Pum Pum, la muralista urbana que gana la calle con color
”Voy a necesitar que me esperen un momento”, dice la artista mientras deja los pinceles por primera vez, después de más de un hora de trabajo constante bajo un sol que agobia. Una mariposa cayó en el frasco de pintura amarilla con la que interviene la pared de la calle Holmberg, en el barrio de Belgrano, y Pum Pum, la muralista argentina que pintó barrios desde La Boca hasta China, está decidida a salvarla. Su reacción ante el imprevisto describe el espíritu del universo de sus imágenes: un estallido de colores que, en velocidad desacelerada , encuentran espacio para darle valor a lo mínimo.
Tímida y pequeña, como un extracto, pero de carácter explosivo, le hace honor al apodo de la niñez: le decían Pum Pum por sus reacciones efusivas. El seudónimo se convertiría en nombre. La diseñadora gráfica devenida artista rechaza los rótulos de su trabajo (“¿Por qué tener que ubicar a las personas en una caja?”) tanto como la exposición.
Creadora de un universo visual con vibración infantil, evoca en sus paletas de tonos plenos una estética singular. Su aproximación al arte es espontánea, como las distintas formas que encuentra de esconder su cara de las fotos: “Todos los lugares donde pueda aplicar mi pasión central que es dibujar”. Este impulso que la llevó a dejar su trabajo –diseñaba tapas de discos en un estudio– para construir una carrera desde el under, urbano donde produce serigrafías, cuadros, murales en Buenos Aires, Alemania y China– expone en galerías y ahora produce objetos comerciales.
“Yo no empecé a dibujar: la diferencia con otras personas es que nunca dejé de hacerlo”, dice mientras recuerda una niñez que la rodeó de arte, producto de un padre escultor y una madre psicóloga. El circuito del under la encontró de casualidad. “Empecé a hacer unas imágenes chicas a mano y a pegarlas en la calle –explica y evoca el espíritu genuino de quien busca su don, sin conocimiento de la movida del grafiti que invadía la calle Donado, consagrada locación ineludible del movimiento de arte urbano con reconocimiento internacional–. Me di cuenta de que al lado de cada sticker mío habían pegado otro y otro más. Ahí aprendí los pequeños códigos de amistad callejera”, recuerda Pum Pum cuando describe esta suerte de Facebook analógico que se gestaba en los comienzos de su interacción urbana, donde el “me gusta” tenía que ver con la distancia en centímetros.
Una invasión positiva
El calor es insoportable, hasta el perro del vecino que entró en el baldío para ver quién anda, se esconde en la sombra. Pum Pum no descansa. Una vez completo el pleno azul de la figura principal, esa “nena de flequillo” que es un poco ícono y otro poco amuleto, comienza a delinear las figuras secundarias. La prolijidad del trazo llama la atención. Es imposible no pensar que la carga del cuerpo, de acciones repetidas, embiste los trazos; pinta con su humanidad completa. La escena solitaria del comienzo, la artista y su pared descascarada, empieza a recibir visitantes. Perros y miradas de vecinos mientras limpian los balcones, transeúntes y taxistas.
“Para mí, el proceso es la gloria. Es incluso más atractivo que la pieza terminada. Porque cuando está lista siempre le veo algo que no me gusta, que preferiría cambiar”, dice la artista, que al día siguiente de completar el mural que produjo mientras se escribía la nota para
la nacion volvió a la pared y le hizo retoques, casi imperceptibles. “El momento en que desarrollás tu trabajo es el más nutritivo. No sólo porque te conectás con la gente y generás ese intercambio, sino porque hacer el plan es lo que más disfruto”. Probablemente su formación proyectual –que le permite cambiar de soporte y resolver el traspaso de la pared al canvas– y su visión de la vida sean la que le permitan valorizar el “viaje” como la mejor parte de todo.
El proyecto Back to School! la llevó con sus pinceles hasta China para estampar su universo, junto a otros artistas, en escuelas de un pueblo rural. “El acto solitario es el mismo, pero el contexto cultural es tan distinto. Las personas con las que interactuaba no hablaban inglés, hablábamos con señas y, sin embargo, aunque suene cliché, había un lenguaje común”, dice algo emocionada.
Respecto de la pintura urbana, ella sostiene que existe algo muy poético en la actitud de salir a pintar. “Las expresiones que se imprimen en la calle se muestran al público sin filtro. Están ahí; duran lo que duran. Se tapan, se arruinan. Gustan o no gustan, pero inundan la calle de otra información”, dice y evoca la actitud generosa de los artistas que, dentro del marco de la legalidad, intentan competir con “herramientas genuinas como un pincel y las ganas de demostrar su sensibilidad por algo” contra los “monstruos de la publicidad o los partidos políticos que inundan de ruido la ciudad”. Pum Pum reconoce que en el boom de lo urbano de los últimos años, la ciudad ha balanceado mucho la oferta de imagen. “Hay una invasión de color que es positiva, ante una ciudad bastante hostil, ruidosa visual y sonoramente existe una contrapropuesta”.
Las pinceladas finales aún no la convencen, pero ya pasaron más de tres horas y las formas señaladas con tiza en la pared están pintadas. El trabajo está completo –aunque no para sus ojos, que volverán al día siguiente– y el clima, calurosamente hostil, ya no da tregua. Aun así, recorre el terreno, ajusta las pinceladas, corrige, camina del mural a la pintura como en un trance de perfección. “El único capital del artista es su dibujo”, dice Pum Pum. Ella, aun con las manos calientes y sucias de pintura, comienza a guardar los frascos y pinceles. Con los aplausos invisibles en los oídos, la artista vuelve a convertirse en persona normal.
El arte urbano, como otras expresiones contemporáneas, es una manifestación que fusiona las disciplinas estéticas tradicionales y pone de manifiesto una suerte de remix. Con la sensibilidad adquirida en Bellas Artes o el tratamiento proyectual y sistémico del diseño gráfico, autodidactas, serigráficos, de pintura látex, artistas del stencil o el aerosol, todos responden con las herramientas que encuentran a mano a la información visual del entorno. Las movimientos contemporáneos tienen menos pruritos y más permeabilidad. “Creo que el arte, a nivel internacional, está entrando en una aceptación de lo comercial. Se está acabando el concepto de “traición”. Podés estar realizando una exposición en una galería y al mismo tiempo tener una cápsula de productos con alguna marca local. Pienso que el prejuicio es retrogrado”, dice Pum Pum. Esta liquidez impresa en su concepción de la calidad de la expresión habilita nuevos y potenciales universos de aplicación. Piensa que su futuro será evolucionar en los formatos, experimentar lenguajes gráficos nuevos y encontrar tiempo para una obra de estudio. Tiene el desafío de experimentar con arcilla para lograr lucir su obra en volumen. “¿Y la moda? Me encanta. ¡Podría probar!” La artista sigue buscando nuevos mundos por fusionar: el espíritu explosivo sigue en pie.