cero con las editoriales. No fui yo la que le quedé debiendo a nadie. El juzgado estipuló el valor y el último libro que está acá es mío. El juzgado tiene el dinero para pagarles a los acreedores, entre ellos, la propietaria, las editoriales, la administración del consorcio. Les expliqué a todos que deben comunicarse con el juzgado”.
“A partir de la reapertura voy a comprar los libros -anuncia-. Las editoriales han tenido mala experiencia con la gente de Clásica y Moderna; les dije a los editores que no quería consignaciones, sino comprarlos; eso va a hacer que me esfuerce por venderlos. Con los vinos es lo mismo. Les voy a pagar a todos; no quiero que me unan a lo anterior”.
Editores consultados por LA NACION, que prefirieron no ser mencionados, ratificaron que los libros pertenecen a las editoriales. “No eran de Monod ni son de la señora Rodrigo”, dijo uno de ellos. “Lo que dice la nueva dueña, que ella alquiló o compró todo lo que estaba adentro, no es así. Es imposible porque los libros son de las editoriales; se los hemos reclamado, pero ella nos mandó a hablar con el abogado y el juzgado”.
Sellos como Corregidor, Siglo XXI, Sigilo, Blatt & Ríos, Colihue, Alto Pogo y Godot y distribuidoras como Waldhuter y Asunto Impreso habían dejado libros en consignación en Clásica y Moderna. “Es el peor comienzo del mundo”, afirmó uno de los editores que cuentan con el asesoramiento de la abogada especializada en propiedad intelectual y derecho informático de la Cámara Argentina del Libro, Natalia Vega.