¿Qué autores y obras quedan libres de derechos en 2024?
El primer día de cada año se renuevan los títulos que pasan al dominio público: de Eugene O’Neill a Dylan Thomas, un panorama
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A partir de hoy quedan libres de derechos las obras de escritores que fallecieron en 1953; así lo establece la ley argentina, que determina que las obras “se liberan” a los setenta años de la muerte de los autores. Las comillas se deben a que el domino público en el país no es libre y gratuito sino que, para financiar al Fondo Nacional de las Artes (entidad fundada en 1958 cuya supervivencia está amenazada por la “ley ómnibus” de Javier Milei), se convirtió en “dominio público pagante”, tasa que se abona para apoyar a los artistas y que seguramente está en la mira del economista Federico Sturzenegger (su esposa, Josefina Rouillet, fue gerenta del FNA).
Este año, además, el personaje de Mickey Mouse pasa a dominio público porque la ley de derechos de autor de Estados Unidos, actualizada en 1998, permite que estos se mantengan durante 95 años. De este modo, el derecho exclusivo de Disney sobre el ratón más popular del mundo ha concluido. Ahora cualquiera es libre de copiar, compartir, reutilizar y adaptar “Steamboat Willie”, “The Gallopin’ Gaucho” (que transcurre en la Argentina) y “Plane Crazy” (animaciones de 1928) y las primeras versiones de los personajes que aparecen en ellas, incluidos Mickey y Minnie.
Entre los autores cuyas obras quedan libres para uso editorial, teatral o audiovisual aparece el Premio Nobel de Literatura 1933, el escritor ruso Ivan Bunin; el dramaturgo estadounidense que reversionó los clásicos y visitó la Argentina en su juventud, Eugene O’Neill, ganador del Nobel de Literatura en 1936; uno de los poetas irlandeses más valorados por los lectores, Dylan Thomas, y Rachilde (Marguerite Vallette-Eymery), la audaz escritora francesa de entresiglos (del XIX al XX) que fundó la revista Mercure de France.
Bunin fue el primer escritor ruso en obtener el Nobel de Literatura por “la rigurosa artesanía” con la que desarrolló “las tradiciones de la prosa clásica rusa”. Autor de la novela Vida de Arséniev, las novelas cortas El primer amor y En el campo, los libros de relatos El señor de San Francisco, Alamedas oscuras, Aliento fácil y los diarios Días malditos, donde aborda la Revolución rusa antes de su exilio a Francia en 1920, e Insolación, entre otras obras, Bunin retrató la decadencia de la nobleza en Rusia y la vida campesina.
Además del Nobel, O’Neill ganó el Premio Pulitzer en cuatro ocasiones (la última en forma póstuma) por sus extraordinarias obras protagonizadas por personajes turbulentos y acosados por el destino, como en Extraño interludio, A Electra le sienta el luto (una de las favoritas de Borges), El gran Dios Brown y la autobiográfica Largo viaje hacia la noche, estrenada tres años después de su muerte. O’Neill vivió un tiempo en Buenos Aires, en sus épocas de marino aficionado a la bebida, y tuvo tres esposas y varios hijos (dos de ellos se suicidaron); cuando su hija Oona, a los diecisiete años, decidió casarse con Charles Chaplin, el escritor se distanció de ella definitivamente.
Por su precocidad, Thomas podría ser considerado el “Rimbaud galés”, aunque también fue dramaturgo y narrador. Retrato del artista cachorro es un libro ideal para recomendar a los jóvenes lectores. Por su voz e histrionismo, rebelde y bohemio, el autor de Y la muerte no tendrá señorío se destacó en recitales de poesía y su obra poética, donde confluyen con ritmo único imágenes sexuales y motivos religiosos como el pecado, la redención y la gracia, además del humor, es una de las más importantes del siglo pasado. El alcoholismo y los rigores de la pobreza signaron su vida. Fue periodista, guionista y locutor, e hizo decenas de grabaciones para la BBC.
En tren de comparaciones, Rachilde quizás fue la “Oscar Wilde” francesa, por su osadía e irreverencia (Maurice Barres la llamó “Mademoiselle Baudelaire” y Jules Barbey d’Aurevilly la consideró una distinguida pornógrafa). Es autora de una teratología sexual iniciada con Madame Adonis, y de Monsieur Venus, protagonizada por una aristócrata travesti. Lectora voraz desde la infancia, en la juventud se presentaba como “hombre de letras” y, según los investigadores, jugó un papel decisivo al organizar el legado de Wilde. Escribió artículos sobre el amor homosexual, encumbró el trabajo del autor británico y encargó traducciones de sus novelas y obras de teatro. Editó además una de las revistas literarias europeas más influyentes, Mercure de France, y escribió el ensayo “Por qué no soy feminista”. A diferencia de lo que pasa con otras escritoras francesas (Colette, por ejemplo) su obra no es tan popular en la Argentina.
También se podrán reeditar libros del británico Hilaire Belloc, conocido en especial por sus biografías y libros de divulgación histórica como Robespierre, María Antonieta, El camino de Roma y Las Cruzadas, del ensayo La prensa libre: ensayo sobre la manipulación de las noticias y de la opinión pública y sobre cómo contrarrestarla, y de la encantadora colección Una conversación con un gato, que incluye una receta para preparar tortillas, la alabanza de los unicornios y útiles consejos para fastidiar a la gente. Con el escritor G. K. Chesterton, católico como él, impulsó la doctrina socioeconómica denominada “distributismo”.
También quedan libres de derechos las obras del escritor estadounidense Ben Ames Williams (autor entre otras novelas de Que el cielo la juzgue y Todos los hermanos eran valientes, llevadas al cine, y de cuentos cortos); de la narradora estadounidense Marjorie Kinnan Rawlings (ganadora del Pulitzer en 1939 con The Yearling), del novelista británico T. F. Powys, autor de El buen vino del señor Weston (donde Weston parece ser Dios) y la satírica e inédita en español Unclay (Powys se destaca en el curioso género de la literatura fantástica cristiana), y del escritor húngaro Ernö Szép, autor de la crónica autobiográfica El olor humano (sobre la ocupación nazi de Hungría) y de la novela La manzana de Adán, entre otros títulos; Szép escribió para el Cabaret Bonbonierre monólogos humorísticos, sátiras y canciones.
Y entran en dominio público los trabajos del historiador belga Henri Pirenne (autor de Democracia urbana: una vieja historia y Mahoma y Carlomagno), del antropólogo estadounidense Ralph Linton (autor de Estudio del hombre y Cultura y personalidad, entre otros títulos) y de la historiadora estadounidense Alice Gould, que pasó su infancia en la Argentina y residió en España, donde investigó sobre Cristóbal Colón, el descubrimiento de América y las vidas de los hombres que acompañaron a Colón en sus viajes. Las obras teatrales del juez y dramaturgo italiano Ugo Betti (que fue acusado de judío por los fascistas a finales de la década de 1930), como Corrupción en el Palacio de Justicia, Delito en la isla de las cabras y La fugitiva, también están disponibles para editores y directores teatrales.
Hay obras de varios escritores latinoamericanos para redescubrir, en primer lugar, la del brasileño Graciliano Ramos, autor de la elogiada novela Vidas secas (llevada al cine en 1963), de libros de cuentos y de memorias: Infancia, Memorias de la cárcel (durante el gobierno de Gétulio Vargas estuvo en prisión y fue torturado por su afiliación comunista) y Viajes. Ramos tradujo La peste, de Albert Camus, al portugués. Las obras del poeta y crítico de arte venezolano Enrique Planchart y de los peruanos Francisco García Calderón (escritor y filósofo influido por José Enrique Rodó y Henri Bergson) y Manuel Beingolea, narrador y periodista recomendado con entusiasmo por César Aira en el Diccionario de autores latinoamericanos, obra clave de 2001 que se reeditará, sin cambios ni agregados, en los primeros meses del año.
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