Puente entre culturas: la aventura interior
Fundación OSDE rinde homenaje a Alejandro Puente, el artista platense que amplió los límites de la geometría
Llegó, en buena hora, el esperado encuentro con Alejandro Puente (1933-2013), artista, teórico y hombre ético, irreprochable en todos los rubros enunciados. Mantuvo siempre un perfil bajo, ensimismado en la aventura interior, que asumió precozmente y que no abandonó aún jaqueado por la enfermedad.
Su derrotero fue impecable, consecuente con la búsqueda de la ratio guiada por una sensibilidad sin mengua. Fue autodidacta aunque aprovechó la inolvidable cátedra de Héctor Cartier, revelador de la Gestalt, Bauhaus, Rilke, San Juan de la Cruz, mixtura que alelaba a quienes compartimos la condición de discípulos.
Puente vivió la aventura informalista. De esta irrupción tomó la revelación soterrada de la materia en ignición, ajena a la norma disciplinaria. Por breve término integró el grupo Sí, con César Paternosto y Julio Alpuy. Soportes, texturas, incentivos largo tiempo olvidados se filtraron en las tramas y grillas de la cátedra Cartier. Era inevitable que desembocara en Torres García, en la aventura americanista de Líbero Badii. Nacido en La Plata, Alejandro Puente remontó hacia las fuentes, las venas de América Latina. Las culturas precolombinas fueron para él parangón simétrico del arte de las Cícladas, Oceanía y África, que los artistas europeos, con Picasso a la cabeza, hicieron ariete del arte del siglo XX.
Este obrador era también antropológico desde los entresijos. Leyó primero los uncus, que en lengua quechua enuncian los diseños de la vestimenta del curaca. Pero también el lenguaje de los kipus, mensajes trenzados que comunicaban al incanato. Se imponía la geometría, ínsita en textiles y cerámicas que Puente observó con devota admiración. La modernidad y la tradición ancestral, plural, conciliaban en obra única, irrepetible.
La muestra de OSDE abarca esta obra rica en aventura. Faena difícil en el espacio anular de la sede de calle Suipacha, cuyos óbices fueron salvados por la curadora Mariana Marchesi y la tutela de María Teresa Costantin, responsable de OSDE, y su equipo.
La muestra se articula en cinco zonas y un apartado de dibujos sobre papel. Desde la obra primeriza, Puente apela tanto a la pupila como al tacto, regusto trasmutado de la cerámica y textiles precolombinos. Un código geométrico, secuencial, repetitivo, cuyo núcleo son signos, lenguajes ancestrales declinados en clave gestáltica, Bauhaus mediante. "Geometría sensible" llamó Aldo Pellegrini a estas obras.
Puente construyó su poética en el entrevero de los ancestros americanos y la modernidad occidental del siglo XX. Fue un hombre culto, capaz de apreciar logros generados por otros códigos. Quienes compartimos su labor de jurado y asesor de becas damos, como Elena Oliveras, fe de su apertura y sagacidad siempre manifestada con modestia y reserva hidalga.
En sus últimos años se adentró en la construcción del espacio físico más allá de la planimetría del soporte bidimensional. Encontró nuevas claves estéticas y sensibles sin apelar a trampantojos o veduttas renacentistas. Nítidas, escuetas, misteriosas y plurilingües, las obras de Alejandro Puente nos esperan, con serenidad. Nos convidan al viaje interior que el arte propone.
Ficha. Alejandro Puente. Abstracción y tradición americana en Fundación OSDE (Suipacha 658, 1er piso), hasta el 25 de julio
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