¿Qué opinaba Virginia Woolf de sus colegas? Lucidez, brillo y malicia en textos para recordar
Dos novedades editoriales traen de vuelta la voz de la autora de “Las olas” como crítica literaria y crítica a secas de la obra y las ideas de escritores de todas las épocas
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A ochenta años de la muerte de Virginia Woolf, la figura de la escritora británica se agiganta. Referente de la literatura y del feminismo, también fue desde su juventud y por más de treinta años una destacada crítica literaria que publicaba reseñas y artículos de fondo en el Times Literary Supplement. El reconocimiento y apoyo de su editor, Bruce Richmond (”un hombrecillo vivaz e inquieto”, según lo definió), le permitió desarrollar ideas sobre la escritura propia y ajena, además de ganar dinero. A los veintitrés años, recibió su primer cheque en la bandeja del desayuno. “Ahora somos mujeres libres”, afirmó. La escritora pensaba que el dinero “dignifica lo que es frívolo si no está pagado”.
Las críticas del Times Literary Supplement se publicaron en forma anónima hasta 1974; de ese modo, los autores (Woolf, entre ellos, pero también Edith Wharton, T. S. Eliot, Henry James y Edward Gissing) se evitaban la desaprobación pública y los conflictos con sus contemporáneos. “Lectora insumisa”, como la presenta Ángeles Caso en el recientemente editado Genio y tinta (Lumen, con traducción de Ana Mata Buil), la escritora del grupo de Bloomsbury actuaba sin embargo con generosidad a a la hora de editar sus reseñas. “Nos limitamos a ofrecer nuestras modestas observaciones, que quizá los lectores deseen contrastar, por un momento, con las suyas”, consignó. Evitaba la hagiografía y el escarnio. “Proyectas un rayo de luz en el lóbrego paisaje del Times Literary Supplement”, le dijo al respecto su amiga y amante Vita Sackville West. En 1925, el mismo año en que dio a conocer La señora Dalloway, publicó una recopilación de sus escritos críticos con el humilde título de El lector común. Bajo la influencia de Samuel Johnson, la selección proponía un recorrido por las obras y los autores que la habían formado, con textos sobre Daniel Defoe, Jane Austen, las hermanas Brontë, George Eliot, su amado Joseph Conrad y Thomas Hardy, entre otros.
En sus diarios, que llevó ininterrumpidamente entre 1915 y 1941, Woolf también escribió sobre sus colegas escritores, en vista de un proyecto (que quedó trunco con su muerte) con el que pretendía ofrecer una imagen panorámica del grupo de Bloomsbury y sus lecturas, con “siluetas” dedicadas a amigos y rivales, entre ellos, James Joyce, Katherine Mansfield, su querido Lytton Strachey y un joven Christopher Isherwood. Gran parte de ese material está publicado en otra novedad editorial que se puede buscar en librerías, titulada Escenas de una vida: matrimonio, amigos y escritura (Capital Intelectual), con prólogo de Lucía Lijtamer y selección y traducción de los diarios woolfianos de Gonzalo Torné.
A continuación, una selección de fragmentos de la autora sobre diez escritores.
Aldous Huxley (1894-1963)
“A mi modo de ver quizás sea una persona demasiado teórica, acumula muchas ideas generales, sobre todo sobre religión y sexo. Quizás por eso no termino de reconocerlo como novelista, como un auténtico novelista. Su cuerpo es alargado y muy huesudo, ojos grises, mirada borrosa, tiene ingenio y en confianza podría llegar a hablar con malicia. [...] Considera que es importante escribir “pene” y “follar”, una idea con la que podría estar de acuerdo, pero no supo responder a mi pregunta: una vez escritas, ¿qué hacemos después? Es un hombre que exprime cada instante, pero también resuelto a ser ecuánime y amable. Me ha parecido una mente muy atractiva”.
