Publicaciones artesanales y cartoneras: una idea argentina de exportación
Nacido en Buenos Aires con Eloísa Cartonera, el movimiento de este tipo de editoriales se expandió a un ritmo acelerado en los cinco continentes
"Cuando pinto, pienso que los libros vuelan relejos. Se van a París, a Madrid, a Berlín. Y nosotros acá, en La Boca, pensando en su destino. Es mágico, ¿no?" "La Osa" -Miriam Merlo, según su documento de identidad- sonríe entre las témperas y pinceles con los que le imprime color a un pedazo de cartón. Cartón descartado que, gracias a su intervención, va a convertirse en las tapas de un libro. "La Osa" es parte de la editorial Eloísa Cartonera. La primera cartonera y la iniciadora de un fenómeno que se expandió sin discriminar lenguas ni clases sociales.
Hoy, ni en Eloísa ni en la Universidad de Wisconsin-Madison, centro académico de Estados Unidos que estudia este movimiento y tiene una colección de ejemplares, saben a ciencia cierta la cantidad de "cartoneras" que hay en los cinco continentes.
"Hace unos diez años empezaron a aparecer en Brasil, Perú, Chile, Paraguay. Nos pedían permiso, como si fuese una franquicia o algo así. Y nosotros les decíamos que era algo libre, que lo podía hacer cualquier persona y que no nos tenían que pedir permiso. Actualmente, deben ser como mínimo unas 300", explica Alejandro Miranda, otro de los miembros de la editorial.
Alejandro dobla cartones en una esquina de la calle Aristóbulo del Valle, a pasos de la cancha de Boca. Es una de esas esquinas en las que se respira la "argentinidad". O, por lo menos, eso le pareció a Nikolas Duracka, un geomorfólogo francés que encontró accidentalmente la editorial en un viaje por América del Sur en 2008.
"Me pareció extraña la idea de hacer libros de cartón. Yo todavía tenía la idea de que un libro era algo sagrado", cuenta Nikolas. Pero cuando volvió a Francia y quiso editar los textos que escribió durante el viaje, se encontró con las complicaciones del mundo editorial. "Siempre querían modificar mi texto. Eso me volvió loco y decidí volver a Eloísa Cartonera." Aprendió el oficio durante seis meses en Buenos Aires, hasta que un día Santiago Vega, conocido como Washington Cucurto en el mundo literario e ideólogo de Eloísa Cartonera, le dijo que ya estaba listo para ir y poner una editorial allá. Así, nació Cephisa Cartonera, en Clermont-Ferrand, una de las cinco de este tipo que hay en Francia.
También hay editoriales cartoneras en casi todos los países de América latina, Estados Unidos, España, Italia, Portugal, Suecia, Alemania, Mozambique y China. Hilde Pank, una de las creadoras de la alemana Papka, cree que el caso de Eloísa Cartonera se replicó en países tan disímiles porque "la idea de darle a la gente una plataforma donde publicar sus historias es una necesidad internacional".
Alejandro Miranda cree que el motivo principal es la facilidad del método: "Es una manera barata y simple de publicar. Se usan materiales económicos y cualquier persona lo puede hacer".
Pero más allá de la facilidad y de la posibilidad de evitar los obstáculos impuestos por las grandes editoriales, muchos relacionan el fenómeno con la crisis económica de los últimos años. En Cartonera Island, de las islas Canarias, cuentan que "con la explosión de la última crisis económica, ha habido muchísimos recortes en los presupuestos destinados a la cultura. Y es tan provocadoramente fácil editar cartonerías que nadie puede evitar caer en la tentación".
Para Nalleli Sánchez Muñoz, de Fantasma Cartonera, México, "una editorial cartonera, como proyecto comunitario y artístico, permite sanar un poco el desgarre del tejido social". En la misma línea, Giancarlo Huapaya, de Cardboard House Press, Estados Unidos, piensa que "el proceso cartonero es un ritual de comunión, donde fluyen aprendizajes que fortalecen la solidaridad, y fomentan la creatividad y la lectura".
Nikolas Duracka creó un concepto para explicar el fenómeno: "diversidad multiplicadora". Para él, hay cinco dimensiones en una cartonera: literatura, arte, ecología, solidaridad y comunidad. Cada cartonera hace énfasis en algunas de estas dimensiones. Por ejemplo, en La Guepe, de París, usan solamente hojas recicladas y en Canita Cartonera, de Chile, los que editan son presidiarios. Esa variedad resultante es la que haría que tantas personas se interesen en el movimiento cartonero.
Los editores de Karu Kartonera de Finlandia organizaron el año pasado una presentación. Les recomendaron que no mostraran los libros cartoneros porque no parecían algo "muy serio". Los mostraron igual y, entonces, la discusión se inició: ¿qué es un libro?
lanacionarTemas
Más leídas de Cultura
“Enigma perpetuo”. A 30 años de la muerte de Liliana Maresca, nuevas miradas sobre su legado “provocador y desconcertante”
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio