Rayuela, 60 años: una antinovela rebelde y lúdica para jóvenes que no quieren que les den lecciones
Cómo leer y releer el libro cumbre de Julio Cortázar, historia de amor y desencuentros, que es mucho más que un dibujo con tiza en el suelo
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No son tantas las novelas latinoamericanas del siglo XX que pasaron a la historia. Una de ellas es Rayuela, de Julio Cortázar (1914-1984), piedra angular del boom consagrada en 2019 con una edición conmemorativa de la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española, que se presentó en el Congreso de la Lengua en la ciudad de Córdoba en 2019 y que este miércoles cumple sesenta años. Por la originalidad de la propuesta, la “contranovela”, “antinovela” y “metanovela” cortazariana, que se puede leer de varias maneras y donde no solo conviven distintos registros del español sino incluso una lengua nueva y sensual (el gíglico), le aseguró al escritor argentino juventud eterna.
La novela se publicó en Buenos Aires, en la editorial Sudamericana, el 28 de junio de 1963. Cortázar tenía 48 años. “Rayuela no es mi placer; era una especie de compromiso metafísico, era una especie de tentativa para mí mismo además -declaró Cortázar-. Y entonces descubrí, en efecto, que Rayuela estaba destinado a los jóvenes y no a los hombres de mi edad. Nunca lo hubiese imaginado cuando lo escribí. Ahora, ¿por qué? ¿Por qué fueron los jóvenes los que encontraban algo que los impresionó, que los impactó, como dicen ahora en la Argentina? Yo creo que es porque en Rayuela no hay ninguna lección. A los jóvenes no les gusta que les den lecciones”. Las primeras críticas, incluso en LA NACION, fueron poco favorables e “indignadas”, como recordó el autor.
En la década de 1960 -época de “estilos radicales” políticos y estéticos- Cortázar hizo su propia apuesta utópica, rebelde y lúdica con Rayuela. “Todos queríamos ser entonces cronopios”, recordó el escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Según Mario Vargas Llosa, Rayuela habría sido imposible de escribir sin la personalidad y el carácter del autor. “Es una novela de una extraordinaria libertad y desprovista de maldad, algo raro en las grandes novelas”, remarcó el Nobel (no solo para él, sin embargo, el “Cortázar del futuro o de la eternidad” es el de los cuentos). Para Luis Gusmán, “Rayuela implicó una ruptura en la linealidad de la escritura y la lectura de nuestra literatura; después como es previsible, como cualquier ‘ismo’ fue otra historia”. En sus clases en la Universidad de Buenos Aires, Beatriz Sarlo la definió como “una novela de la deriva espacial”. Jorge Asís, en cambio, señaló que la novela había soportado mal “el crecimiento del pasto salvaje sobre sus páginas” y se había cargado de “moho espeso”.
Además de disponer de un “tablero de dirección” (“A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”, advierte el autor) o brújula de lectura para seguir las aventuras de Oliveira, La Maga, Morelli, Traveler, Talita y otras criaturas, Rayuela tuvo su “cuaderno de bitácora”, un manuscrito que leyó magistralmente la profesora y lingüista Ana María Barrenechea, autora de Cuaderno de bitácora de Rayuela, publicado en 1983, cuando Cortázar visitó Buenos Aires por última vez, poco antes de morir. En esa ocasión, el recién electo presidente Raúl Alfonsín no invitó al escritor exiliado a un encuentro con personalidades de la cultura; tiempo después, declaró que le hubiera gustado conocerlo. La exsecretaria de Alfonsín, Margarita Ronco, se atribuyó la responsabilidad del traspié presidencial.
“Cuando se concretó la compra del manuscrito del ‘Cuaderno de bitácora de Rayuela’ de Julio Cortázar para la Biblioteca Nacional, se cerraba para mí un ciclo iniciado aquella mañana de 1963: frente a una librería de la calle Viamonte, esperé que abrieran para comprar mi ejemplar de esa primera edición -dice a LA NACION la escritora Josefina Delgado, exsubdirectora de la Biblioteca Nacional-. Ha pasado el tiempo y la figura de Cortázar y su obra atravesaron huracanes y tormentas. Sus elecciones políticas, sus polémicas literarias, cierta indiferencia académica. Pienso que los experimentos literarios y los juegos de las vanguardias pueden cautivar a muchos lectores. Sin embargo, su novela más desafiante, Rayuela, sigue proponiendo un juego que no es solo el dibujo de la tiza en el piso. Lo más inmediato: una historia de amor y desencuentros. Luego: cómo engarzar, de acuerdo con el manual de instrucciones, los textos cuya inclusión no siempre podremos explicarnos de entrada. Y en el eje de ese vértigo, Morelli, el escritor”.
Para Delgado, quien afronte hoy Rayuela por primera vez “podrá vincularse con el amplio marco de la literatura europea, pero también con ese manual de jazz que Cortázar compartió intensamente en cuentos como ‘El perseguidor’”. Y agrega: “Este nuevo lector, que ya ha aprendido las mañas del hipertexto en el mundo virtual, advertirá cómo, aquí, un lenguaje de pulida belleza junto a una estructura que pretende incorporar a ese lector y hacerlo activo, lo dejan a solas con un mundo donde se superan las fórmulas perimidas de los estilos y las pertenencias culturales. ¿Es antinovela? ¿Es argentina? Es… Cortázar”.
