¿Qué historias cuenta tu biblioteca?
Postales, fotografías y misteriosas miniaturas resguardan un significado íntimo, un mensaje cifrado
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Cada vez que veo la imagen de un escritor y su biblioteca en lugar de hacer foco en los libros, para reconocer títulos y autores, desvío la mirada hacia los estantes y objetos que mantienen con ellos una secreta relación: postales, fotografías, misteriosas miniaturas. Me interesa más leer en la selección y disposición de cada uno de esos elementos las preferencias y las intenciones de aquel que posa para la imagen que descubrir el recorrido de sus lecturas, que muchas veces podría inferir de antemano. Por el contrario, esos objetos resguardan un significado íntimo, un mensaje cifrado.
No tengo una sino dos bibliotecas, en casas distintas y en diferentes barrios de la ciudad, y en cada una de ellas voy inscribiendo también mi propio lenguaje de objetos diversos: señaladores, encendedores antiguos, un sacapuntas con forma de máquina de escribir, postales de viejas presentaciones de libros, el retrato de Fogwill por Mondongo, un pedazo del Muro de Berlín, el programa de mano de la exhibición de la película La Flor, de Mariano Llinás, que alguien enmarcó y me regaló como recuerdo.
El azar insiste en imbricar los estrenos de las obras de Llinás a sucesos determinantes de mi biografía: asistí a una inolvidable función de Historias extraordinarias en el Malba, en 2008, poco antes de irme a vivir por un tiempo a Europa; en una de las tres funciones en que se dividieron las catorce horas que dura La Flor (2018) conocí a una persona central en mi vida. Tenía razones suficientes entonces para no perderme Corsini interpreta a Blomberg y Maciel (2021), último avatar de Llinás y El Pampero Cine, que desde el jueves pasado y por siete únicas funciones exhibe la Sala Lugones del Teatro San Martín.
Es notable cómo la música fue cobrando cada vez más relevancia en la filmografía de Llinás, tanto que esta vez todo gira en torno a la grabación de un disco: el del título de la película, en la que Ignacio Corsini interpreta canciones de alto contenido histórico compuestas por el poeta y guionista Héctor Blomberg y el guitarrista Enrique Maciel, ambientadas en el siglo XIX y que abundan en referencias a las disputas entre unitarios y federales.
A Llinás y su secuaz habitual, el director de fotografía Agustín Mendilaharzu, se suma esta vez el cantante Pablo Dacal y un trío de guitarras que intentarán grabar de nuevo, en una casona derruida de San Telmo, cada uno de los temas del álbum editado por EMI en 1969. Claro que ese es apenas el disparador, ya que el cineasta aprovechará cada oportunidad (desde el comienzo mismo: la insólita disección de la letra del vals “La pulpera de Santa Lucía”, por ejemplo) para trazar una nueva digresión y componer cien minutos de una película de estructura arborescente, que incluye paseos por Buenos Aires para filmar parroquias orientados por una Guía Filcar, una improvisada visita al Museo Histórico Nacional y castings de heroínas para lo que, suponemos, serán las secuelas de esta primera parte de la aventura.
Pero volvamos a los objetos con los que solemos erigir una biblioteca paralela a la de los libros, ¿Por qué lo hacemos, dónde estará el origen de esa costumbre? ¿Y para qué? Porque lo cierto es que este despliegue de signos, acumulados por la tenacidad y por los años, acaba dibujando una cartografía que tiene apenas un destinatario: aquel que lo diseñó. Entonces: ¿no será que les ofrecemos a esos objetos una segunda vida, dentro de un ecosistema distinto para el que fueron concebidos, con el objeto de construir una narración? ¿Y cuál sería? Supongo que una autobiografía imaginaria. No aquello que fuimos sino lo que nos gustaría ser. ¿Cómo leerán, llegado el momento, esta arqueología íntima quienes nos sucedan? ¿Lograremos que nos confundan con nuestros héroes?
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