¿Quién fue el primer escritor latinoamericano que ingresó en la Academia Francesa?
Si bien Vargas Llosa es el primer escritor en lengua no francesa que entró en la institución, hubo otros latinoamericanos antes en los sillones de los “inmortales”
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Mario Vargas Llosa no es el primer latinoamericano en ingresar a la Academia Francesa, aunque sí el único latinoamericano que lo hace sin haber escrito su obra en francés; es también el primer Nobel de Literatura, que obtuvo en 2010, elegido como “inmortal” tras obtener el galardón. El autor de Tiempos recios, de 86 años, pertenece además a otras academias: la Academia Peruana de la Lengua y la Real Academia Española; desde 2014, también es académico corresponsal de la Academia Brasileña de las Letras. Su predecesor latinoamericano, José María de Heredia, nació en Santiago de Cuba el 22 de noviembre de 1842 (cuando Cuba aún era colonia española) y, como el hispano-peruano, tuvo dos nacionalidades: cubana y francesa. Ocupó hasta su muerte el sillón 4. Cabe recordar que en enero de 1996, el argentino Héctor Bianciotti (1930-2012), que a partir de la década de 1980 comenzó a publicar sus obras en francés, había sido elegido miembro de la Academia fundada en 1635 por el cardenal Richelieu durante el reinado de Luis XIII.
Heredia, que publicaba sus poemas en revistas literarias francesas, los reunió luego en un solo volumen, Los trofeos (Les Trophées), publicado en 1893. Por este libro de sonetos inspirados en figuras y sucesos históricos (de la Antigua Grecia al Renacimiento, y del nacimiento de Afrodita a los conquistadores españoles de los siglos XV y XVI), fue coronado por la Academia Francesa. Descendiente de uno de los conquistadores que acompañaron a Hernán Cortés y de madre francesa, tradujo del español al francés Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, y las memorias de la monja alférez Catalina de Erauso. También tradujo del latín, francés e inglés a Horacio, Lamartine y Lord Byron.
Se destacó como figura clave del parnasianismo, movimiento poético francés posromántico, vinculado al simbolismo, que rechazaba el compromiso social y cualquier finalidad de la obra literaria que no fuera la belleza artística. Como tal, fue discípulo del escritor Leconte de Lisle (al que le dedicó Los trofeos) y amigo del primer Nobel de Literatura, Sully Prudhomme. Colaboró con la Revue des Deux Mondes, Le Temps y el Journal des Débats. Poemas suyos forman parte de la antología poética Le Parnasse Contemporain.
Instalado en París desde 1860, ingresó en la Academia Francesa el 22 de febrero de 1894 en sustitución de Charles de Mazade y fue recibido el 30 de mayo de 1895 por François Coppée. Integró la comisión del Diccionario de la Academia Francesa y dirigió la Biblioteca del Arsenal.
No fue un poeta prolífico; sin embargo, los críticos simbolistas y los cultores de la “poesía pura” exaltaron su obra. “Los sonetos de Heredia que siguen siendo los mejores, los únicos que emocionan bajo su línea perfecta, son los sonetos griegos y los del Renacimiento, o los sonetos sencillamente humanos, los que se elevan con tanta naturalidad como un seno en la respiración y acaban como una sonrisa que busca un rostro humano, no como la sonrisa fotográfica y estereotipada, azote del soneto moderno”, sostuvo el ensayista y crítico francés Albert Thibaudet.
Como él, su esposa, Louise-Cécile Despaigne, también era cubano-francesa. Tuvieron tres hijas. Heredia murió el 3 de octubre de 1905, a los 62 años, en el castillo de Bourdonné.
Un poema de José María de Heredia
Jasón y Medea
A Gustave Moreau
Ambos, en los boscajes que sintieron el son
de contiendas remotas; mágica paz nacía,
y alba de milagrosas lágrimas los ceñía
bañándolos en fértil y extraña floración.
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Por los aires flotaba letal emanación.
Su palabra el poder del encanto decía;
el héroe, tras ella, de sus armas vertía
relámpagos radiantes del ilustre Toisón.
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Sobre lagos de plata llovía luz del cielo.
aves maravillosas pasaban, y su vuelo
en el bosque regaba pedrería luciente.
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Amor les sonreía. Mas la fatal esposa
llevábase consigo, colérica y celosa,
con su padre y los dioses, los filtros del oriente.
Traducción de Otto de Greiff
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