Pistas para leer y releer Rayuela
Hoy y el miércoles, en el Auditorio Jorge Luis Borges y la Plaza del Lector “Rayuela” de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), se celebrará el 60° aniversario de Rayuela con una mesa redonda integrada por los escritores y críticos Ivonne Bordelois, Juan José Becerra, Irene Chikiar Bauer, Silvia Hopenhayn y Sergio Pujol y coordinada por la editora Gaby Comte, la participación de Rep, un concierto jazzero a cargo del saxofonista Pablo Ledesma y el pianista Pepe Angelillo, que interpretarán una selección de los temas que se mencionan en la novela y, el miércoles, una lectura pública donde los fans de Rayuela podrán elegir su fragmento favorito de la emblemática novela.
El ciclo está organizado por Mariana Iglesias, periodista y directora de Coolturarte. “El 60° aniversario de Rayuela es la oportunidad y la excusa perfecta para volver al texto, que tiene una edición conmemorativa de la RAE publicada en 2019 -dice Iglesias-. Durante la pandemia muchos lectores volvieron al libro y otros se animaron por primera vez, a través de talleres y grupos de lecturas virtuales, y luego presenciales. El desafío principal se presenta para quienes eligen como primera lectura el ‘tablero de dirección’. Sin embargo, trabajando ejes como las ciudades, los personajes, las artes y los lenguajes, el libro cobra sentido y de pronto nos encontramos discutiendo si Klee o Miró e investigando (ahora con internet y aplicaciones como aliadas) quien era ‘la desconocida del Sena’, armando el mapa de la París o tomando contacto con la patafísica de Jarry, los textos de André Breton y las composiciones de John Cage. Porque es infinita, estimulante, graciosa y ofrece distintas capas de lectura, que siempre es una buena experiencia volver a Rayuela”.
Ivonne Bordelois. “Un libro que contiene su propio espejo, su propia trampa-trampolín por la que el lector es disparado, provocado a una interpretación personal del juego propuesto. Virajes, barquinazos, súbitos relámpagos reclaman la atención, el brusco despertar de los que intentaran amodorrarse asiéndose del argumento arrullador. A través de sus quebrados niveles, se mantiene uno en el tono, en el ritmo, en la feliz soltura de una lengua llena de rápidos sobreentendidos, de maliciosos chispazos”.
Juan José Becerra. “Tal vez habría que leerlo como un libro cuyo asunto es la historia cultural del siglo XX. No hay una novela en la literatura argentina que sea al mismo tiempo un plan vital de cepa surrealista para latinoamericanos en París, y un catálogo de consumo cultural. Pero su verdadero género es la retrovanguardia, o sea la vanguardia de los años 20 estirándose como un elástico hasta los 60. En ese aspecto, Rayuela fue una novela ‘retardada’” .
Irene Chikiar Bauer. “Hace treinta años la misma pregunta por la vigencia de Rayuela. A mí me parecía vigente, y quería hacer mi tesis sobre Cortázar y cómo fue la recepción periodística de su obra. Entre la comisión de tesis estaba representada la grieta: Cortázar sí, Cortázar no. Pero cuando hicimos en 1993 una muestra en su homenaje, filas y filas de jóvenes lectores afirmaban: Cortázar sí, y Rayuela también”.
Sergio Pujol. “Para un habitante del mundo del jazz, la lectura de Rayuela es una experiencia deliciosa. Por un lado, el ritmo de la escritura de Cortázar se nutre del fraseo de la música de improvisación. Por otro lado, Rayuela nos prodiga erudición jazzística de primera calidad. En el encuentro del Club de la Serpiente, en una buhardilla del distrito 7 de París, se lleva a cabo la ceremonia de ‘la discada’, la escucha compartida y conversada de discos de jazz. Allí asistimos a un juego de apariencias traccionado por un deseo de enrostrarle al otro un conocimiento finalmente fatuo, pero también a la afición verdadera por una música que simboliza la libertad del mismo modo que lo hace la propia novela.
Silvia Hopenhayn. “Cortázar es un permiso de disfrute literario y aventura gramatical, la posibilidad de atravesar umbrales fantásticos que se adelantan al multiverso, con maestría lúdica, también oscura y visionaria”.
Gaby Comte. “Recuerdo mucho una época donde las chicas de mi generación querían ser La Maga. ¡Todas! Y la lectura deslumbrante que nos hizo Sarlo en su primer año como profesora de literatura argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en aquellos años de comienzos de la democracia. Cortázar me ayudó cruzar esos dos mundo de mi adolescencia, las letras y la música, en una época en la que uno se dedicaba a una sola cosa y estaba mal visto no especializarse”.
Para agendar
Rayuela 60° aniversario, con entrada libre y gratuita en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502).
Hoy, a las 18, en el Auditorio Jorge Luis Borges, se hará una mesa redonda para reflexionar sobre la novela que marcó un antes y un después en la narrativa de habla hispana. Con Ivonne Bordelois, Irene Chikiar Bauer, Juan José Becerra, Silvia Hopenhayn y Sergio Pujol. Modera Gaby Comte.
Durante el encuentro, Rep dibujará su versión de Rayuela y al final habrá un cierre musical, “El jazz en Rayuela”, con Pablo Ledesma y Pepe Angelillo.
El miércoles, a las 17, en la Plaza del Lector “Rayuela” de la Biblioteca Nacional se propone una lectura con la participación activa del público. Quienes se acerquen podrán compartir y leer en vivo su fragmento preferido del libro; si en casa no lo encuentran, habrá ejemplares disponibles del clásico cortazariano.
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