H. G. Wells (1866-1946)
“Me pareció un hombre satisfecho, alegre, consciente de su escaso valor, pero dispuesto a bajarle los humos a cualquiera que lo atacase. Está satisfecho de su posición, pero su inmensa curiosidad sigue intacta. Si le pusieran detrás de un mostrador podría interpretar a la perfección el papel de tendero. Estoy segura de que este hombre repleto de humanidad también sabe que la mayoría de sus libros son basura, y que a menudo es un hombre brutal, y que a su mente jamás ha rozado la poesía”.
Somerset Maugham (1874-1965)
“Willie Maugham me recordó a un cadáver cuya barba y bigote siguieran creciendo después de la muerte, aunque canosos y frágiles. [...] Lo que más me sorprendió fue ese tono de voz, justo como si levantase cada palabra con una palanca. No se puede conversar con él con naturalidad: solo entrega frases de tela medida, bien cortada, rígida. Se sentó como un animal que ha pisado una trampa. Y nada de lo que hablamos logró que relajase su quijada de fiambre”.
Marcel Proust (1871-1922)
“El gran escritor que me niego a leer cuando estoy corrigiendo para evitar su influencia es Proust. En sus páginas escribir siempre parece fácil, pero si seguimos su estela avanzamos con unos patines prestados. Lo distintivo de Proust es cómo combina una sensibilidad máxima con una tenacidad extrema”.
Honoré de Balzac (1799-1850)
“Leer a Balzac entero no es muy aconsejable, pero, por el amor de Dios, si al final te decides a hacerlo no lo reconozcas en público. Si quieres practicar esa clase de gimnasia de la vanidad resérvate para el espejo del baño”.
G. K. Chesterton (1874-1936)
“Sus libros son un montón de ideas extrañas y romas expresadas con gran pedantería”.
Miguel de Cervantes (1547-1616)
“Cervantes no parece ser demasiado consciente de la profundidad de la obra ni percibe a Don Quijote como lo vemos nosotros. Aquí radica mi principal dificultad con el libro: ¿hasta qué punto la tristeza y la sátira son indeliberadas, añadidos nuestros? ¿O quizás esos rasgos estaban desde el principio en el interior de los personajes, pero solo se manifiestan según las ambiciones de cada generación de lectores? [...] Cervantes nunca es árido, la profundidad y la luz siempre están allí, un poco diluidas si se quiere, y sus personajes son personas vivas que proyectan sombras sólidas, de tonalidades asombrosas”.
Joseph Conrad (1857-1924)
“Son sus libros tempranos -Juventud, Lord Jim, Tifón, El negro del “Narcissus”- los que leeremos en su totalidad. Porque cuando se plantea la cuestión de qué parte de Conrad sobrevivirá y en qué lugar del ranking de novelistas lo situaremos, estos libros, que dan la sensación de contarnos algo muy antiguo y perfectamente cierto que había permanecido oculto pero ahora se ha revelado, volverán a la mente y harán que esas cuestiones y comparaciones parezcan un tanto fútiles. Completos y quietos, muy castos y muy bellos, se elevan en la memoria igual que, en estas cálidas noches de verano, con su estilo lento y majestuoso, primero sale una estrella y después otra”.
Thomas Hardy (1840-1928)
“La suya era una influencia espiritual; hizo que escribir pareciera honorable, que escribir con sinceridad pareciera deseable; mientras él vivió no había excusa para pensar mal del arte que practicaba. Su genio, su edad, su distancia quizás eliminaban cualquier posibilidad de interacción; la llaneza y la sencillez de su vida lo llevaron a una oscuridad que no perturbaban ni la leyenda ni el chismorreo; pero no es exagerado decir que, mientras vivió, fue un rey entre nosotros y ahora nos falta. Sin embargo, de nadie sería menos adecuado escribir en términos de panegírico retórico. Lo único que nos pidió, y no hay otra petición más exigente, fue que dijéramos la verdad”.
Henry James (1843-1916)
“Leer a Henry James te proporciona un estímulo para escribir casi irreal”.
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