Rafaela: la vida creativa de una ciudad que tiene un museo de 50 años y un premio bienal
Los vecinos lograron desplazar el proyecto de un shopping para ganar una sala con estándares internacionales; el arte, en las calles
RAFAELA, Santa Fe.- Esta debe de ser la ciudad con mayor cantidad de flores por metro cuadrado... y la que más ama a su museo municipal. Los canteros rebosan en esta primavera que casi es verano, cuando se cumplen 50 años de la fundación del espacio de arte de la tercera ciudad en importancia en la provincia de Santa Fe. Hace cinco años, los vecinos lograron mudar el Museo Municipal de Arte Dr. Urbano Poggi a un gran complejo que hoy es faro cultural. Ahora reluce ahí su premio bienal.
Fue fundado en 1969, cuando el médico que le dio nombre donó la primera obra de su acervo, una pintura de Carlos Ripamonte. Después de años sin espacio propio y sedes transitorias, desde 2014 tiene casa nueva. El Viejo Mercado, que antes fue estación de trenes, iba a convertirse en un shopping. El proyecto oficial había reservado para la largamente esperada mudanza del museo el tercer piso de un nuevo centro de compras que se levantaría en ese edificio casi centenario. Pero los vecinos se opusieron, se manifestaron y ganaron. Un complejo cultural que hoy aloja al museo y la Biblioteca Pública, el Liceo Municipal Miguel Flores, la Escuela Municipal de Artes Escénicas, el Museo de la Fotografía y el Archivo Histórico Municipal. "Estamos acá desde hace cinco años y tenemos dos salas. La colección es de 170 obras, pero no hay muestra permanente. Nos abocamos a tener actividades para familias, nuestro el público visitante, siempre en diálogo con el patrimonio", dice Ximena Pita, al frente de la institución.
Rafaela tiene más rarezas (o proezas): en la calle no hay afiches, sino que los carapantallas ostentan pinturas de artistas locales. Las mesas de un bar cervecero toman el empedrado de una cortada junto al museo, cubierta de banderines. Una palmera de hojalata da el toque artístico. Pero lo más destacable de esta ciudad es su Comisión para la Promoción de la Cultura, que funciona desde 1983: un cuerpo formado por personalidades destacadas que trabajan ad honorem para administrar un presupuesto propio, que es un porcentaje del impuesto municipal. Apoyan todo tipo de acciones culturales y por eso la ciudad tiene tanta actividad. Así proliferan espacios de artistas como Lava, de Belén Pacheco y Renzo Pignoni, y Luogo, de Sofía Culzoni. Muchos artistas rafaelinos menores de 35 años recibieron un subsidio para producir obra.
A todo esto se suma la muestra que se podrá ver en el museo durante todo el verano, que es resultado de una edición especial de su tradicional bienal nacional de arte. Por primera vez, el concurso tuvo la curaduría de una de las más destacadas artistas locales, Ángeles Ascúa. En Patrimonio Fulgor, que tuvo convocatoria abierta y también participantes invitados, buscó subsanar dos falencias: reconocer a referentes locales que no estaban representados en el patrimonio del museo y dar cuenta de la diversidad de formatos de las producciones artísticas actuales (antes las pinturas eran mayoría). "La bienal es la única forma en que el museo suma obra, y me hacía ruido que siempre ganara gente de afuera. Pensé cómo debía ser una colección de arte de Rafaela. Hay artistas de todas las generaciones", dice Ascúa.
Así, la muestra que fue inaugurada al calor de la banda municipal es un panorama de creadores que, aunque emigraron a otras ciudades, reflejan aspectos de Rafaela. Es el caso de las premiadas Clara Esborraz y su políptico de dibujos en birome de plazas, fuentes, perros, árboles y ventanas, y de las dos pinturas de Inés Beninca, que retratan una placita hundida con una fuente que es emblemática. "Todos nos fuimos a dar un beso en esa fuente", dice Ascúa. Los artistas residentes también se inspiran en la ciudad: Florencia Laorden pinta la flora local, Ester López hace vistas aéreas del plano urbano, Jimena Passadore retrata fachadas y Emiliano Bonfanti captura el alma del bosque municipal con sus frottages.
El primer galardón fue para Guido Yannitto, que tiene familia en la ciudad, pero es un ciudadano del mundo: nació en Mendoza, vive en Salta y Buenos Aires, trabajó en Colombia, Bélgica y Holanda. Se trata de dos piezas de lana sobre lienzo que representan ventanas de aquí y allá. Él, como los otros premiados, trabaja muy bien la identidad local. "El nivel de calidad de obra es altísimo, y que la obra esté referida a la ciudad me parece muy interesante. Además hay siete premios, lo que no es usual", dice Pablo Montini, uno de los jurados. De 280 inscriptos, hubo 22 seleccionados y de los siete premios monetarios de entre 90.000 y 50.000 pesos, cinco son adquisición.
El museo está al día con las tendencias museísticas globales y tiene su foco puesto en el visitante. Museo en Viaje es un programa de valijas didácticas para vincular la institución con la comunidad, y Play Museo transforma la sala en centro de entretenimientos. Play de prender, activar, jugar, encender el juego y la imaginación.
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