Quino dibujó tan bien el mundo, que ahora el mundo parece un chiste de Quino
Un error bastante común que se da cuando fallece alguien importante es que la gente que opina sobre la personalidad que se fue, termina hablando de sí mismo y no del que se fue. En este caso es casi imposible no hacerlo, porque el que se fue es Quino, y él nos pintó tan bien y se convirtió tanto en parte de nuestra vida, nuestra filosofía y nuestra cultura que hablar de Quino es hablar de uno mismo.
Dicen que Giotto dijo "Todo pintor se pinta a sí mismo", y estoy seguro que cada personaje de Mafalda, cada víctima de la burocracia, cada comensal en un restaurante, cada melómano y cada personaje perdido en la masa que dibujó Quino eran parte de lo que él era y sentía. Y al mirarse al espejo y dibujarse a sí mismo, nos reflejó a todos. A mí también me pasa que me descubro pensando algo y me digo "no puede ser, soy Felipe" o "soy Miguelito" o hasta "soy Susanita". Por algo sigue tan vigente Mafalda, porque Mafalda somos todos.
Desde que tengo uso de razón Quino fue parte de mi vida. Tuve el honor, el privilegio y el orgullo de conocerlo y tratarlo desde mis 5 años de edad, gracias a la amistad que él tenía con mi padre Hermenegildo. Muchos recuerdos personales se me cruzan en este instante, desde la Bienal de Humor de Córdoba en 1972 hasta el homenaje a las víctimas del atentado a Charlie Hebdo, en 2015. Algunas fotos que tengo al lado de él están entre mis tesoros más preciados. Pero si algo fui y soy de Quino es su lector devoto. Y en eso estoy en el mismo club con gente de todo el mundo. Parece increíble, pero la trascendencia de la obra de Quino es tal que sus libros se editan en lugares tan distantes a la Argentina como Grecia y Canadá, y en todos lados son locales y actuales. Y eso es un testimonio del genio, la atemporalidad y la universalidad de su obra, pero también es un testimonio de lo poco que cambió el mundo desde que Quino hizo sus chistes originales.
Mafalda es un producto típico de los 60, del idealismo de los que querían cambiar el mundo y de las tensiones de una Guerra Fría y un Vietnam que ya pasaron a la historia. Pero que no nos importe cruzarnos con citas a Fidel Castro o Nixon mientras la releemos demuestra que todo lo demás está igual, solo los nombres cambiaron. Y entiendo la tristeza que eso le debía generar al propio Quino. Que su mayor obra, la que le significó inmensas ventas y premios por todo el mundo siga siendo actual es un arma de doble filo. Habla bien de la visión de Quino, pero mal de nosotros como seres humanos que no hayamos avanzado.
Y así estamos, cruzándonos todos los días con personajes de Quino, a veces en el espejo. Porque Quino dibujó tan bien el mundo que ahora el mundo es un chiste de Quino.
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