Rafael Felipe Oteriño, premiado en Estados Unidos: “La poesía siempre supo que nuestro planeta es un arca frágil”
El escritor y académico de Letras fue reconocido ayer desde el Instituto Literario y Cultural Hispánico por “el mundo que construye con palabras desde el interior del mundo ordinario que transitamos y de nuestro espacio tiempo”
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El Instituto Literario y Cultural Hispánico (ILCH), creado por la doctora Juana Alcira Arancibia y con sede en Estados Unidos y filiales en Canadá y la Argentina, hizo ayer la entrega de los Premios ILCH 2022 y 2023 al hispanista alemán y catedrático emérito Karl Kohut, autor de docenas de libros y múltiples artículos críticos sobre literatura española y latinoamericana, y al poeta, ensayista y académico Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945). Desde 1996, los Premios ILCH reconocen a destacados escritores y ensayistas de las letras hispanoamericanas. Entre otros, lo recibieron el uruguayo Mario Benedetti, el chileno Antonio Skármeta, el peruano Alfredo Bryce Echenique, y Enrique Anderson Imbert, María Esther de Miguel, Marcos Aguinis, María Rosa Lojo, Luisa Valenzuela, Santiago Kovadloff, Abel Posse, Angélica Gorodischer, Mempo Giardinelli, Héctor Tizón y Ernesto Sabato.
Participaron del acto la presidenta ejecutiva del ILCH, la investigadora y académica Rosa Tezanos-Pinto, el poeta y académico Luis Alberto Ambroggio (que presentó a Kohut), y la académica e investigadora Bertha Bilbao Richter, vicepresidenta del ILCH, que describió al escritor argentino como “el creador de un mundo poético construido con palabras desde el interior del mundo ordinario que transitamos y de nuestro espacio tiempo, para establecer con sus lectores una conversación infinita, título, también, de su ensayo publicado en 2016, en el que sostiene que la poesía es una comunicación única para cada uno de sus lectores en quienes despliega lo impensado, el eco de las eternas preguntas sobre el misterio de la vida, el enigma de la muerte, las razones y las sinrazones de los hechos que nos acontecen, en suma, las experiencias resignificadas por la memoria, la reflexión y la emoción”.
Las palabras de clausura estuvieron a cargo la profesora y escritora cubana Josefina Leyva (premiada en 2021). En 2023, Oteriño había ganado el premio “Dámaso Alonso” de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid. Reside en Mar del Plata; en 2014, resultó elegido académico de número de la Academia Argentina de Letras (AAL) para ocupar el sillón n° 10 “Carlos Guido y Spano”. Su obra, una de las más selectas de la poesía contemporánea en lengua española, sigue siendo considerada “de culto” entre los lectores argentinos.
“La poesía se renueva constantemente: es su principal signo de vitalidad”, dijo Oteriño ayer a la tarde por Zoom, al leer sus palabras de agradecimiento (en Buenos Aires le será entregada una estatuilla). “Agradezco esta distinción con una frase que no por reiterada es menos significativa. Digo que la recibo en nombre de la poesía. Por lo común, la poesía no recibe honores, pero -como en este caso- los propicia. Es justo, entonces, que la celebración sea un reconocimiento a la condición indagadora y revitalizadora de la poesía, a su capacidad de entronizar un pensamiento alternativo, una mirada crítica, una corriente de aire fresco en la vida pública y privada”, comenzó el reconocido autor que también se desempeñó como profesor de Derecho y juez.
Y continuó: “La poesía es ‘palabra en el tiempo’ -esto fue señalado por Antonio Machado-, pero también es ‘palabra en el espacio’, porque a sus tradicionales funciones de cantar, contar y dramatizar se ha unido -a partir de Mallarmé y del verso ‘libre’- la experiencia de componer el poema en el espacio de la página en blanco. Vale decir, la acción de quebrar las líneas con cierta osadía, aislando o encabalgando las palabras, a fin de que, por encima de su carácter semántico, también expresen el énfasis de su materialidad como cosa, grafía, mundo”.
