El creador del famoso comisario Kostas Jaristos oficia de guía para el lector, en un recorrido por la capital griega según el trazado de la línea más antigua del metro
"Maestro, passons la cadence!", saltémonos la cadencia, dijo una vez el gran Jacques Thibaud en un concierto de violín de Beethoven. Se rumoreaba que combatía el pánico escénico con alcohol, pues entonces no existían los tranquilizantes ni los fármacos contra la ansiedad. Ésta le afectaba de tal manera que no podía tocar la cadencia porque las manos le temblaban de una manera exagerada.
"Maestro, passons la cadence!" Eso mismo es lo que deseo en la parada de Tavros: "Passons Tavros!", o "¡Pasemos de largo!".
Pero mi deseo no tiene nada que ver con el alcohol que bebo ni con el concierto de violín de Beethoven. Es la manera de expresar mi decepción a la vista de lo que me rodea. Al salir de la estación de Tavros nos encontramos en el límite equivocado del barrio, donde todo aún recuerda a la pequeñoburguesa Kalizea. Para llegar al Tavros auténtico hay que cruzar la avenida del Pireo y dejar atrás la estación que se inauguró en 1989.
Los barrios que se extienden a ambos lados de la avenida del Pireo solo se pueden entender cuando se tiene delante y se ve qué significa esa calle para la ciudad de Atenas
Los barrios que se extienden a ambos lados de la avenida del Pireo solo se pueden entender cuando se tiene delante y se ve qué significa esa calle para la ciudad de Atenas. Aquí empieza, sin lugar a dudas, la zona más animada y emocionante, y a la vez la más contradictoria, de la capital.
La avenida del Pireo es la arteria principal que une Atenascon el Pireo. En sus orígenes tenía que ser la avenida más importante de Atenas porque se había planeado construir el Palacio Real en la plaza Omonia. El traslado del proyecto del palacio (que actualmente es la sede del Parlamento) a la plaza Síntagma por deseo del rey Otón frustró el plan y transformó los alrededores de la avenida del Pireo en una zona industrial, aunque de manera extraoficial.
La primera construcción industrial en esta zona fue la fábrica de gas, llamada Gazi por los vecinos. Le siguieron la empresa farmacéutica Jropei, el fabricante de aceite Elais, el productor de limonada Ivi y, ya en dirección al centro, la histórica fábrica de chocolate Pavlidis. Aparte, en Tavros estaban los mataderos; y en Rentis, una prolongación de Tavros, el mercado central de verduras.
Por consiguiente, todos los barrios alrededor de la avenida del Pireo –Tavros, Agios Ioannis Rentis y Petralona– eran distritos de trabajadores que vivían de la industria. A Tavros se la conocía, además, por la producción de curtidos, que emitían un penetrante olor. Hoy en día ese olor ya se ha volatilizado, pues las tenerías han desaparecido.
En todos estos barrios vivían jornaleros y trabajadores en las condiciones más precarias. Las industrias, los mataderos y el mercado quizá no ofrecían trabajos muy bien pagados, pero eran trabajos seguros.
Si alguien, extranjero o griego, recorre hoy la avenida del Pireo, ya no podrá encontrar nada de eso. En las últimas décadas la calle se ha sometido a un proyecto de renovación único con respecto a lo que es Atenas y se ha transformado en una verdadera milla cultural y artística que se extiende hasta los barrios de Psirrí, del Cerámico y Metaxurguío.
Todo empezó con la histórica fábrica de gas. Ésta se cerró en 1984, en buena parte por culpa del aumento de los costes de producción, pero sobre todo porque se había convertido en una fuente de contaminación insostenible para el centro de Atenas y la Acrópolis.
En los terrenos de la fábrica se construyó el enorme centro cultural Technopolis, que alberga la radio municipal y salas para exposiciones y eventos. En la avenida Megalos Alexandros, en el cruce con Ierá Odós, se levantó la nueva Filmoteca Griega. Y un poco más lejos, siguiendo la misma avenida del Pireo se encuentra el nuevo Museo Benaki, que desde el punto de vista arquitectónico es uno de los museos más bonitos de Atenas, y en el cual también se celebran numerosos e interesantes actos literarios. Aquí también está la Escuela Superior de Arte y, además, las salas se utilizan para los espectáculos del Festival de Atenas, que en verano atrae a numerosos visitantes.
