Rastros de Borges: las huellas de su biblioteca más personal
Dos investigadores compilan sus apuntes en los libros que leyó
Fue una búsqueda obstinada y vehemente con un resultado extraordinario. A partir del hallazgo, casi azaroso, de unos 50 libros "olvidados" por Jorge Luis Borges en el antiguo edificio de la Biblioteca Nacional de la calle México, dos investigadores de la institución se internaron en los depósitos de la actual sede para buscar otros volúmenes pertenecientes a la colección del célebre escritor. Los guiaba el vasto conocimiento de la obra del autor de Ficciones. Pero, también, la intuición.
Laura Rosato y Germán Álvarez tenían la sospecha de que Borges había dejado, durante su etapa como director de la Biblioteca (1955-1973), rastros, pistas de sus lecturas. El tesoro que encontraron, después de cinco años de pesquisa, deslumbró a especialistas, colegas y fanáticos: más de 800 libros con anotaciones, subrayados y marcas realizadas, en la mayoría de los casos, por Borges y por su madre, Leonor Acevedo.
Además de formar una biblioteca de autor, estos títulos con las notas y los apuntes de Borges permiten reconstruir el proceso de lectura del escritor y, al mismo tiempo, sus procedimientos literarios.
La investigación de Rosato y Álvarez se plasmó en el libro Borges, libros y lecturas, publicado por la Biblioteca en 2010, que contiene un estudio preliminar, el catálogo completo de la colección, una profusa bibliografía y un apéndice con imágenes. Gran parte de ese material fue exhibido al público en la muestra "Borges lector", en 2011, en la sala Leopoldo Marechal del edificio de la calle Agüero.
Actualmente, los investigadores del Programa de Recuperación de Fondos Borgeanos preparan otra muestra dedicada a Borges, a tres décadas de su muerte. Además, escriben el segundo tomo del trabajo, que incluye un análisis de los libros anotados por el poeta que encontraron en otras bibliotecas: la Miguel Cané, donde Borges trabajó entre 1938 y 1946, y la que perteneció a Jaime Rest, su adjunto en la cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad de Buenos Aires. Al mismo tiempo, están a cargo de la recuperación del edificio de México 564, que fue restituido a la BN el año pasado. Allí, el director designado, Alberto Manguel, tiene planeado inaugurar un centro de estudios que llevará el nombre del autor de El Aleph.
-¿Qué los llevó a comenzar a buscar los libros que constituyen el fondo borgiano?
L. R.: -Algunos de los libros que Borges dejó en la Biblioteca tenían un sello: "Donación Jorge Luis Borges, octubre de 1973". Cuando arranca el proceso de catalogación en sistema, ya en el edificio nuevo, una persona encuentra un conjunto de títulos con ese sello y también con anotaciones. Los mandan a la sala del Tesoro, donde yo trabajo. Serían unos 50 libros: sellados, anotados, dedicados. Era un grupo bastante heterogéneo que daba una idea de que podría haber más en algún lado.
G. A.:-Institucionalmente nadie se hacía cargo de buscar más libros. Cuando me entero de que existe esa colección, pienso que no pueden ser solamente 50 libros porque hay autores y títulos clave que no estaban en ese conjunto. Por iniciativa propia, me pongo a buscar en mis ratos libres. Cuando nos propusimos trabajar con Laura, ya tenía identificados más de 150 volúmenes. Necesitaba bajar a los depósitos a buscar en cada estantería, título por título. El proyecto se institucionalizó: Horacio González nos permitió continuar la búsqueda a pie de estante.
L. R.: -En el segundo volumen, que está en preparación, vamos a incluir los libros anotados por Borges que encontramos después en otras bibliotecas. Pudimos comprobar que el caso de la BN no fue el único; también dejó libros en distintas instituciones y bibliotecas personales de amigos, como la de Xul Solar y la de Jaime Rest, que tiene 30.000 volúmenes.
G. A.: -Fueron cinco años de trabajo en paralelo: al mismo tiempo que hacíamos la búsqueda, armábamos el catálogo, copiábamos las notas. Llegamos a encontrar cerca de 800 libros. Hay muy pocos trabajos de esta naturaleza en el mundo. Las notas tenían un código propio, que tuvimos que descifrar caso por caso. Cuando Borges anota, ya está escribiendo. Está proyectando un ensayo ahí mismo. Ahí está el germen de sus escritos. Hay una línea directa entre la lectura y la obra.
-¿En todos los casos las anotaciones están en los libros, o también encontraron esquelas, como en aquel ejemplar deSur con el final cambiado del cuento "Tema del traidor y del héroe"?
G. A.: -Eso fue algo muy particular. Nosotros lo buscábamos fervientemente... Sabíamos que había una posibilidad de que en algún libro hubiera dejado una esquela. En algunos casos, ensaya algo más que notas: pueden ser índices, estudios; puede perfilar un ensayo, puede copiar algún párrafo extenso que a él le haya interesado y que después cita en un texto propio. Entonces, teníamos la esperanza de encontrar algún tipo de manuscrito. Se dio con esta pequeña esquela dentro de un ejemplar de la revista Sur. Sabíamos muy bien que Surera un espacio que utilizaba para revisar permanentemente sus textos; es decir, un laboratorio de corrección. Nosotros decimos que los libros y el formato revista, Suren este caso, eran como un cuaderno de trabajo.
L. R.: -Borges da a imprimir sus trabajos pero continúa con una reescritura permanente. Que salieran impresos no significa, claramente, que estuvieran terminados o que ésa fuera la última versión. Es una versión que sigue corrigiendo.
-¿Haber encontrado la prueba del cambio del final también fue una sorpresa?
G. A.: -Sabíamos que da a conocer en Sur muchos de sus grandes textos y que cuando los incorpora a las obras completas hay cambios. Eso no nos sorprende. Ahora, que íbamos a encontrarnos justo con ese cambio nos sorprendió. Habíamos visto en otros casos pequeñas adendas, notas, tachaduras, rectificaciones, pero no algo ya más elaborado.
-Las anotaciones eran un proceso habitual en Borges. ¿Creen que, al mismo tiempo, lo hacía como un legado para la posteridad?
G. A.: -Totalmente. Lo hizo para el futuro lector. Hay algo de programático en ese procedimiento.
L. R.: -Creo que hay una decisión de dejar estos volúmenes; no sé cuál es la intencionalidad -que alguien los encontrara o apartar la corrección, abandonarla-. Lo discutíamos cuando escribíamos. Esos libros de Borges estuvieron perdidos, desperdigados, y atravesaron 30 años de historia sin que nadie los encontrara.
Borges, libros y lecturas
Laura Rosato y Germán Álvarez
Biblioteca Nacional
416 páginas