¿Qué tiene que tener la mejor librería del país?
El lanzamiento del concurso nacional organizado por la Feria de Editores invita a postularse frente a un jurado de escritores y lectores reconocidos, que elegirá a la ganadora en octubre
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Por primera vez, se lanza un concurso nacional para elegir la mejor librería argentina. Organizado por la Feria de Editores (FED), y con el apoyo del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires a través de Impulso Cultural y Mecenazgo, el certamen premiará a la mejor librería de 2020 con $350.000 para comprar libros en la FED y un 50% de descuento en los stands adheridos. En cierto sentido, se puede decir que el dinero porteño fluirá por el círculo virtuoso de la cadena del libro local. En medio de un contexto socioeconómico que obliga a cerrar librerías en varias localidades, las “sobrevivientes” de la crisis, físicas y virtuales, se podrán postular hasta el 10 de agosto. La entrega del premio se realizará el 1º de octubre, primer día de la décima edición de la feria de las editoriales independientes, que se hará en el Parque de la Estación hasta el domingo 3.
Según informaron los organizadores, el objetivo es reconocer el trabajo de las librerías, en el que se considerarán cinco aspectos: la propuesta cultural, la difusión de las novedades y los catálogos de las editoriales, la relación entre la promoción de la lectura y la comercialización, el vínculo con editoriales y proveedores, y el potencial de la librería. Podrán participar aquellas que acrediten al menos un año de atención al público previo al 1º de junio de 2021.
“La idea es premiar a una librería que se destacó durante 2020 en base a líneas como la difusión de un fondo blibliodiverso, la relación con su comunidad, la propuesta cultural y la práctica cotidiana con las otras partes que hacen posible el libro -dice a LA NACION Víctor Malumián, coeditor de Godot y coorganizador de la FED-. Por eso se pensó en un jurado que pueda aportar distintas miradas sobre la actividad librera. Con un poco de suerte el premio tendrá continuidad y podremos destacar distintas librerías cada año”.
El jurado está integrado por la escritora María Gainza, la periodista y escritora Flavia Pittella, la editora Raquel Franco, la escritora y librera Cecilia Fanti, el promotor cultural Federico Gori y el ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Enrique Avogadro. Pese a las críticas del sector por la crisis que atraviesan las librerías porteñas, en especial las del microcentro, el funcionario ayudará a elegir la mejor librería argentina de 2020. “La gran apuesta del premio es poner en valor el trabajo de actores claves de la industria: los libreros -destaca Franco, responsable de Pequeño Editor-. De su fortaleza, su profesionalismo y su convicción depende toda la cadena. Eso es lo que queremos premiar, pero sobre todo, acompañar”.
Fanti, de Céspedes Libros (que por razones obvias no participará del concurso), estima que lo más interesante del premio es que reconoce el trabajo de las librerías independientes y toda la cadena del libro en el país, “después de un año que obligó a repensarse, rearmarse y poner en marcha estrategias para sostenerse en una pandemia, que visibilizó la importancia cultural y social de las librerías en cada comunidad”. Su deseo es que el premio tenga continuidad para que cada año pueda ganarlo una librería distinta. “Me interesa conocer el trabajo de librerías de todo el país, cuya existencia y labor quizás se me pierde, por estar lejos, por no llegar a sus redes o por no ser parte de dicha comunidad”, agrega.
Todos tienen su favorita
Cada persona que lee y compra libros con frecuencia tiene su librería favorita (o sus librerías favoritas). Los que viajan por el mundo suelen contar aventuras en librerías parisinas, barcelonesas o neoyorquinas, así como otros describen librerías fueguinas, tucumanas o cordobesas. En Buenos Aires, los “cien barrios” porteños albergan al menos una en centros comerciales, calles y avenidas y espacios tan limitados como una baulera. Cualquiera de ellas puede ser “la mejor librería” sus lectores.
Lectora y borgeana de la primera hora, la periodista y editora Graciela Melgarejo sostiene que la mejor librería tiene que ser un aleph. “Que tenga todos los títulos y de todos los tiempos -dice a LA NACION-. También, debería ser ‘de cercanía’; si es la librería del barrio, mucho mejor. Tiene que tener un librero que lo haya leído casi todo y con una intuición especial para saber recomendar o desaconsejar la lectura de un libro a su cliente. Conviene que esta librería tenga, además, lectores viejos, de esos a los que les gusta discutir autores y libros, y sugerir cambios en los textos”. La editora del portal Noticias Positivas tuvo la fortuna de conocer librerías como las que describe. “Cuando era chica, la librería de los hermanos Gomiz, en la calle Paraná, un multirrubro con las colecciones enteras de la editorial Tor y la colección Robin Hood, y la librería de textos escolares Nelson, en Callao y Lavalle, en donde, a regañadientes, porque ‘no era para mi edad’, me vendieron las cuatro Claudine de Colette. Más tarde, en Monserrat, la Librería del Colegio, hoy Librería de Ávila, un hermoso milagro porteño a cargo de Miguel Ávila. Hoy, mi librería preferida es Arcadia, en donde Pablo Pazos, el librero que lo ha leído casi todo, ahora, en pandemia, a veces me alcanza los libros que compré hasta la puerta de casa”.
“Para un lector omnívoro, es decir que no está anclado a un solo tipo de libros específico, la mejor librería es aquella que cuenta con las novedades pero fundamentalmente con un gran fondo editorial, aquella que, casi como una biblioteca, lo tenga todo -dice la periodista y escritora Miriam Molero-. Con libreros conocedores de su stock, que puedan hacer relaciones entre gustos lectores, que pueda trazar genealogías y haga cruces que refuercen, pero que también desvíen al lector, como una guía por caminos alternativos”. A la autora de la novela El rapto le encantan las librerías que colocan pequeñas reseñas de los libreros en distintos libros destacados en los estantes. “Supongo que hoy en día la capacidad de delivery y la atención virtual son puntos de peso -agrega-. Para una editorial, la puesta en valor de los ejemplares, la exhibición, la mediación y, sobre todo, la capacidad de venta y el buen desempeño administrativo serán imprescindibles. Por más que una librería sea genial para el lector, si no liquida las ventas a las editoriales, es pésima”.
La poeta y narradora salteña Geraldine Palavecino visita librerías con mucha frecuencia. “Aun cuando viajo -remarca-. Prefiero las que conservan cierta intimidad, un trato personalizado con el lector. Valoro en extremo la inmediatez compensada por la predisposición cuando no puede ser satisfecha; si no tiene el libro que necesito en ese momento, fidelizan mis compras si se disponen a rastrearlo ahí mismo. La modalidad online y delivery son, para mi ansiedad, simplemente perfectas. Una página web completa en información y accesible es importante. No definen mis elecciones las actividades en redes”. La autora de la novela Quiero verte una vez más prefiere que las personas a cargo de librerías la guíen sobre nuevas ediciones, autores extranjeros o fuera del mercado. “También me siento muy cómoda cuando me dejan recorrer los estantes sin muchas preguntas, cuando los libros están accesibles al tacto. Privilegio su intimidad y calidez sobre la amplitud. Prefiero el silencio si no es solo un jazz a muy bajo volumen”. A inicios de octubre se sabrá si nuestra librería favorita resulta premiada.
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