¿Qué lee Antonio Banderas en Dolor y gloria, la última película de Almodóvar?
Desde la infancia, Salvador Mallo (Antonio Banderas), protagonista de Dolor y gloria, la nueva película de Pedro Almodóvar, lee libros. Su pasión por la lectura crece desde los días junto a su madre en un pueblo de Valencia y lo acompaña en su casa en Madrid, saturada de libros, obras de arte y películas. Salvador lee y subraya, escribe en los márgenes de los libros, duerme con ellos encima. Lee bajo los rayos del sol del mediodía, en escaleras, en estaciones de trenes. En una breve escena cómica, Mercedes, su amiga y asistente en los años de madurez, le regala un ensayo de Jordi Costa, Cómo acabar con la contracultura. Una historia subterránea de España, publicado en 2018. Salvador lee el título y murmura: "Y yo qué sé". Modestia aparte, el álter ego de Almodóvar en la pantalla bien podría ensayar una respuesta sobre esa cuestión.
Sin embargo, muchos de los libros que asisten a Mallo en su proceso de renacimiento creativo y sanación son de literatura. Portadas de novelas como The Master. Retrato del novelista adulto, de Colm Tóibin (sobre Henry James), Llamadas telefónicas, de Roberto Bolaño y El orden del día, de Éric Vuillard, cuyas historias se vinculan con la trama del film, aparecen en diferentes escenas. Dos libros de un autor español también "protagonizan" episodios de lectura en Dolor y gloria: Ana no y El cordero carnívoro, de Agustín Gómez Arcos. Ambos abordan los efectos mortíferos de la Guerra Civil Española en los personajes a lo largo de los años.
En la biblioteca de Mallo, que bien podría ser la del director español, hay ejemplares de libros de grandes autores de la literatura universal: Cuentos, de Anton Chéjov; Desgracia, de J. M. Coetzee; Hijo de Jesús, de Denis Johnson; Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa; En la orilla, de Rafael Chirbes; Miguel Hernández, destino y poesía, de Elvio Romero (en una antigua edición de Losada); Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin; Laetitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka, y Nada crece a la luz de la luna, de la escritora noruega Torborg Nedreaas, donde una mujer cuenta su vida entera a un desconocido.
De los incontables libros de arte que habitan la casa de Salvador, la cámara se enfoca reiteradas veces en dos: uno del diseñador Manolo Blahnik y otro del gran pintor hiperrealista Antonio López, ambos compatriotas de Almodóvar (de una generación anterior a la suya) y con quienes comparte elegancia, audacia y método. Como señaló la escritora argentina Cynthia Edul, autora de La tierra empezaba a arder, el cineasta planteó una "curaduría perfecta" de lecturas para su fábula sobre la resurrección creativa de Salvador en el marco de una autoficción signada por la lectura, la mirada y el deseo.
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