Si alguien gira a la izquierda desde aquí, despistado, hacia la calle Jamosterna, se encontrará de repente, apenas a doscientos metros de la avenida del Pireo, en otro mundo, completamente sorprendente y que no tiene nada que ver con el ambiente de la "milla de la cultura". Tavros, junto con Agios Ioannis Rentis y Petralona, fue, durante una época, territorio de la izquierda. Lo recuerda un cartel de una calle que me llama la atención: CALLE DE HARMANLI, CIUDAD HERMANA DE LA REPÚBLICA POPULAR DE BULGARIA.
Las antiguas tabernas de Tavros tenían siempre un patio interior. Llego a una de ellas por casualidad, en una calleja lateral de Polikarpos, que resulta más fantasmagórica que nostálgica.
Tavros es el distrito más grande que pertenece al centro de Atenas. Dos líneas férreas marcan sus fronteras, la del metro y la del tren Atenas-Salónica. Dentro de estos límites se extiende uno de los barrios obreros más antiguos de Atenas; en él pueden verse dos tipos históricos de viviendas residenciales, que son los primeros de esta índole que surgieron en la capital. El primer edificio apareció en 1950 y tiene una altura de cuatro plantas, el segundo se empezó a construir justo una década más tarde, en los años sesenta, y puede alcanzar los diez pisos de altura. El resto de las construcciones del barrio no se distinguen de casas de Mosjato para una o dos familias. La diferencia se encuentra en que las de Tavros no tienen jardín como en Neo Fáliro o Mosjato, sino que la planta baja se utiliza como casatienda.
Aquí se venden vestidos, joyas y gafas de sol. Las tiendas difunden la ilusión de que el barrio dispone de su propio centro comercial, con vida, pero dentro están vacías, parece que hayan sufrido los efectos de un exterminio. Al final, lo que más llama la atención de Tavros no es el mal estado de las casas, sino el triste desamparo de las tiendas.
Las antiguas tabernas de Tavros tenían siempre un patio interior. Llego a una de ellas por casualidad, en una calleja lateral de Polikarpos, que resulta más fantasmagórica que nostálgica. Al final del callejón, un muro de piedra rodea un patio en el que apenas caben siete u ocho mesas. El local al que pertenecen está cerrado. Han trasladado la cocina a un barracón, como todos los locales de esta categoría, y por encima sobresale una de esas chimeneas que al atardecer despiden olor de carne a la brasa por todo el barrio.
Paseando por Tavros no puedo dejar de acordarme de Manuel Vázquez Montalbán y de su enojo a causa de la demolición de los antiguos barrios obreros de Barcelona, destruidos durante las obras de los Juegos Olímpicos. Montalbán creía que al eliminar los barrios obreros de Barcelona se destruía el alma de la ciudad. Eso mismo ha sucedido en Tavros. En nuestro caso no fue necesaria una Olimpiada, ya los habíamos demolido antes. Es inevitable encontrar por todas partes enormes bloques de edificios apuntalados que se han convertido en plazas de garaje.
La única aportación humana de esta zona anodina es constatar que continúa siendo un barrio proletario. Y que los bloques de viviendas todavía no han suplantado a todas las casas antiguas. Algunas incluso han sido renovadas, aunque con materiales de construcción baratos. Y hasta te puedes encontrar, aquí y allá, con algunos árboles.
Me transformé en un castaño del parque [de Gülhane y nadie lo sabe, ni tú, ni tan solo la policía.
El poeta turco Nazim Hikmet le escribió estas líneas a su mujer desde el exilio en Moscú. Recuerdo estos dos versos mientras observo las acacias de Tavros. No hay muchas, y quizá por eso llaman la atención de los paseantes. Si se observan bien, de repente se ve el barrio con otros ojos.
Fragmento del libro de viajes Próxima estación, Atenas, publicado por el sello editorial Tusquets
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