“Bien se ha expresado que la poesía es un lenguaje en estado especial: un lenguaje dentro del lenguaje -prosiguió-. Anterior a la narrativa, al ensayo, a la ciencia, a la dramática, a la filosofía, solo la música le es contemporánea: son, podríamos decir, primas hermanas. Despojada de los lugares comunes de la lengua convencional, la poesía no es práctica ni utilitaria. Pero es necesaria. Hace pie en las preguntas simples y no tan simples de una criatura que se sabe conmovida y perpleja. De tal forma, cumple su papel de ser la otra voz, última red, espejo, testimonio y reserva de sentido y sonido”.
Oteriño admitió que la poesía era una “actividad solitaria”. “Pero también es una disciplina solidaria: devuelve con creces lo que le damos. Nos devuelve la experiencia del tiempo condensada en obras, la primera de las cuales es la propia persona”, agregó.
“En forma creciente, la poesía ha perdido espacio en los periódicos, lugar en los salones, y el protagonismo que supo tener está acotado a los recitales convocados por los propios poetas. Pero ha definido su perfil. Ya no tiene que portar noticias como en la antigüedad homérica, no le concierne distraer al público como a los juglares durante la Edad Media, ni idealizar el amor como lo hicieron los románticos. Tampoco se ve obligada a sobreabundar en expresiones herméticas para burlar al censor, pues el censor (cuando lo hay) no sabe de literatura y de ordinario lee mal. Hecha de prioritarios valores sonoros y semánticos (teorías, ideas, aflicciones y lamentos son patrimonio de todo el mundo), la poesía es de las artes la que está mejor dotada para afrontar este mundo cambiante. Con palabras que fundan imágenes y con imágenes que alimentan la realidad, abre los ojos a una nueva trascendencia a espaldas del nihilismo. Hoy lo fragmentario, lo casual, las proposiciones de la posverdad (tan deshonestas como mentirosas), el consumo desenfrenado a espaldas de la necesidad, han tomado el lugar de los antiguos dioses y es la poesía la que tiene curiosidad para vérselas con ello”.
“El físico Stephen Hawking nos alertó sobre los peligros del calentamiento global y los efectos no queridos de la inteligencia artificial, que puede convertirnos en vasallos de poderes incontrolables, y deslizó que si no corregimos estos excesos en solo cien años tendremos que abandonar la tierra. Esto produce congoja y no poca incertidumbre, pero es una frontera que la poesía no desconoce. Talas indiscriminadas, incendios de bosques, la aniquilación de la vida rural, la pérdida de los lenguajes familiares, son escenarios que para ella no pasan desapercibidos. La poesía siempre supo que nuestro planeta es un arca frágil y que en él somos huéspedes y pasajeros. De esa percepción nace la mirada hospitalaria que suele darnos”.
Resaltó que las demás artes “beben” de la poesía. “La fotografía, el cine, la novela, el teatro, la publicidad, los discursos políticos, la retórica de la comunicación de masas, toman de ella sus rasgos esenciales (intensidad, concentración y velocidad), los que, a su vez, las remiten a su capacidad para expresar una multiplicidad de sentidos con pocas palabras”.
El Premio ILCH se suma a una amplia colección de distinciones que obtuvo Oteriño, autor de trece libros de poemas y dos de ensayos. Entre otros, recibió el Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, el Konex de Poesía, el Premio Nacional Esteban Echeverría, el Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, la “Rosa de Cobre” de la Biblioteca Nacional y el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
Un poema de Rafael Felipe Oteriño
Lo mínimo
Tardamos años en comprender lo mínimo:
el golpe de la piedra en el agua,
la espuma desvaneciéndose en la orilla,
la hoja que se revela al trasluz
y comienza su danza. Su abstracto jardín.
También en ellos está la mano de Dios:
más íntima, menos dolorosa, sin el peso
de custodiar el abismo, libre
de su lección moral. Dios sabe por qué.
De Antología personal (1996-2023), Libros del Zorzal
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